La noche anterior se quedó destrozado. Todavía no se cree que Sara se vaya. Su novia. La que perdió por culpa de Alba hace ya cuatro años. A la que tanto le ha costado recuperar. Con la que, hasta hace tanto solo unas horas, tenía planes para un futuro muy cercano, y también para un no tan próximo. No quiere que vuelva a desaparecer de su vida. Es muy injusto. Sin embargo, no dijo nada. Le abrazó, le secó las lágrimas y escuchó como balbuceaba palabras sin sentido para el resto de los presentes, pero no para él.
Dani ha pasado la noche con su novia, tumbados en el césped de la piscina recordando viejos tiempos y prometiendo volver a verse cuanto antes.
Son las diez de la mañana y Sara ya está con la maleta en la puerta. Se despertó temprano y, sigilosamente, se deshizo de los brazos de Dani. Corrió a su casa a vestirse y recoger todo. Por desgracia, no le quedaba mucho tiempo en Velc.
–Bueno, esto es un adiós –susurra Pablo.
–Por ahora –recalca Irene. –Nos vamos a volver a ver muy pronto, ya verás.
–Eso espero –dice Sara con voz casi inaudible.
Están todos ahí. Sus amigos, su abuela y algún curioso que se asoma a la casa a ver qué ocurre. Quedaron a esa hora para las despedidas. No se iba a volver a ir sin decir adiós. Esta vez no.
–Disfruta de Nueva York –tartamudea Alicia a la vez que empieza a llorar.
–Ay, Ali. No llores... porque si tú lloras, lloraré yo también. Y ya ha habido suficientes lágrimas estos días.
Las chicas se abrazan y el resto se une en un último gesto de despedida. Todos excepto su abuela, que espera su turno. Cuando se separan, la chica se acerca a cada uno de sus amigos y, personalmente, les confiesa lo mucho que les va a echar de menos.
– ¿Ya tienes el billete del bus? –pregunta Laura.
–Sí. Ayer me acerqué con Dani al pueblo de al lado y saqué el billete de las once.
Prefiere ir en autobús a la ciudad. Está claro que su amiga está pasando unos días estupendos allí y no le quiere fastidiar obligándole a coger el coche y llevarle junto a su familia. Además, igual ese largo trayecto le ayuda a calmarse y a cambiar la cara. Si no se le pasa el enfado antes de llegar, puede soltarle a sus padres lo primero que se le pase por la cabeza. Y conociéndose como se conoce sabe que eso nunca termina bien. De todos modos y pese a haberle mentido, sus padres no saben lo que le supone a ella irse de España, de Velc, de todo lo que ha vivido los últimos días. Era imposible adivinar que conocería a Marcos, viajaría a Velc, volvería con Dani, recuperaría a su abuela... ¡Pero si ellos todavía piensan que está en Barcelona con Laura!
La chica deja a sus amigos en la puerta y se adentra un poco hasta las escaleras. Su abuela le está mirando con ojos llenos de tristeza pero con un pequeño tono de alegría.
–Vas a estar bien, cariño mío –empieza. –Nueva York es muy bonito, o eso decía tu abuelo.
–Yaya... Pero es que... yo no me quiero ir. Necesito quedarme aquí, contigo, con mis amigos, con Dani.
–Sara, ellos te han esperado cuatro años, y tú me has esperado a mí el mismo tiempo. Da igual que vivas en España o en Estados Unidos. Estoy segura que a partir de ahora nada va cambiar.
–Lo sé, pero entiéndeme. Es muy duro haber recuperado una parte tan importante de mi pasado y tener volver a dejarla de golpe.
–Cariño... eres fuerte. Ya conseguiste decir adiós una vez cuando creías que no regresarías. Ahora sabes lo que quieres, donde quieres estar y con lo cabezota que eres acabarás haciendo lo que te apetezca.
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Dos amores de verano
Roman d'amourSara va a pasar las vacaciones de verano al pueblo que iba de pequeña, pero esta vez, no va por gusto propio. La última vez se fue sin despedirse de nadie ni avisar de que no volvería, lo que pasó fue demasiado para ella. Ahora cuatro largos años d...