5▼"Realmente no podría..."

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   Michael se tocó las sienes, de nuevo. El estrés, algunas veces podía ser tan agobiante que deseaba llegar a la habitación para golpear los puños contra la pared; aunque eso no solucionaría nada. Los Criminales se habían ido de Londres, ahora aparecían en Norteamérica. Aquello significaría que debían trasladarse al cuartel en Nueva York para poder escanearlos más de cerca; pero el verdadero problema era que Deyna se negaba a llevar con ellos a Bennett. La rehén había sido llevada a la policía para que pudieran transportarla a su casa, con precauciones, claro. Deyna se recargó en el asiento soltando un suspiro de frustración. 

    —No podemos entregarla ahora. El jefe me ordenó que llegara ahí con los tres Criminales          esposados y si no era así, nos subiría los tres años que ninguno desea.

  Michael había fruncido los labios, dirigiendo su mirada hacia la puerta que llevaba a los aposentos    de la asesina. Tampoco era que quisiera despedirse tan pronto. 

  —¿No podemos matarla y ya? 

 —De eso se encarga el jefe. Además... está demasiado débil para pelear o moverse. 

  Deyna pareció satisfecha con aquello. 

  —De acuerdo. Partiremos mañana, en cuanto llegue Max. 

[...]

   Las esposas tintinearon con un leve golpeteo que le hizo despertar. El corazón le dio tumbos en cuanto miró cómo Michael se acercaba a ella. Se quejó levemente cuando, sin querer hacerlo, apreció su rostro y su sonrisa. Su maldita sonrisa. Estaba demasiado dormida aún como para darse cuenta de que estaba en su plan evasivo contra él y su toque de humor que no le parecía nada normal. Los policías suelen ser bastante aguafiestas y arrogantes. Como ella, por ejemplo. Sólo que no tenía interés en ser policía o agente secreto que secuestra asesinos. 

   Olvidó preguntarse el por qué Jackson sonreía. 

   Se despojó de todo pensamiento cuando lo sintió acercarse y arrodillarse frente a su cuerpo tan debilitado por los días sin comer, además no tenía energías consigo. Cualquier golpe maestro le haría caer de espaldas y dejarla fuera de combate, tal vez por siempre; eso era lo que menos deseaba. A través del aire, su mirada chocolate estaba examinándola mientras las esposas volvían a crujir con fuerza. No podía evitar inhalar el aroma de su camiseta. 

   Casi al instante, sus manos cayeron a sus costados con pesadez. Había sido extrañamente liberada por Michael y ni siquiera se molestó en correr, sólo sentía las punzadas de las muñecas que momentos antes estaban siendo apretujadas con el metal helado que no tenía piedad por las noches invernales de Londres. El corazón le dio tumbos cuando sintió que no tenía siquiera energías para correr, de todas maneras Michael lograría llegar hacia ella en dos segundos. También podía enterrarle un cuchillo por las espaldas, tal vez eso sería mejor para ambos. 

   Llegó el desconcierto cuando se alzó del suelo, claro que no había sido obra de la magia y su voluntad y anhelo de salir, los brazos de aquel hombre la sostuvieron con firmeza en todo momento, sentía su camiseta contra su cara que estaba lo bastante pálida como para morirse. 

   Cuando por fin se desplomó sobre un asiento, tuvo que recargarse sobre lo que parecía un lavabo. Pero, ¿por qué estaba en un cuarto de baño? ni siquiera deseó saberlo. Lo que sí tenía era deseos de tomar un maldito baño para poder largarse, por comida, claro. Aún no podía irse, porque la buscarían de todas formas y la encontrarían para acorralarla en cualquier esquina. Era una terrible idea.

   El corazón le daba tumbos cada tanto, ya ni siquiera tenía energías para mover la cara o evitar a Michael. Lo que sí hacía era estar tan alerta como le era posible, sólo daría un golpe en caso de que intentara alguna tontería. Fue entonces que vio sus ojos, analizando su rostro pálido con pecas existentes, el cabello corto y castaño que le daba una casi apariencia masculina. Los ojos esmeralda de Nerea no eran comparados con algún otro par, o eso opinaba el señor Jackson. 

   Sabía que lo estaba evadiendo, y no lo iba a impedir. Él también sabía que le haría daño aquella asesina que, años antes, lo había tomado de las manos y se movía torpemente mientras se ruborizaba. No podía distraerse así con una de las prisioneras, no era importante, después de todo. Pero Nerea se moría con su mirada en llamas, con sus labios mordisqueados y el corazón latiendo como si fuera a correr sobre las brazas. 

     —Date un baño, porque nos vamos a América.  

   Nerea se apartó, como un último intento de evitar lo inevitable. Entonces la puerta se cerró, tras la mano de Michael sosteniendo el pomo,  comprendió que se había quedado sola. Sin decir nada, comenzó a despojarse de sus ropas. Pero, estaba pensando dentro de sí. Irían a Estados Unidos, era lo más probable. Entonces podría ganar la confianza de Michael para que ella pudiera estar lejos de las cadenas, esposas y barrotes de metal, pero para eso debía tratarlo de mejor manera. 

   Después de todo, debía largarse antes de que los otros dos criminales fueran capturados, porque si no, los llevarían a todos a prisión. Además a Michael le importaba poco, al igual que sus agentes. Todo aquello era tan frío que nadie era amigo de nadie. Sólo eran los Agentes y las ganas de sobrevivir, de capturar... de ser liberados. Igualmente era en el otro lado: dinero, descaro y más dinero. 

   Nerea entró a la ducha, y entonces el sonido de las gotas contra el azulejo rebotó en las paredes del cuarto. Michael se recargó contra la pared, bajando la cabeza y lanzando un suspiro. No debía olvidarse de que estaba jugando con fuego, Nerea era una asesina en llamas, lista para atacar. 

   Pensó que sería mejor alejarse de ese juego peligroso.







Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora