Queso

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Yo soy un queso, creo que no hacía falta aclararlo pero aún así lo hago, y no porque me sienta obligado ni mucho menos sino porque estoy orgulloso de serlo, pero, aunque no lo creáis yo antes no era un queso, ¿Difícil de creer, verdad? Bueno pues así es, yo antes era leche, una leche desnatada, preciosa, blanquecina, y no es por darme premios pero seguramente la más bonita que hayáis visto nunca. En esos tiempos yo era muy joven e inexperto, y sentía que algo me faltaba. No tardé mucho en encontrar que era lo que necesitaba para llenar tal vacío. Se llamaba Renina y fue amor a primer contacto. No un amor caótico, estúpido e incoherente como el de los humanos, un amor muy por encima de eso. Ella fermentaba el azúcar de mi corazón y me producía un ácido láctico que me hacía sentir en las nubes. Aquel ácido, fruto de nuestro amor, me cuajó separando mis grumos sólidos de mi suero líquido. El suero líquido se convirtió en mi pasado como la vieja muda de piel de una serpiente, y mis grumos sólidos me convirtieron en lo que ahora soy. Un queso. La espera fue larga pero gratificánte ya que poco a poco conforme pasaba el tiempo sentía como me estaba convirtiendo en lo que siempre había soñado. Una vez siendo un queso, me sentía el lácteo más feliz del mundo y nada pudo cambiarlo. Bueno, hasta que me comieron, he de admitir que eso fue un poco doloroso.

FIN.

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