Única Parte

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Todo comenzó cuando era un vulpix. Vivía junto a mi familia en un monte similar a un prado. Allí habitábamos solo vulpixs y ninetales. A cada uno de nosotros, los vulpix, se nos enseñaba desde el primer día que teníamos un destino que cumplir. Algunos podrían ser enseñar, guiar, morir, o demás. <<En aquellos tiempos jamás pensé en todo lo que tendría que vivir.>> En aquellos primeros días de mi vida, mis maestros que nos entrenaban, que eran unos ninetales, nos enseñaban cosas de nuestros mundos y también del mundo humano. Los ninetales somos conocidos como uno de los pokémon más sabios. El anciano de nuestra manada, era muy sabio. Él siempre nos contaba historias sobre otros ninetales que tuvieron diferentes estilos de desenlaces. Nosotros, que éramos muy jóvenes, solo nos divertíamos y vivíamos cada segundo.

Al cabo ya de un año, a los vulpix que cumplían los requisitos para cumplir su destino, se les hacía evolucionar en ninetales y se los dejaba libre para que cumplieran su destino. Yo en esos tiempos no era muy fuerte y carecía de todo lo que necesitara para cumplir mi destino. A nosotros los vulpix que nacíamos del huevo, nos dedicábamos directamente a entrenar y aprender. Así hasta que estuviéramos listos. Yo creía que mi destino no sería más que algo malo, y que no sería la gran cosa. Un día el anciano de la aldea se me acerco. Para mí era un privilegio estar ante su presencia, ya que un pokémon de esa categoría no se veía muy a menudo. Él me dijo que tenía una misión para mí. Muy especial.

Consistía principalmente en ir y buscar a un monte una baya muy escasa a los alrededores de nuestro territorio. Decía que no sería complicada mi tarea, así que asentí, y fui en busca de cumplir aquella misión. Pase por un prado extenso y hermoso. Conocí a pokémon que jamás había visto, y vi diferentes lugares a lo que estaba acostumbrado a ver. Semanas después de tanto viajar, llegue a mi destino. Fui en busca de la baya. Y cuando la encontré y la cogí, un resplandor segador apareció en aquel lugar. No pude ver nada, pero si escuche al pokémon delante de mí. Este me dijo: . . Hija mía, tengo una misión muy especial para ti. Necesito que encuentres al elegido del fuego, y que lo conviertas en el ser que debe ser. Aparecerá ante ti, y cuando lo veas, sabrás que es el.

Apenas podía ver su figura. Era enorme, blanco, con una especie de argolla en el centro del cuerpo. Había escuchado de ese pokémon hacía ya tiempo. Era arceus. El dios pokémon. No pude responder nada, y él me dijo: . . Hija mía, si no haces caso de lo que te digo, desgracias ocurrirán si no cumples tu misión. Encuéntralo, y guíalo por su camino. Al instante, aquella luz cegadora desapareció. Volvía a ver. Pero, estaba asustada. No sabía si seguir con aquella misión, o simplemente seguir con mi vida ordinaria.

Llegue de la misión del sabio, y le entregue la baya que pedía. Opte por seguir mi vida normal, e ignorar lo que me había pasado. Pensé que a lo mejor por el cansancio había tenido esa especie de ilusión. Ya que arceus era el dios pokémon, y era muy que muy difícil que apareciera. Así pasaron los días. Otros vulpix convertidos en ninetales salían en busca de su misión a cumplir su destino. Seguía siendo débil, así que decidí entrenarme un poco.

Un día cualquiera, fuimos de expedición con otros vulpix, a un lago maravillosamente hermoso. Fuimos guiados por unos ninetales mayores y fuertes en caso de que se requiriera fuerza en contra de otros pokémon. Llegamos allá sin ningún problema. Fuimos y la pasamos súper bien. Pero de vuelta. Empezaron a ocurrir cosas extrañas. Unos vulpix desaparecían, los ninetales mayores los buscaban, pero no los encontraban. Así que seguimos con el regreso a casa. No dejaron de suceder cosas extrañas: . . los vulpix desaparecían, nos atacaban pokémon muy fieros, dejando a los ninetales débiles, y cosas así.


No quise prestarle atención a lo que estaba pasando, así que seguí con el regreso a casa. Al final, después de un grupo de 15 vulpix y 3 Ninetales, solo volví yo sano y salvo. Los demás caían al suelo muertos. Sin tener heridas ni nada parecido. Llegue a mi hogar, y me encontré con una sorpresa. Todo estaba en llamas. Cuerpos por todos lados, ensangrentados, despedazados... . . Cosas así. Al ver todo eso, pensé que era por lo que me había dicho arceus. Y me puse a llorar. Me fui de aquel lugar y camine sin rumbo. Sabía que sería difícil, pues era débil, y los pokémon podrían fácilmente derrotarme o matarme.

El Destino de NinetalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora