CAPÍTULO UNO

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Sola

Hoy hace frío, no es como otros días, es otoño, pero no es normal que esté tan helado. El suelo está gélido. Hoy sí qué necesitaré mis pantuflas. Es extraño que aquí en Roughville la temperatura esté tan baja, al menos en octubre, aunque puede deberse a que ya está acerca diciembre. Aun así, nunca había sentido tanto frío ni en los meses más hostiles. Roughville está a una hora de Miami, Florida. Es una ciudad pequeña. Hay pocos lugares donde ir a comprar. La electricidad y las señales telefónicas fallan mucho aquí. Las farolas se encuentran solamente en las esquinas y casi siempre están fundidas. Pero ayer, todo parecía normal. Tan normal como cualquier otro día. Hoy es tan distinto, puedo verlo desde la oscuridad penetrante que ambienta mi habitación.

Hace tiempo tuve problemas mentales, eso me dejó secuelas horribles, ahora no soporto dormir con las luces apagadas. El miedo que siento en mis sueños es tal que... he llegado a vomitar al despertarme de las pesadillas. No sé cuánto tiempo más me queda de cordura, pero quiero aprovecharlo bien, no quiero desperdiciar mis días en cosas inútiles. Siempre he querido hacer una maqueta con mis padres, de lo qué sea; siempre y cuando sea disfrutando de la compañía de ellos. Pero el tiempo me lo ha negado, es como tratar de luchar contra una cascada. Contra una caída hacia lo extraño, hacia el vació de la locura. Es raro pensar en eso otra vez, inclusive por lo extraño que se ve mi cuarto a oscuras; es como si fuese el cuarto de otra persona y no el mío. Me levanto de mi cómoda cama. Como si algo en esa oscuridad me atrajese. Me quedo mirando a la nada, hasta que por fin reacciono. El silencio es tal que un pitido me invade la mente, casi como si me privasen del sonido. Al apretar el apagador no hace absolutamente nada, no hay electricidad. El día se pone cada vez más extraño, primero el frío, luego ese profundo silencio y al parecer se ha ido la electricidad; lo cual no es extraño en Routhville. Abro las persianas... lo que miro... es imposible, aquí nunca ha nevado; pero ahora ¡Está nevando!

Lo más raro de todo es que por la ventana no hay ni un alma, ni siquiera los amigables, pero algo fastidiosos, niños del vecindario. Es como si todos siguieran durmiendo en sus casas. Tal vez solo es coincidencia, quizás solo sea un corto en la electricidad, un clima loco, y posiblemente me levanté muy temprano; aunque el sol ya ha salido. Tengo que ver si todo está en orden.

Abro la puerta, que está fría, tanto como lo estaría el refrigerador. Mi casa se ve normal, no hay nada de extraño. Pero no veo a mis padres, y esto es tan raro, siento como si caminara en nubes o algo así. Grito: "Mamá... Papá... ¿Dónde están?". Pero nadie me responde. Voy a la cocina, al comedor, al patio, a la segunda planta... No hay nadie. El terror me recorre por todo mi cuerpo, siento algo frío en la nuca, es como si me estuviese muriendo desde adentro. Mi peor miedo, ser abandonada por todos, parece estar volviéndose realidad.

Mis padres nunca salen, y cuando lo hacen mínimo dejan una pequeña nota pegada en el refrigerador. ¡El refrigerador! ¡No he revisado sus puertas! A toda prisa, casi corriendo, aun en pijama y pantuflas, me dirijo a la cocina a revisar la puerta del refrigerador. Mis padres siempre me regañaban por correr en las escaleras, pero esta es una emergencia. Pies de mantequilla, pantuflas desgastadas y una pijama larga no ayudan a evitar una caída. Solo siento como si una nube me detuviese desde la espalda, y me tratara de levantar. Como si mi mente tratase de evitar que algo sucediese. Solo siento un terrible dolor de cabeza al momento de tocar el piso.

Abro los ojos muy lentamente. Todo me da vueltas. Es como si estuviese en un sueño. Todo se ve como si tuviese una neblina muy espesa. Estoy en lo que supongo es un laboratorio, ya que todo lo que logro ver son doctores, enfermeras, máquinas raras, e instrumentos de cristal que se ven muy brillantes.

Entonces oigo a una enfermera decirme:
—No te despiertes, no luches Laurie, no estás sola.

—Ponle más suero o morirá—le ordena uno de los doctores.

La enfermera agarra una jeringa y me inyecta el brazo mientras me dice:

—Aquí estamos Laurie, no te preocupes, duerme.

Y todo se pone oscuro.

Entonces oigo una voz:
—¡Laurie!... ¡Dios mío! —Y abro los ojos.

Lo único que veo es una sombra entrando por la puerta. Es Rosette, mi mejor amiga desde preescolar. Siempre ha sacado las mejores notas de toda la clase, pero eso no le quita lo bonita y popular.

—Déjame ayudarte a levantarte... —me dice mientras me agarra de la mano, y me ayuda a ponerme de pie. Luego se acomoda su rizado cabello rubio. Y me hace sentarme en uno de los sillones.

—¡Mis padres! —digo en voz baja, sin saber lo que estoy balbuceando y con las pocas fuerzas que me quedan intento levantarme del sillón.

—¡Estas sangrando Laurie! Siéntate voy a traer unas vendas para tu cabeza. Ahora vuelvo —me dice Rosette, en ese momento recuerdo que nunca revisé las puertas del refrigerador.

Me levanto y camino a la cocina, que por cierto no es mucho el trayecto. Observó aquel refrigerador beige algo antiguo que no está en sintonía con la cocina. Busco hasta en el suelo, pero no hay ni una sola nota.

—¡Laurie! no deberías estar aquí... te puedes morir, no puedes perder más sangre, tienes que descansar —dice Rosette al sorprenderme.

—Mis padres no están Rosette, es como si se hubieran esfumado —le menciono con lágrimas en mis ojos—. Tengo que encontrarlos.

—Descuida, descubriremos que sucede. No hay nadie más en el pueblo, solo Christian y yo; ya revisé las calles más cercanas, y lo único que queda son las huellas de las personas en la nieve. Ya tiene rato que no he visto a Christian, tendremos que ir a buscarlo. Pero primero tengo que curarte tu cabeza. —me dice mientras se levanta y me pone las vendas que tiene en la mano.

Todo se pone borroso de nuevo y me tengo que sentar. Rosette me dice:

—Descansa Laurie.

Me recuesto en uno de los sillones blancos y Rosette se sienta en el de al lado. Todo se pone oscuro.

BORRADA (Incluye Soundtrack)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora