Enero...
Me encontraba yo, como cualquier otro joven en su cama, un día de invierno. Cambiándole a los programas de la televisión. He escuchado que hay aplicaciones para ver películas, pero no me apetece pagar por ello.
Me encuentro en depresión desde hace unos meses. Evito salir con mis amigos. Simplemente no tengo interés.-Jane, vamos. Será rápido- mi madre se paseaba por mi recámara.
-No me apetece- me envolvía en mis enormes cobijas.
Esconderme del mundo es mi mejor trabajo.
-Jane, no sales de casa. No comes mucho y duermes poco -lo decía como numerando los detalles -¡Vamos hija!- me destapó y sus enormes ojos me contemplaban con suplica.
Tenia razón, yo me estaba encerrando en mi mundo. La vida consiste más en subsistir, que en ser libre y feliz.
-Te espero abajo- con seguridad, me ordenó.
Miré a mi alrededor. Solo podía escuchar el viento paseándose por fuera de mi ventana. Posiblemente era necesario que yo saliera de este profundo hoyo. Darme a la tarea de derribar los muros que me he impuesto yo.
Me incorporé, me puse los zapatos y me ajuste el pelo, caía a mis lados, guardé mi móvil en el bolsillo por si la dichosa reunión se ponía aburrida. Recordé tomar mis auriculares y cargador. Por si eran necesarios.
Cuando me vió bajar, se marcaron sus hoyuelos. Y yo sé que sentía como si Di Caprio ganara el Óscar.-Llegaremos por la noche Rob-avisó a mi padre y éste nos despidió en la puerta.
Subimos al auto, nos colocamos los cinturones y condujo.-Te encantarán-guiñó el ojo. No sé como mujeres de 48 años podrían encantarle a una joven de 23.
Asentí, mientras ella sostenía con firmeza el volante y no se pasaba los altos.
El cielo se teñía de gris, que espesas nubes lo cubrían.-Hemos llegado- apagando el motor. La casa era muy grande, cuatro veces mayor que la nuestra, aproximadamente.
Por la puerta salió una mujer, corriendo al auto y nos recibió con un enorme abrazo.
-Pasen, ya solo las esperábamos a ustedes. Comenzará a caer agua nieve.
No perdimos mas tiempo y seguimos a su amiga.-Siéntanse cómodas- su sala era tan elegante. La chimenea, las mujeres. El calor te abrasaba y tomamos asiento.
-Ella es mi hija Jane-mi mamá me presentó y todas sonrieron.
Diciendo que era bonita, que me parecía mucho a mi madre.
Nos sentamos después de risas y piropos.
¿Qué se supone que hacen las mujeres en reuniones de esta clase? Mis amigos y yo, hacemos fiestas donde hay alcohol o cartas. La dueña de la casa se llamaba Carol.
Momentos después sirvieron té y café. Sólo bebía, mientras escuchaba sus bromas y platicas sobre matrimonios, hijos, trabajo. ¿En verdad se reúnen para hablar de nosotros? Que martirio.A Carol la tenía a mi lado, pero estaba concentrada en mi celular.
-Los jóvenes de ahora, viven de la tecnología-me codeó. Y todas rieron.
-Jane, suelta eso- me presionaba con la mirada mi madre.
Las demás mujeres hacían cómo si no notaran mi poco interés a su charla. Tuve que guardarlo.-Oh no Kate, querida. Era una broma.
Se disculpó y parecía muy agradable. No sé para que acepté venir.
Se escucharon unos pasos y apareció su ama de llaves.-Sra Jones, su hermano está al teléfono- se retiró.
-Disculpen- salió de la sala.Aún mi madre me miraba de forma grotesca. Y yo puse los ojos en blanco.
Así que mejor me levanté, para aligerar la tensión. Me asomé afuera, pero estaba cayendo la dichosa agua-nieve, así que mejor subí las escaleras. No creo que le moleste que inspeccione su casa. Al subir todo estaba un poco oscuro, la tarde apenas caía. Y el pasillo era enorme. Habían cinco puertas de madera, no comprendo para que tantas, si al parecer vive sola. Es lo que mi madre ha dicho de camino acá. Ya sé que hurgar es algo malo, pero soy curiosa. La primera era enorme, y era suya. Lo supe porque olía a una especie de flores con canela. La segunda parecía de un hombre, el olor a loción de madera inundaba la alcoba. Lo que entonces me hizo pensar que ella no vive sola. Las otras dos parecían para huéspedes. Y la última estaba con seguro. Ahí fue donde mi curiosidad creció. Pegué mi oído a la puerta...
ESTÁS LEYENDO
Jet Black Heart
AcakAlgunas veces la cura que tanto buscamos es la misma enfermedad que nos hizo caer, en este hoyo oscuro infinito. A veces solo se trata de intentarlo una vez más. De colmar nuestros temores, de encerrar nuestros dolores y de arrullar a nuestros demon...