Capítulo 20.

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CAPÍTULO 20 —. ILUMÍNAME DE CURSILERÍA.

Hicimos el camino hacia el lugar donde Nickolas había aparcado el auto. En ningún momento soltó mi mano y la idea de que quizá comenzara a sudar me llenaba de nerviosismo, sin embargo, no sucedería, gracias a que en cuanto estuvimos a un par de un par de pasos del estacionamiento, se desencadenó una lluvia tan traslúcida y suave que hacía cosquillas al caer sobre mi rostro, no obstante, increíblemente rápido se desencadenó un diluvio con gotas gigantescas que casi parecían un enorme granizo golpeando con intensidad en el suelo, provocando un sonido chasqueante con cada golpe.

La lluvia era tan intensa que lo que faltaba de camino al estacionamiento con facilidad nos dejaría totalmente empapados, aunque ya estábamos afuera y la lluvia nos había tomado por sorpresa provocando que estuviésemos casi como si hubiésemos tomado un ducha con la ropa aún puesta.

Agradecí al cielo de que mi blusa era de un negro profundo que no podría transparentarse dejando a la vista mi ropa interior ni en un millón de años.

Frustrada me crucé de brazos aún bajo el gran diluvio de lluvia que comenzaba a crear una especie de niebla la cual no dejaba ver a un determinado perímetro de distancia. Sentía una horrible sensación en mis pies con el agua adentrándose en mis zapatos, cosa que logró fastidiarme aún más. Por el otro lado, escuché perfectamente una risa fanfarrona de parte de Nickolas que logró sacarme de mi inmensa frustración y le obsequié una sonrisa de confusión.

Su mano aún seguía sujeta a la mía...

—Lluvia —dijo como respuesta a mi sonrisa, alzando su mano libre para intentar capturar las diminutas gotas.

Traté inútilmente fruncir el ceño, sin embargo, su reacción sólo logró que yo también soltara una carcajada.

—Oh, no me digas. No lo noté.

Nickolas sonrió y con su mano libre llevó su cabello mojado hacia atrás, lanzando pequeñas gotitas en distintas direcciones. La camisa se le había ceñido al cuerpo, marcando su abdomen a la perfección. Tenía que girar la mirada antes de que él notara que ahora mismo estaba anonada con su increíble aspecto desaliñado.

Al instante, un rubor tiñó mis mejillas, pero bueno, era lluvia, tenía que aprovecharla, apartar la mirada de Nickolas sólo un simple segundo y disfrutar. Lancé el lindo pero incómodo calzado que Danica se había molestado en obsequiarme. Aunque posiblemente nunca los utilizaría de nuevo.

Eché a correr bajo la lluvia dando traspiés y provocando un chasquido al pisar cada pequeño charquito, el atuendo se adhería a mi piel gracias a la lluvia, se me dificultaba un poco dar pasos largos y mi cabello mojado sobre la piel de mi nuca me producía cosquillas. Me sentía casi como una niña corriendo bajo la lluvia, pensando en que la forma en que caían las gotas chocando con el suelo, producían alguna clase de melodía.

Me giré hacia Nickolas que sonreía observando cada uno mis movimientos. Arqueé una ceja y le contemplé planteándome lo siguiente que diría.

—¿Vienes?

Frunció su frente sorprendido. Luego, lo siguiente que vi, era que corría hacia mí demasiado rápido para ser franca. Di media vuelta y eché a correr en otra dirección intentando huir de él, pero atrapó mi cintura con fuerza entre sus brazos obligándome a observarle.

Desvíe la mirada.

—Roxana —me llamó con un tono tan suave que me sentí obligada a mirarle—. ¿Nadie te ha dicho que te ves muy hermosa bajo la lluvia?

Reí aferrándome con fuerza a su camisa.

—No —respondí echando mi cabeza atrás para encontrarme con sus hermosos ojos verdes—. Eres él primero.

Un compromiso arreglado por el gobierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora