Ahí estábamos los dos, como aquella primera vez, como aquel primer sentimiento. Él sentado en el escritorio de su computador, fingiendo que hacía algo interesante. Yo, tendido en su cama mirando al techo, pretendiendo que pensaba. Bueno, la verdad sí pensaba, pensaba en él, y lo que trataba de pretender era que no lo hacía, supongo que estaba funcionando.
Pero no solo pensaba en él, pensaba también en la persona a la que amaba, mi novio, la razón de mi vida. Sin él no era nada, me había abierto el corazón y me había hecho enamorarme por primera vez.
Mi cabeza daba vueltas en un torbellino de pensamientos aparentemente inconexos, solo pasaban uno tras otro, sin meditación previa. Bert, mi Bert, el chico que estaba en mi corazón, aquel en quien no podía dejar de pensar, el hombre de mi vida.
Y entonces estaba Frank, aquel que me hacía sudar involuntariamente, el que aún sentado lejos de mí, en aquella silla reclinable, y sin hacer absolutamente nada, me tenía encendido por completo.
Escuché como la silla rechinaba levemente. Traté de no dirigir mi mirada hacia él, pero fue imposible, estaba de pie y caminaba hacia mí. Al llegar al lado de la cama se sentó a mi lado.
-Qué sucede? – su voz me pareció tan cercana, tan íntima, que me estremecí por dentro – En qué piensas?
-En nada, supongo... No lo sé – realmente no lo sabía, todo en mi cabeza era un enredo de pensamientos y sentimientos confusos.
-Hazme un lado, quiero acostarme también – sin responder me moví hacia el rincón, y él, relajadamente y vacilando un poco, se recostó a mi lado. Me volteé para quedar frente a él, mirándolo fijamente. Dos segundos después, él hizo lo mismo.
Pasamos fácilmente veinte minutos mirándonos a los ojos, yo solo me dediqué a sentir su respiración sobre mi rostro, respirando el mismo aire que salía de él
-Lo siento – lancé sin siquiera pensar en lo que decía. Intenté mantenerme serio, y él hizo lo mismo.
-Por qué lo sientes? – preguntó alzando una ceja, observándome fijamente a los ojos.
-Por todo lo que hice, por todo el daño que te causé. Nunca fue mi intención hacerte daño.
Él solo me sonrió dulcemente, pestañeó una vez, más lento de lo común, y se acercó lentamente hacia mí, quedando a escasos centímetros de distancia. Instantáneamente cerré mis ojos.
Sentí la fría piel de sus labios rozar suavemente los míos, podía escuchar su corazón acelerarse, podía casi escuchar sus pensamientos. El beso se profundizó poco a poco, abrió levemente su boca, invitándome a pasar, y yo acepté la invitación adentrando mi lengua suavemente en ella.
Tomó mi cintura con una de sus manos, usando la que le quedaba libre para entrelazarla con mi mano derecha. Fue su lengua la que esta vez pidió permiso tímidamente para entrar, y yo la recibí con gusto, dándole a entender que no tenía de qué tener miedo.
Mi mente me gritaba que me detuviera, que no podía estar haciendo eso, yo le había roto el corazón, yo lo había usado, y ahora me estaba revolcando con él en su cama. Esto no tenía ningún sentido, era moralmente incorrecto... Por qué me sucedían estas cosas a mí?
Era consciente de lo que estaba haciendo, estaba consciente de estar engañando a mi novio, con aquel chico a quien yo había roto antes. Estaba consciente de lo que Frank sentía por mí, y de no poder corresponderlo, porque yo amaba a Bert... Entonces, por qué no podía detenerme?
Cuando reaccioné él ya se encontraba sobre mí, besando mi cuello con ímpetu y con una de sus manos tratando de alcanzar mi ropa interior. Traté de parar.
-Frank... - susurré – No puedo... - pero me silenció con un casto beso en los labios.
-Si puedes – me dijo deteniéndose de pronto, con la respiración acelerada, mirándome fijamente con sus dulces ojos avellana, esos que tantas veces me habían hecho perder el control sobre mí mismo – No me importa nada, Gerard. Yo estoy aquí para ti, para que me rompas el corazón cuantas veces quieras. – Volvió a besarme, esta vez con ansias, con euforia... Sentí como sus ágiles dedos abrían rápidamente el botón de mi pantalón.
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Triangle | Frerard | One Shot
Fiksi PenggemarLa confusión de uno, la ignorancia de otro, y la disposición de un tercero a terminar con el corazón roto.