El domingo, Alexandra despertó temprano para realizar algunos deberes de su hogar, debía limpiar los pisos, separar la ropa que llevaría a la lavandería, cambiar sábanas de la cama y sacudir los muebles. Cuando terminó, tomó un baño y retomó la tarea que había dejado a medias la noche anterior, debía terminar una investigación corta sobre Sigmund Freud y luego leer un capítulo de aproximadamente 30 páginas para presentar un examen el martes.
Poco antes de las 6 pm, Alexandra cerró el libro que leía y encendió la tele para ver el partido del Schalke 04 contra el Bayer Leverkusen. Max se encontraba en el once titular y ahora solo debía esperar a que sonara el silbatazo inicial por parte del árbitro.
El Leverkusen anotó a los siete minutos de haber comenzado el juego, la tribuna del Schalke se había encendido al ver que el equipo visitante abría el marcador; Klaas-Jan Huntelaar calculó los movimientos necesarios y pronto empató el resultado. Max se encontraba activo en el juego dando buenos pases y no dejando que la pelota saliera el área y cuando tuvo oportunidad de disparar, el arquero del equipo contrario atajó la pelota.
El corazón de Alexandra se aceleró al ver el gol frustrado que Max pudo haber anotado. El primer tiempo terminó con el empate y el segundo comenzó nuevamente con un gol de "Las aspirinas" por parte de Karim Bellarabi; el Schalke no quería perder en casa y por ello los jugadores empezaron a dar potencia a sus jugadas. De pronto, lo inesperado, principalmente para Alexandra, sucedió; Max anotó un gol desde una distancia de 12 metros fuera de la portería, mientras corría golpeó su pecho dos veces y llevó su dedo índice al aire, luego se barrió sobre el césped de la cancha y los jugadores se le fueron encima.
Alexandra sabía que esos ademanes no significaban otra cosa más que una dedicatoria hacia ella pues él se lo había dicho, además cada que Max iba a jugar hacía los mismos movimientos para demostrarle cómo reaccionaría si él hacía que la pelota entrara a la portería.
Aunque el partido terminó en empate de 2 – 2, ella no podía estar más que feliz con el gol de Max. Sabía que en un rato él la visitaría y se encontraría extremadamente feliz por lo que justo había hecho; y ella también se encontraba de la misma forma, quería salir corriendo a gritarle al mundo que "su Max" había anotado un gol y se lo había dedicado a ella.
Fue al cuarto por su maquillaje y arregló un poco su apariencia y a pesar de que él decía no importarle cómo lucía, ella no quería que siempre la viera al natural. Peinó su cabello e hizo una trenza que la puso sobre uno de sus hombros, cepilló sus dientes y luego pintó sus labios, cambió su ropa hogareña y terminó por ponerse una blusa y una falda.
Minutos más tarde, Max apareció en la puerta de la casa de Alexandra con una caja de pizza y una botella de vino. Ella aun no lograba comprender por qué él siempre prefería esa bebida en todas sus comidas pero la idea no le desagradaba y con tal de compartir un momento con Max, con gusto aceptaba. Dejó las cosas sobre la mesa y fue directo a abrazarla, permanecieron así por unos momentos sin decir nada y posteriormente la apegó más a él, la estrechó y la cargó unos segundos.
—Te quiero —Max pronunció en su oído y besó su mejilla.
Ese pequeño detalle había hecho que el corazón de Alexandra rebotara en su pecho y se sintiera demasiado bien.
—Yo te quiero mucho más —respondió escondiendo la cara entre su cuello.
La liberó de sus brazos y besó su frente, en verdad Alexandra era demasiado importante para él y no podía ocultárselo.
—Fue para ti —dijo Max refiriéndose al gol.
—Gracias —Alexandra sonrió apenada.
Tal vez era algo que podía considerarse insignificante para muchas otras personas pero para ella era algo valioso que le provocaba alegría instantánea.
Se sentaron en la mesa y Max comenzó a comer con desesperación ya que después de esforzarse en el partido necesitaba comida para recuperar energía. Alexandra reía al ver cómo devoraba casi completos los pedazos de pizza y perdía la delicadeza al tomar el vino a grandes tragos. Ella le comentaba la desesperación que sintió mientras veía el partido y él había intentado el primer disparo a la portería pero cuando el arquero del equipo contrario lo había atajado su angustia aumentó y en el momento que su gol llegó se había sentido demasiado contenta al ver cómo celebraba con sus compañeros de equipo.
Max volvió a hacer la dedicatoria para Alexandra como cuando metió el balón a la portería, golpeó su pecho dos veces justo sobre el corazón y alzó un dedo al cielo. Después se puso de pie y tendió la mano a Alexandra para que la tomara y ella también se parara, la tomó por la cintura y la besó hasta que sus labios quedaron hinchados y rojizos. Alexandra comenzó a reír y recargó su cien contra el pecho de Max y él acarició despacio su brazo provocándole cosquillas.
—El próximo sábado nos vamos París —él pronunció aún acariciándola.
Alexandra lo miró hacia arriba.
—¿Qué? Estás loco, ¿verdad?
—No —Max rió—. Iremos a París.
Max sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón y comenzó a deslizar el dedo hasta que mostró a Alexandra la pantalla, la cual indicaba que había reservado dos boletos de avión para el sábado 14 de Febrero con destino a París, Francia.
—Max...
Alexandra estaba sin palabras. El hecho de ir a París era un sueño hecho realidad pero la sorpresa de ir el 14 de Febrero era algo parecido a un infarto.
—¿Es real? —preguntó sin todavía poder creerlo.
—Dijiste que deseabas conocer París.
Él la cargó por detrás de las piernas como si de una pluma se tratara debido a su ligereza y la llevó a su habitación en donde reclamaría su recompensa por haberle dedicado el gol del partido.
Definitivamente Max y todo lo que lo involucrara era como un sueño hecho realidad para ella, la idea de que tal vez su nube de fortuna podía terminarse pronto se encontraba siempre presente pero no veía nada negativo que pudiera afectarlos a ambos, dentro de lo malo hacían las cosas bien y no había ningún conflicto que los pusiera al límite en su relación.
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Pregúntame si te amo (Max Meyer)
FanfictionLa pregunta no era cuántas veces la había tenido en su cama, sino cuántas veces la había amado realmente.