Prólogo

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En este mundo, que creémos único, existen dos tipos de personas: Las que lastiman y las que son lastimadas; las que hacen llorar y las que lloran; las que humillan y las que son humilladas. Para mi mala suerte, siempre fui de la segunda categoría, la patética segunda opción que no vale nada.

Muchas veces, antes de mi suicidio, escuchaba historias. Esas típicas dónde una persona intenta cometer suicidio y le detienen, justificando que la vida es una sola. Pero... ¿Cómo puede valorar la vida alguien que solamente quiere dormir y no volver a despertar? ¿Cuál es el sentido de encerrar a un pájaro en una jaula, siendo que tiene un enorme mundo por conocer?

Aunque a estas alturas, ya no me interesa. Pues sea cual sea la situación, a diferencia de esa gente, a mí nadie me detuvo, absolutamente nadie. Y precisamente por eso he regresado, pero no por voluntad propia, sino que por un castigo: El suicidio.

Yo, Akihiro Hazuki, me quité la vida a los catorce años, por una situación que no quiero recordar. Y en lugar de ir Regnápolis, el lugar donde nadie es de alguna de las dos categorías, volví a este mundo. Este terrible lugar del cual inicialmente intenté escapar. Las explicaciones de por si son un misterio, pero lo importante es que he vuelto a la vida, con un cuerpo completamente distinto al que solía tener...

Actualmente tengo dieciséis años. Y aún no puedo comprender la crueldad de este mundo. Que castiga a quienes se suicidan a volver a la vida en cuerpos diferentes a los originales. A diferencia de otros tipos de muertes, donde esas suertudas almas se van directo a Regnápolis, lo que en otras palabras sería lo que aquí consideramos como el cielo...

Han pasado dos años desde que volví a este horrible lugar, en donde se me unió un compañero: Rumi Ishiguro, de ocho años, que se suicidó en medio de su enfermedad que le afectaba desde los cinco años, la Esquizofrenia. Él se suicidó a un horario similar al mío, por lo que de una u otra manera, se terminó cruzando en mi camino, al principio fue como una molestia, pero luego se volvió una esperanza... Y la única que me quedaba.

Rumi y yo vivimos en una casa abandonada, simplemente pasando los días, sobreviviendo principalmente de lo que nos da la gente por detener asaltos. Nuestras vidas no eran nada más que desolación y amargura. No teníamos a absolutamente nadie, por lo que debíamos cuidarnos entre nosotros, ya que nadie más podría entender a la perfección lo frustrante que fue huir de nuestras vidas, y darnos cuenta de que siempre estuvimos corriendo en círculos...

En ese momento, no tenía idea de la clase de personas con las que me encontraría. Pues siempre rechazaba totalmente la posibilidad de hacer amigos. Ya que para mí no significaba más que preocupaciones y dolor. Aunque poco a poco me daría cuenta de lo equivocado que estaba.

Lo único que creía tener claro, era que no pensaba repetir una historia pasada, que pensé haber cortado como si se tratara de un hilo, sin jamás imaginarme que mi antigua vida estaría más amarrada que nunca a lo que me ocurriría más adelante...

Entre dos mundos [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora