Bastardos Inmortales

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— Quizás deberías matarme, Kibum —gritó desde el otro extremo donde se encontraba —extendió ambos brazos y dejo que su arma cayese en lodal—. ¡Mátame! He echado a perder tu jugada y la Emperatriz no ha muerto, asesiné a tus hombres y me he hecho blando.

***

Jonghyun se mantenía quieto bajo aquel diluvio incontrolable, las gotas caían y caían, convirtiendo borrosa su visión, pero podía alcanzar a notar a Kibum de pie, agitado al igual que él; seguramente adolorido por los golpes propiciados, la sangre hirviendo y el deseo de matarlo concentrado en esos dedos listos para tirar del gatillo. Lo había dejado sin poder, gloria, honor o dinero.

Su misión estaba completa cuando Kibum quedó estupefacto al observar la cama vacía de la Emperatriz al entrar en la alcoba real, la impotencia de ver como sus hombres morían por un ejército salido de alguna parte que emboscó a sus tropas. Todo había terminado, sí, pero aún sentía esa rabia insoportable que se expandía por todo su cuerpo, llenándolo de un odio inigualable e incomprensible. No era suficiente para él. La derrota del Máximo General, no era suficiente para Jonghyun porque su corazón quedó roto cuando se vio como uno más en aquellos telegramas de dudosa procedencia para Kibum.

En las noches de los fríos días del octavo mes de un año del pasado, el espía había permanecido quieto, con la mirada fijo en algún punto de la pared mohosa y húmeda de su habitación, y la idea de morir zumbando por los rincones de su mente algo trastornada. Recuerdos de caricias prohibidas, mimos y besos susurrantes escondidos tras la puerta de la majestuosa alcoba de Kibum, se hacían presentes. Revoloteaban en la nada mientras una sensación de angustia y desesperación recorría su cuerpo. La sensación de culpa lo invadía cada vez; sin embargo, una noche entre uno de sus muchos paseos nocturnos, luego de hacerle el amor a Kibum con pasión, entró a su despacho y descubrió la verdad. Viéndose traicionado, aquella noche Jonghyun quizás perdió algo más de cordura de la que ya había perdido y la ira se volvió en su motivo de existencia. El espía de cabello blanco como la nieve y resplandeciente como escarcha, tomó su tiempo en torturar hasta la muerte a todo aquel que hubiese tenido relación con su antiguo amante; lo disfrutó, sí, la sangre fluyendo entre sus manos. El poder absoluto sobre una vida resultaba tan excitante. ¿Kibum habría experimentado esta sensación también? Ser un dios de la muerte jamás había resultado ser tan tentador...

Habíase enterado del plan del Máximo General unos días antes de partir al presente. Sería la última vez que lo vería y quería recordar por siempre esa afilada mirada en sus ojos, desgarrándolo. Llegó a la hacienda más alejada de ciudad "S" mucho antes de que el otro llegase. Esperó con impaciencia y justo antes de las cuatro de la mañana, divisó a un cuerpo encapuchado tratando de arrancar el auto que él mismo se había encargado de descomponer.

— ¡Mierda, arranca! —Kibum estaba al borde de la desesperación. El ejército imperial no tardaría en llegar y él debía apresurarse para pasar la frontera.

— No funciona —un sujeto con el cabello empapado al igual que su abrigo, habló. El General alzó la vista, tembloroso y desconcertado

— Está completamente muerto—una sonrisa perversa comenzaba a dibujarse en su pálido rostro, apoyó el peso de su cuerpo sobre unas manos curtidas y los dorsos moteados de pequeñas quemaduras—. ¿Pensabas ir a alguna parte, General?

— Tú... maldito... —apretó con fuerza los dedos sobre el volante.

Observó con tranquilidad irritante como el hombre con un parche en el ojo izquierdo, retiraba con furia una pistola de su sobaquera. Jonghyun ignoró su desprecio y miró por sobre él, arrojando su cigarro.

— El ejército está por llegar, acabo de llamarlos. Creo que vas acabar podrido tras barrotes. Lindo final, ¿eh?

— ¿En serio crees que dejaré que me atrapen? —el General apuntaba directo al cuello de Jonghyun.

— Vamos, apunta. Apunta. —la mano de Jonghyun, pegó más el arma contra su huesudo cuello. Presionando con sus pupilas a Kibum. — Que no te tiemble la mano, Kibum, porque yo no vacilaré en mandarte al infierno si decides huir.

***

Luego de una hora de haber estado golpeándose sin piedad y con heridas en todo el cuerpo, a punto de caer. Ambos sabían que solo uno de los dos tendría irse para siempre.

***

— ¿No tienes los huevos suficientes? ¡¿Acaso solo sabes ladrar, perro?!

— ¡Cállate o te reviento los sesos, traidor! –—la mano de Kibum comenzó a temblar a la medida que avanzaba de manera torpe y lenta sobre el lodal.

— ¿Traidor? ¡Tú eres el peor traidor de la historia! ¡Eres un maldito arribista, una malputa ambiciosa! Traicionas a tu país y ahora huyes.

Kibum apretó los dientes y se alistó a disparar justo en el medio de la frente, sin compasión.

— ¡Yo te amaba! – las palabras salieron atropelladas, con las lágrimas comenzando a correr al igual que las finas gotas de sangre que bañaban su rostro enlodado—. Pensé que el mundo podía irse a la mierda y quedarme a tu lado,... no me importaba que fueras un perro traidor, que hubieses matado a tantos... a mis amigos. ¡¿Por qué, Kibum?! ¡¿Por qué me traicionaste?!

Kibum notó las lágrimas cayendo sobre su rostro sucio y la voz quebrada, pero esta vez su mano no tembló y avanzó la distancia que los separaba. Cuando estuvo al frente de él, tanto que sentía su propia respiración, lo agarró de la solapa de su abrigo para que lo observara directo en los ojos. Tratando de transmitirle algún mensaje todavía desconocido para Jonghyun.

— El sentir amor ha sido tu único error y te ha hecho blando, Jonghyun. Yo lo único que deseo es poder —la pistola apuntaba contra el pecho del espía sin vacilación alguna.

Los segundos se volvieron eternos y la respuesta de Kibum quedó enterrada bajo los relinchos provenientes del establo, del viento que furiosamente golpeaba las puertas algo astilladas. Iban y venían. Los segundos pasaban y el General iba impacientándose, pero la respuesta verbal de Jonghyun jamás llegó.

Luego de unos segundos eternos más, entre la lluvia y las indolentes ráfagas de viento, el joven de cabellos blancos alzó la mirada. Sus pupilas se encontraron, pero el mensaje no podía distinguirse con claridad. Fue en aquel momento que Kibum perdió concentración entre su objetivo y la mirada oscura de Jonghyun. Este mostrando una ligera muestra de una fila de blancos y perfectos dientes, observó como el General abrió los ojos por el asombro de sentir algo clavándolo, matándolo; iba cayendo en lodo y la sangre empezaba a brotar: líquida, hermosa y pura.

— ¡¿Qué me has hecho?! —Kibum trataba de parar la hemorragia en un lado de la costilla. El dolor se hacía insoportable de resistir.

— Tienes razón, me he hecho blando, General —Jonghyun río. Sus pupilas se volvieron más oscuras y su semblante más macabro–. En otro tiempo, ya estarías bajo tierra... pero, veamos que tanto aguantas hasta la frontera con esa herida. ¿Implorarás al igual que tus otros amantes? Estoy muy ansioso.

Kibum aún tirado en el suelo observó y reticente a mostrar debilidad o miedo solo trataba inútilmente de parar la hemorragia entre maldiciones y sin querer perder movimiento alguno del espía, pero el cansancio le ganaba y los parpados se volvían pesados.

Antes de encontrarse con su padre, observó la fría mirada de su antiguo subordinado y aquel aparato brillante como el metal, pero demasiado diferente en estructura, alojado en las manos enemigas. Las preguntas zumbaban en su mente, pero realmente se sentía muy cansado.



Y eso es todo. Un poco extraño pero es muy bello, teníamos pensado hacer esto un poco más largo pero eso ya será con el tiempo. 


¡Gracias por leer y no se olviden que hay más historias sobre el JK y el 2min! 



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