The last hug

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No podía dormir.

Gakuhou no podía dormir y estaba empezando a enfadarse.

Acostado en su cama, con el pijama puesto, las sábanas cubriéndole y escuchando el lento respirar de su esposa que dormía a pocos metros de él, el director de Kunugigaoka tenía los ojos abiertos y miraba al techo con aire pensativo. Eran las dos de la mañana, y según sus horarios y sus rutinas debería estar descansando para levantarse a las tres y empezar sus tareas.

Pero por alguna extraña razón su mente estaba en otra parte. En un lugar muy lejos de allí. No podía concentrarse, no podía ni siquiera cerrar los ojos. Había muy pocas ocasiones en las que se perdía en sus pensamientos, y no le gustaba hacerlo, sobretodo porque la mayoría de las veces acababa de la misma manera: Sin dormir y probablemente arrepentido por algunas decisiones del pasado. Pero también sabía que enfadarse no serviría de nada y que por mucho que lo intentase, sus pensamientos seguirían corriendo por su cabeza a toda velocidad, sin darle ninguna tregua y ningún descanso. Hoy era una de esas noches en las que no dormiría, en las que se perdería en sus recuerdos y se levantaría para después mirar a algún punto lejano sin importancia mientras reflexionaba e intentaba encontrar la mejor forma de evitar esas noches. Pero muy a su pesar, era algo que nunca iba a encontrar. Ni siquiera alguien tan inteligente y tan capacitado como él es capaz de huir del pasado y del remordimiento que este puede causar.

Esa mañana había recordado algo. Algo a lo que nunca le había dado importancia y que su mente había dejado atrás. Tal vez por el momento amargo que estaba atravesando en esos momentos, o tal vez porque inconscientemente sabía que si lo recordaba, acabaría rompiéndose la cabeza por ello.

Y no estaba muy equivocado.

Se dio la vuelta y se acostó de lado en el colchón, para mirar hacia la mesita de noche que había colocada junto a la cama. Aún cuando quería ignorar lo mucho que le llamaba la atención aquel objeto que le habían regalado sus primeros alumnos, sus ojos no podían despegarse de él.

El pasado siempre vuelve, de alguna u otra manera. Puedes encontrártelo de frente en el mundo real, puedes rememorarlo en tu mente, o puedes sufrir las consecuencias de este. Su pasado era agridulce, y aún si este le había servido para mejorar y crear lo que era el sistema educativo perfecto que llevaba a cabo, también le había hecho dudar de muchas cosas. Incluso en el presente, cuando ya pensaba que todo había pasado, cuando ya pensaba que el suicidio de uno de sus primeros alumnos no le atormentaba tanto como antaño, su pasado le atormentaba. Porque hasta ese día siempre había pensado que la muerte de Ikeda le había afectado a él, a sus compañeros y a sus familiares. Pero a nadie más. No pensaba que la muerte del chico hubiera repercutido en su familia, o en alguien externo a la situación. Y por desgracia ese recuerdo que le había venido a la mente esa mañana, le había demostrado que estaba equivocado.

La muerte de Ikeda le afectó mucho. A él y a su propio hijo.

Flashback

El cielo estaba encapotado, las nubes ennegrecidas y el viento asolaban la ciudad, y la leve y fina lluvia caía sobre la superficie semejante a unas pequeñas lágrimas que lo empapaban todo.

Sentado en la silla de su despacho, Gakuhou apoyaba los codos en la mesa y se sujetaba el puente de la nariz con sus manos mientras intentaba no suspirar con pesadez.

El funeral de Ikeda había sido desgarrador para él.

Si cerraba los ojos todavía podía ver esa escena. Todavía podía verse a sí mismo en el cementerio, rodeado de los familiares del chico, de sus amigos, de todos aquellos que le apreciaban. Podía recordar lo horrible y agotador que había sido. Podía escuchar y rememorar a su madre llorando e incapaz de pronunciar palabra, a su padre intentando mantener la compostura mientras abrazaba la mujer y la foto de su alumno siendo empapada por la lluvia mientras su tumba se erguía silenciosa en aquel cementerio. Podía rememorar todo aquello, una y otra vez, una y otra vez. Porque todo ello se había grabado a fuego en su mente y ya no habría nada ni nadie capaz de hacer que se le olvidase. Jamás.

The last hugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora