Capítulo 2, Terciopelo estrellado

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Un niño empleado. Aquello sí que no había ocurrido nunca. Oliver, Ollie como solía llamarse a sí mismo, no cabía en sí del entusiasmo. Sacó un pañuelo y se dispuso a limpiarle la cara al pequeño bajo la estupefacta mirada de Luciano. Estaba hecho un desastre, pero él se aseguraría de que aquello cambiara.

Miró a Luciano por el rabillo del ojo. Umm... Por su cara parecía que comenzaba a pensar que lo estaba engañando. No, no, no y no, él nunca haría eso. No estaba bien mentir delante de los niños.

Pasó el pañuelo por la cara embarrada del infante sin apenas resultado. Necesitaba un buen baño caliente para quitar aquella enorme capa de suciedad.

—Después tienes que contarme cómo has hecho para ensuciarte tanto, poppet —dijo tocándole con suavidad la nariz y esbozando una sonrisa.

—Oliver —dijo Luciano. Vaya, al parecer ya se había recuperado del shock—, no es normal, no tiene cuota, tiene que irse.

Ay, eso sí que no. Ollie negó con la cabeza y frunció los labios. Como siempre Luciano ignoraba el hecho de que prefiriera que lo llamaran Ollie en lugar de Oliver. Bueno, lo importante no era eso en aquel momento.

—No tiene cuota, ¡lo que quiere decir que tiene que quedarse para siempre! —exclamó ensanchando su sonrisa.

No mostró lo mucho que le gustó ver la cara de molestia y decepción de Luciano. No sería de buena educación. Él era un caballero.

—Dicho esto, me llevo al pequeño a mi caravana. Necesita un buen baño caliente —zanjó levantándose y extendiéndole la mano al niño con la expresión más dulce que tenía.

Sintió el papel del contrato en la mano del niño cuando este le agarró la mano. Hipeaba y parecía temblar al observar a Luciano. Lo mejor sería llevárselo de allí cuanto antes. Luce no estaba vestido de forma apropiada para él, lo asustaba. Se despidió con la mano que tenía libre y sin que su sonrisa dejara su rostro en ningún momento.

Luciano no dijo nada. Se limitó a mirarlos mientras se alejaban, sin despegar sus ojos del niño.

Todos habían comenzado a desmontar las tiendas y demás atracciones. Metían los objetos en las grandes caravanas pintadas de colores llamativos y con las palabras "Night Circus" escritas en ellas. El marketing de aquel lugar era bastante extraño. Nunca encontraban a nadie en los viajes que realizaban de un emplazamiento a otro. A nadie excepto a empleados. Esos solían ser los momentos en los que se unían al circo, por el día mientras avanzaban por caminos vacíos y ciudades abandonadas. Por lo que no había razones por las que tener el nombre del circo escrito en las carpas y caravanas. Pero contaban incluso con folletos sobre el circo que nunca podrían repartir.

En ocasiones podían ver las luces de grandes ciudades en la lejanía. Pero si intentaban acercarse, se perdían. Por mucho que caminaran hacia ellas nunca parecían encontrarse más cerca.

—No te preocupes por nada —dijo con voz dulce al ver que el niño seguía girándose de vez en cuando, asustado—, Luce no te hará nada. Te darás un buen baño y te presentaré a todos tus nuevos amigos.

El pequeño pareció esbozar una sonrisa nerviosa al escuchar lo último. Oliver estaba satisfecho con ello.

Pasaron por los pequeños caminos entre las tiendas y la enorme casa del terror y finalmente llegaron a su rosada morada.

—Aquí es —anunció abriendo subiendo las pocas escaleras que había ante su puerta y abriendo la misma.

El niño entró por sí mismo, mirando con los ojos bien abiertos la decoración de su caravana. No dejaba de apretujar al peluche con todas sus fuerzas pero al menos parecía más tranquilo.

Welcome to the Night CircusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora