Viaje

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Hoy teníamos el viaje a Los Ángeles, eran muchas horas de viaje y a mí me daba miedo volar por lo que en la farmacia me compré algo para que me relajara en el vuelo. Estábamos todos listos y bajamos para coger el taxi hacía el aeropuerto. Una vez abajo en el parque de al lado habían varios policías y varios reporteros. Mis amigos por la curiosidad decidieron asomarse a la escena como otra mucha gente que también querían ver lo sucedido. Una vez cerca vimos dos cadáveres de dos chicos de poco más de 16 años, la escena era perturbadora, los dos chicos estaban completamente desfigurados, uno de ellos estaba abierto en canal y sus órganos esparcidos por la arena, y el otro tenia una gran apuñalada en el cuello. La escena era horrorosa. Era impactante ver eso e impedí que Lucía pudiera ver algo porque ella era algo sensible. Salimos rápido de aquel parque para coger los taxis. Una vez ya en los taxis estaba pensando en que yo había matado a aquellos chicos pero pense que era un sueño.

Después de una hora, llegamos al aeropuerto. Embarcamos en el avión y ya estábamos de camino a Los Ángeles. Me tomé las pastillas para que pudiera dormir todo el vuelo, después de tomarmelas fui consiente del peligro que había expuesto a la gente del avión, mientras dormía no podía controlarme, era preso de mi otro yo, pero al final acabe durmiendome.

Me desperté y me sentía raro, gire mi cabeza a la derecha y vi a mi lado a Lucía durmiendo. Me levanté para no despertarla. Una vez de pie sentí una sensación rara detrás mía, me giré con miedo y allí estaba, el otro yo. Tenía agachada la cabeza, solo podia verle su sonrisa y su pelo largo azulado.

—Mira detrás tuya... —dijo el otro yo.

Mire detrás mía y vi a Lucía al lado mío en el asiento. Mi cuerpo estaba aún en el asiento dormido, y yo estaba delante de este ser.

—¿Cómo has echo esto? —pregunté enfadado.

—Esto lo provocas tu. —dijo aquel ser.

—¿Cómo?

—Estas perdiendo el control de ti mismo.

Me quedé en silencio porque en el fondo sabía que era verdad.

—Yo no puedo perder el control de mí... —dije asustado.

—Si que puedes... solo escucha mi voz...

—¿Y qué hago para despertar?

—Eso tienes que hacerlo tu solo.

Entonces desperté derrepente.

—¿Te pasa algo? —preguntó Lucía media dormida.

—No nada, una pesadilla.

Pasó unas horas y por fin llegamos a Los Ángeles. Nos esperaban allí Mangel y Andrés para recogernos. Después de un largo camino, llegamos a su casa, que mas que casa era una mansión. Hablamos de todo lo que habíamos pasado todo este tiempo. Historia tras historia llegó la noche y otra vez mis pesadillas.

Desperté de pie en mitad de un parque, misteriosamente había llegado hasta aquí. Entonces vi delante a mi otro yo.

—Pelea. —dijo burlandose.

Entonce me abalancé hacia el y le golpeé en la cara desequilibrandole un poco, le volví a pegar otro puñetazo pero era imposible derribarlo. Le di una patada en el lateral de la rodilla y se arrodilló. Me heché para atrás y cogí carrerilla, salté y con la fuerza de la caída pisé su cabeza. Salía un montón de sangre de su cabeza y pero aún se movía e intentaba levantarse apoyandose con las manos, entonces cogí su cuello y se lo torcí hasta romperselo y matandole. Miré su cadaver cansado y sonreí. Entonces alguien detrás mio me habló.

—Estoy aquí. 

Seguía de pie y sin ningun rasguño, era imposible.

Volví a por él y no reaccionó rápido, me pusé detrás suya y le hice un candado con mis brazo en el cuello ahogandole, entonces sentí una rabía en mi interior y con mi mano tiré de su cuello fuerte para el lado donde estaba mi brazo ahorcandole, tiré con más fuerza hasta partirle el cuello, pero eso no me bastaba y segí tirando hasta que llego un momento que empecé a desgarrarle la piel del cuello. Ejercí más fuerza y le arranque medía cabeza hasta la nuca. Entonces le tiré al suelo, me miré la ropa y estaba lleno de sangre, sentía como tenía sangre en mi cara. Cogí su cabeza y con el pie le rompí la nuca y le arranqué la cabeza. Miré su cara y lo tiré lejos como si fuera un balón. Todo había acabado, o eso creía hasta que escuché la voz de mi otro yo.

—Eres más sanginarío que antes, ahora mira los cadaveres.

Al mirarlo ví que no era mi otro yo, eran otras personas que no conocía de nada.

—Ahora escucha mi voz y vuelve a la casa.

Después de eso volví a quedarme dormido.

El otro yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora