96-. No solo el diablo tiene abogados.

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Cerré la puerta del casillero con más fuerza de la necesaria provocando un sonido estruendoso que repercutió a lo largo del pasillo y que sobresaltó a más de uno de los presentes.

Sentía la cara arder. La sensación de calor se había extendido por todo mi cuerpo, estancándose en mis mejillas.

—¿Dónde está? —demandé información pero al notar la expresión en el rostro de Zayn entendí que no tenía idea de que le hablaba y eso me exasperó—. ¿Dónde está Materazzi? —repetí. La paciencia se me agotaba.

—La policía se la ha llevado. Debiste ver el espectáculo —silbó vulgarmente—. Toda una belleza.

El comentario de Luca me sirvió de recordatorio. Aparté a Zayn del camino, apoyando mi brazo sobre su pecho con el propósito de tener a los Vitalli como único objeto en mi campo de visión.

—¿Por qué sigues aquí? —al igual que con Giorgio decidí ahorrarme hipocresías. Luca no me agradaba y yo no le agradaba a él, así que, ¿por qué pretender lo contrario?—. Si mal no recuerdo tu hermano tenía que llegar a la oficina de Ballotelli.

El oji-azul observó con gran curiosidad a su familiar.

—¿Para qué quieres ir a ese sitio? —enarcó una de sus gruesas cejas a la espera de una respuesta, el gesto me causó sospechas de la existencia de otra pregunta, una implícita en su mirada.

—Tú sabes la razón —espetó el hermano mayor con un semblante rígido, al parecer mi humor no era el único que se veía afectado al intercambiar un par de palabras, o incluso miradas, con Luca.

El más joven de los Vitalli entornó los ojos con fastidio ante la respuesta obtenida por parte de su hermano y sin nada más que agregar ambos se encaminaron con con rumbo a la dirección.

—El idiota está en lo cierto —Zayn volvió a estar frente a mí, recuperando mi atención—. Lucía va ahora mismo en camino a la jefatura.

Tomé mi mochila y demás pertenencias que yacían sobre el suelo como consecuencia del susto provocado por el mayor de los hermanos Vitalli, y emprendí camino hacia la salida con Paul y los policías cuidando mi espalda mientras Preston se encargaba de Zayn.

El trayecto a la jefatura de policía fue corto y bastante silencioso. No era de sorprender, Zayn se encontraba más callado y reflexivo de lo habitual, y yo prefería mantener la boca cerrada ahora que estaba enojada. No quería desquitarme con la persona incorrecta, ya una vez le grité injustamente a Liam y no volvería a pasar.

Resultaba increíble el número de personas que se albergaban en el interior del pequeño inmueble. Unos cuantos se movían de un lado a otro, la mayoría de ellos oficiales de policía, escoltando hasta sus celdas a los esposados. El resto del espacio era ocupado por burócratas, ataviados con sus trajes formales y siempre detrás de una computadora o en el más desalentador de los casos, detrás de una máquina de escribir.

Lugares como esté siempre estuvieron presentes en mi vida —por razones obvias—, e incluso hubo una época en la que busqué que mi futuro se basará en esto: la burocracia, aunque claro, esto fue mucho antes de que yo siquiera entendiera lo que esa palabra significaba, en ese entonces yo simplemente quería ser cómo papá.

Afortunadamente el tiempo me hizo cambiar de parecer y fue justamente la razón que antes me acercó a este mundo tan gris la misma que ahora me alejaba: me rehusaba a ser como mi padre. Yo no quería estar ausente, yo no quería ser sólo un ente deambulante en la vida de mis futuros hijos, porque cuando eres pequeños te haces un montón de promesas en las que pones de manifiesto que no serás como tus padres. En las que te aseguras a ti mismo que serás el padre que necesitabas cuando niño.

My Favorite NeighborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora