"Sentimientos olvidados"

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—Para, quiero ir más despacio, no puedo seguirte.

—Ya casi estamos, aguanta un poco más.

No sabía dónde íbamos, ni tan siquiera qué es lo que me quería mostrar, solo pude atisbar la emoción en sus ojos cuando me dijo que le acompañara. Era una tarde calurosa de verano, de esas sofocantes que te impiden hacer cualquier esfuerzo físico por miedo a caer desmayada, pero ahí me tenías, montada en una bicicleta y pedaleando a toda velocidad para no separarme de él ni un milímetro.

— ¿Qué es lo que quieres enseñarme? —pregunté curiosa

—Mira que eres impaciente. Es una sorpresa. — Giró su cara y posó sus ojos sobre mí, haciendo que el rubor de mis mejillas me sofocara un poco más. Pude ver su sonrisa perfecta y su pelo alborotado.

Unos metros más adelante frenó, obligándome a hacer lo mismo, tan bruscamente que casi aterrizo dejándole patente mi torpeza innata. Dejó su bici en el suelo y agarrándome de la mano tiró suavemente de mí y me hizo correr tras él. Allí, a su lado, me sentía ligera; mis piernas flotaban sorteando las piedras y las ramas del camino para no tropezar. Nunca me había sentido tan bien y es que estar cerca de él, era uno de mis hobbies favoritos.

—No quiero parecer una niña pequeña pero... ¿Falta mucho?

—Un par de minutos, venga date prisa que ya casi estamos.

Aunque mis piernas querían llegar y mi corazón, a juzgar por la intensidad con la que latía, también, mi cabeza no quería, porque sabía que en el momento que llegáramos me soltaría la mano; y me gustaba tanto notarla sobre la mía, que cuando ocurriera no podría evitar sentirme sola, abandonada.

—Espera un segundo. — Dijo, mientras sacaba un pañuelo de su mochila.

— ¿Qué vas a hacer?

Sin contestar, me rodeó y colocándose tras de mí, me colocó el pañuelo sobre los ojos y con sus manos ágiles hizo un nudo para que no se me cayera. Un escalofrió me recorrió el cuerpo y mi imaginación empezó a volar como la de una quinceañera. Durante unos segundos se me vinieron a la cabeza la de cosas que podíamos hacer los dos en aquel lugar, yo con los ojos tapados y él a mi lado. Empecé a sentir un calor que me subía por todo el cuerpo y me sentí culpable por mis pensamientos.

— Déjate llevar. ¿Estás preparada?

—Sí. — Conteste, casi tartamudeando. Noté que me empujaba. Andamos unos minutos más; no sabría decir exactamente cuántos metros, ni en qué dirección fuimos, porque estaba tan nerviosa y tan extrañada a la vez, que no podía dejar de pensar porque estábamos allí, los dos solos y yo con los ojos vendados.

Por fin hizo que parara y me quitó el pañuelo de los ojos. Era el lugar más bonito que había visto nunca, un lago se extendía ante mis pies, y al fondo una cascada que emanaba vida, justo detrás nuestro, un gran claro en el que había dispuesto una mantita y junto a ella un cesto de mimbre.

—Bueno, ¿Qué te parece?

— ¿Esto es para mí?

—Para los dos. —Me guiñó un ojo—Me apetecía estar un rato a solas contigo y poder charlar como lo hacíamos cuando éramos pequeños. ¿No te gusta?

—Claro que me gusta. Es solo que no lo esperaba, de eso hace ya mucho tiempo y desde aquel día no lo habíamos vuelto a hacer.

—Ya lo sé, me comporte fatal contigo, fui un estúpido y todavía no sé porque me perdonaste.

—Tú mismo lo has dicho, éramos pequeños.

—Nunca debí burlarme de ti, ni decirte todo aquello, porque además fui yo quien te robo la carta, quien la leyó aun sabiendo que estaba mal, que era tu intimidad y que si la leía, esta quedaría pisoteada. Lo que no podía imaginarme era lo que ponía en ella, nunca me habías dicho nada, y con esto no quiero justificar mi actuación, pero entiéndeme, me pilló por sorpresa, éramos amigos desde siempre, te consideraba como la hermana que jamás tuve, mi mejor amiga, mi confidente y leer todo lo que ponía en esa carta... Tuve miedo porque yo no sentía lo mismo, no podía corresponderte y supe que te haría daño. Luego fui corriendo hasta donde habíamos quedado y te solté todo aquello, sin pensar, porque en realidad no lo sentía y sin darme cuenta, en aquel momento, de todo el daño que te estaba haciendo. Recuerdo que te fuiste corriendo, sin decir ni una sola palabra, con los ojos inundados en lágrimas y cuando fui a pedirte perdón aceptaste mis disculpas sin pedirme ningún tipo de explicación, simplemente me abrazaste y me dijiste que no pasaba nada.

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2016 ⏰

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