Historia corta con la que participe en el concurso de HF Editorial
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Era su primer día en el que iba a ser el trabajo de su vida. Había estudiado el alrededor de su casa objetivo. Conocía a todos los vecinos y rutinas así como también vías de acceso y salida. Después de mucho insistir había conseguido que su padre le dejara hacer una entrega incluso antes de tener la edad suficiente para poder encargarse del negocio y no quería fallarle. Por eso había exagerado en el estudio de la zona y de todas las posibilidades de hacerlo mal y cómo solucionarlo. Estaba todo controlado.
Se acercó al trineo y cogió el regalo escogido para Edgard con mucho cuidado. Como si se tratara de la joya más cara del mundo. Lo sostuvo en su manos y levantó la vista para fijarla en los que habían sido sus amigos desde la infancia.
- Deséame suerte Rudolph.-
El ciervo levantó su nariz roja y se la acercó al rostro dejando que la chica le regalase un fugaz caricia.
- Allá vamos-
Y sin dudarlo más, se lanzó chimenea abajo para hacer su primera entrega de regalo. Papa iba a estar orgulloso.
Apareció en el comedor sin muchas complicaciones y esperó a que lo ojos se acostumbraran a la oscuridad.
Dio dos pasos y se quedó mirando un sofá color crema que había en el rincón de la sala. Aquel mueble no le sonaba. Avanzó un poco más hasta estar cerca de la puerta que daba a la cocina fijándose un poco más en la distribución del mobiliario y había muchas cosas diferentes a la última vez que había echado un vistazo a la casa de Edgard. Levantó una ceja confundida mientras apretaba con fuerza el regalo contra su pecho. Algo no cuadraba.
De golpe noto como era impulsada hacia atrás y una brazo le rodeaba el cuello mientras el otro le inmovilizaba el cuerpo. El envoltorio cayó al suelo y rodó hasta acabar debajo de una estantería.
- ¿Quién eres y qué quieres?-
Una voz masculina le susurró la pregunta a la oreja haciendo que todo el vello de su cuerpo se pusiera de punta.
La chica intentó forcejear pero aquella mole de músculos no aflojó ni un milímetro su agarre.
- ¡Suéltame!-
-Segundo y último intento...¿Quién eres y qué quieres?-
Dudo un segundo, pero pensó que decir parte de la verdad era lo mejor en aquella situación.
- Me llamo Navi...Navi, ese es mi nombre y he venido a traer un regalo.-
- ¿Un regalo? - Notó la sorpresa en la voz de su atacante.-
-Exacto y ahora suéltame.-
El agarre del cuello se aflojo y empezó a suspirar de alivio, pero antes de poder sentirse libre del todo, el hombre a su espalda la obligó a sentarse en uno de los sillones.
- ¿Y por eso vas vestida así?-
Navi bajó la vista hacia su cuerpo y se quedó mirando el vestido rojo con borlas blancas que llevaba. Le llegaba a las rodillas y por debajo aparecía un par de calcetines a rallas de color rojo y blanco. Encima llevaba un pequeña capa, regalo de su padre por su último cumpleaños, que le cubría los brazos y los hombros.
- ¿Así como?-
Levantó la vista para encararlo y se encontró con unos ojos oscuros que la observan medio curiosos, medio enfadados. Fue a responder pero se le trabó la lengua al seguir el recorrido del musculoso torso que tenía delante. Sin camiseta. Se sonrojo haciendo juego con su vestido y a su mente volaron todas aquellas historia de hombres sexys y ardientes y mujeres valientes y románticas que había leído en secreto. Tenía los libros escondidos bajo una tablón de su habitación por si algunos de los duendes que limpiaban la casa decidían volverse curiosos. La imágenes que se desvelaban en esas páginas, cargadas de pasión hicieron que aún se pusiera más roja. Había que tener en cuenta que era la primera vez que veía a un hombre. Donde ella vivía sólo estaba su padre, los renos y un millar de duendecitos que se ocupaban de hacer las tareas y montar los regalos. Sólo una vez había estado cerca de otro ser. Se trataba de El Grinch un ser que había intentado robar la Navidad o más bien, secuestrarla a ella, pero el plan no le salió demasiado bien.
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Me llamo Navidad
Short StoryEra su primer día de trabajo. Lo tenía todo planeado, pero como siempre, algo tenía que salir mal. Se había equivocado de casa y lo tuvo más que claro cuando sintió como un brazo musculoso le rodeaba el cuello. -¿Quien eres y que quieres? Podía dec...