A ella le gustaban las rosas y el chocolate blanco, aparte le gustaba que le escribiera cartas, por eso no dudé en utilizar esos elementos como armas para pedirle perdón, incluso sin estar convencido de haber fallado yo. Entré a una floristería y di vueltas al menos diez minutos, buscando unas rosas limpias, bien rojas, y lindas, no iba a darle cualquier regalo. Cuando al fin conseguí lo que buscaba, me dirigí a comprar el chocolate y en el camino me crucé con un viejo amigo de ella, el cual iba vestido con ropa muy cómoda, gorra plana hacia atrás, un suéter blanco y un poco ancho, con una bermuda de jean, y unos converse. Lo anterior, sin contar con su mirada de autosuficiencia, queriendo decir mucho con ella. Sinceramente no me caía bien ese tipo y no por simple capricho, sino porque él siempre había pretendido a mi chica, hasta el punto de enviarle detalles como flores, chocolates, un estúpido oso de peluche y hasta serenata. Todo lo que tuve que aguantarme por no parecer un niño pretencioso, por querer que se alejara de ella. No lo miré tanto, aunque su mirada pesaba sobre mí, y podía notar de reojo, como me analizaba de arriba hacia abajo, como intentando buscar algo que se le había perdido, como si yo le debiera dinero o como si tuviéramos una cuenta pendiente. Yo lo ignoré y seguí en la ejecución de mi plan, y pensaba en las palabras adecuadas para redactar mi carta hacia ella. No iba a ser fácil expresarle tantos sentimientos en una hoja de papel, pero lo intenté, y esto fue lo que le escribí:
"Qué bueno que no te entienda, y aun así me sigas pareciendo la mujer más guapa y perfecta de este mundo. Aunque tú no lo sepas, las noches en las que no he podido dormir bien, por estar pensando en ti, me han servido para darme cuenta de que me quiero quedar en ti, siempre en ti. Qué bueno que seas complicada, porque eres mi misterio. Tu mirada es un misterio, al igual que tu sonrisa. Qué bueno que estés aquí, qué bueno que te hayas tardado tanto y qué bueno que haya sido difícil conquistarte. Qué bueno que me encantes tanto, qué bueno estar tan enamorado de ti, y qué bueno que seas lo mejor que tengo en mi vida. No empeoras nada, tú todo lo mejoras, lo negativo, lo conviertes positivo y si mi autoestima no me funciona, tú la reanimas. Me haces sentir vivo cuando me miras, me tocas y me besas. Qué bueno que hayan pasado ocho meses de estar juntos y qué bueno que queden muchísimos más por vivir contigo. Y qué bueno que seas solo mía "
Luego de leer y releer lo que le había escrito me sentí botando maripositas por todo el cuerpo, de lo cursi que había sido al escribir esa carta, pero daba igual, ella representaba todo lo que allí le había dicho y confiaba en que me mirara con amor y me dijera que me perdonaba. Me aproximé a su casa, eran un poco más de las seis de la tarde, y hacía algo de frío. Tenía un plan perfecto para llegar, saludarla y decirle lo que sentía.
-Alejandra, mi amor. -Llamé a su puerta.
Estaba nervioso, esperando que no me recibiera ningún regalo, que no me abriera o peor aún, que me dijera que lo mejor era terminar ahí.
-Ho... Hola, ¿qué haces aquí a esta hora? -Me preguntó, algo sorprendida.
-Veo que no te alegra mucho verme, pero necesitaba verte. -Le dije con tono de resignación y vergüenza.No podía permitir que la oportunidad más grande de mi vida, se fuera de mi lado por no poder controlar un manojo de emociones adversas a las que yo quería sentir.
-Aleja, quise traerte estas flores y este chocolate, pues porque te amo, y sé que te gustan muchísimo. Además, tengo una carta para ti, ¿me dejas pasar o me abrazas? Hace mucho frío aquí afuera.
Entonces me abrazó como si fuese la última vez que lo fuera a hacer o como si llevara año sin verme. Me estrujó tanto, que no tuve otra opción que abrazarla aun mas fuerte. Ahí permanecimos un momento, mientras rozaba su espalda con mis dedos.
-Aleja, eres todo lo que tengo y hago bien, no te quiero perder.
-Por favor, no me sueltes nunca. -Dijo con la voz quebrantada.
-No llores, me siento una basura. -Dije decepcionado.
-Pero no lo eres. Puede que pienses que eres un desastre, pero para mí eres todo lo que está en orden en mi vida.
-Perdóname, perdóname, Aleja.Ambos lloramos y entonces decidimos que era mejor entrar a su casa, para conversar con más calma. Dejó mis presentes en su cama y luego volvió a la sala, donde yo estaba sentado en un mueble de su casa. Ella me miró, aún con los ojos húmedos y entonces pensé que yo no podía permitir que por su rostro corrieran lágrimas de dolor por mi culpa.
-Quiero que leas la carta, sé que te va a gustar. -Le dije, mirándola fijamente a los ojos.
-Prefiero leerla más tarde, antes de irme a dormir, te prometo que lo haré.
-Está bien, pero me dices qué piensas a cerca de ella. Quisiera que la leyeras ahora. -Insistí.
-¡Dios, qué terco eres! -Dijo entre risas y negando con la cabeza.Aleja tenía la particularidad de lucir bien hermosa, así estuviera en pijama. Yo a ella la había visto de todas las maneras posibles y siempre me había parecido la chica más guapa. Así que al ella decirme eso, no quise insistirle más, y más bien decidí aprovechar el rato para sacarle unas cuantas sonrisas. Ya sabía, incluso sin que ella lo hubiera dicho, que me había perdonado, y me sentí liviano, relajado y con un deseo inmenso de comermela a besos.
-De camino acá, me encontré con tu primo Peter, estaba algo borracho y casi que cayéndose. Es un cabeza de chorlito. -Dije entre risas, buscando hacer agradable el momento.
-He intentado que deje el trago, pero eso parece tenerlo a él dominado.Peter era un primo de Aleja, muy querido por ella, pero que había encontrado en el licor, lo que en otras partes no.
-Aleja, aquí dentro hace frío también, ¿tú no tienes? -Puse en marcha mi plan.
-Sí, claro que tengo. -Me respondió, frotando su antebrazo derecho con su mano izquierda.
-¿Puedo abrazarte? -Le pregunté con un tono inocente y sin mirarla a la cara.
-Está de más preguntarlo. -Respondió con una pícara sonrisa.Me aproximé a ella y rápidamente parecíamos ser uno solo, por la forma de que hicimos al abrazarnos. Allí acurrucados en un mueble de su casa, me di cuenta de que a pesar de haberle llevado flores, chocolate y una carta, el mejor regalo para ella, era yo.
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Sentir que vuelo cuando te abrazo
RomanceHay una sensación diferente al encontrarme piel a piel contigo, y me llevó tiempo asimilar, que incluso sin tocarme, me haces sentir vivo, porque precisamente de eso se trata la vida. Eres mi vida. Quizás cueste cuidar un amor por el cual se esperó...