Los demonios están por todos lados, persiguiéndonos, escondiéndose en las sobras, esperando el momento adecuado para atacar, son como los cazadores, apuntándote con un arma que te destruye la vida si te alcanza el disparo. Tienen miles de disfraces por lo que es difícil reconocerlos, pero no cabe duda de que están, más cerca de lo que piensas. Cuando te alcanzan se meten dentro de tu piel, tan profundo que es imposible poder sacarlo, te retiene en un callejón sin salida, no puedes gritar, ni correr, solo ver cómo te destruye, si logras sacarlos nunca más serás la misma persona, solo quedara la sombra, trozos de lo que un día fuiste.
Mi demonio es el pasado, uno lleno de sufrimientos, vi cosas que una niñas de 11 años nunca tuvo que haber visto, cosas que me dejaron heridas que nunca pude curar con el paso del tiempo, cosas que me convirtieron en la persona que soy, cosas que todos los días me provoca pesadillas, cosas que siempre intento olvidar aunque sea por un rato, hago cualquier cosa para poder olvidar. El pasado me consumió, se apodero de mí y ahora no me deja ir, soy su prisionera. Estuve repasado los momentos en mi cabeza una y otra vez, y siempre llego a la misma conclusión <<Pude haber hecho algo>>, pero no lo hice, me quede parada observando, paralizada por el miedo, sigo preguntándome si se hubiera hecho algo ahora mi mamá estaría viva, pero siempre me justifico que era muy pequeña, pero la realidad es que era una cobarde, y de cierto modo lo sigo siendo, porque no he podido enfrentar el pasado, no he podido perdonar, no he podido seguir adelante, deje que mi vida se volviera oscura. Yo sola me condene, pero admitir eso no hace que mi vida sea menos dolorosa, admitirlo solo lo convierte en realidad, en mi realidad, siempre me pregunte si había un mundo alternativo, donde yo durmiera 8 horas seguidas sin pesadillas, donde mi madre estuviera viva, donde no odiara a mi padre, donde todo simplemente fuera perfecto, aunque lo hubiera no estoy ahí, solo me queda aceptar mi historia.
Vivíamos en el barrio de Bajo Flores en la ciudad de Buenos Aires, una zona muy peligrosa, teníamos una casa muy pequeña que parecía que se estaba por caer, no teníamos muchos muebles ya que mi papá no le alcanzaba para comprarlos, él se dedicaba a juntar la basura de las calles, el sueldo apenas nos alcanzaba para comer, abecés ni eso ya que él era alcohólico y todos los días luego de trabajar venía borracho. Pero todo empeoro el día que perdió el trabajo por armar un conflicto con otro de los empleados, ese día vino a la casa peor que nunca, yo estaba en mi pieza cuando escuche un grito, cuando me asome por la puerta la vi a mi mamá tirada en el suelo llorando y suplicando mientras mi papá le pegaba una y otra vez sin compasión y le gritaba, mi madre ya no daba más tenía toda la cara con moretones, con los brazos llenos de cortaduras. Yo solo me quede mirando, sin poder moverme, esa primera vez yo tenía 10 años, no sabía qué hacer, solo esperaba que terminara.
Las semanas fueron pasando y mi papá cada vez más de seguido le pegaba. Cuando terminaba se iba a su cuarto y se encerraba, mi mamá venía a mi cuarto con todos sus moretones y me decía que esto iba a acabar, que no tuviera miedo y que no odiara a mi padre, pero eso fue algo imposible. Un día, mi papá se alcoholizó como nunca, llegó a la casa, se sacó el cinto y le empezó a pegar una y otra vez sin descansar, mientras mi mamá gritaba y lloraba, la agarro del pelo y le pego contra la mesa dejándola inconsciente, cuando vio que no se movía no hizo nada, simplemente tiro el cinto y salió por la puerta principal devuelta a la calle, yo salí de mi cuarto y llamé a la ambulancia con el número que me dio una de las vecinas, cuando pasó eso yo ya tenía 11 años y no quería seguir viviendo en ese infierno. Cuando llego la ambulancia la llevaron y yo la acompañe, a tan solo dos días que estuvo internada, tiempo en que en ningún momento vino a visitarlo mi papá, llego un policía a decir que recibió una denuncia de que ella recibía maltrato por parte de su marido, denuncia que seguro hizo una de las vecinas, pero ella simplemente negó todo, diciendo que se habían entrado a robar, después de eso estuvo 1 semana más internada, cuando volvimos a la casa esa tarde no encontramos a mi papá, mi mamá estaba tan mal que tenía que usar bastón para caminar y algunos moretones todavía se le notaban. A la noche llego mi papá, cuando la vio le empezó a gritar reclamándole que la casa estaba sucia y que le cocinara, yo salí de mi cuarto y empecé a barrer mientras ella cocinaba, en la heladera no teníamos casi nada, asique preparo sopa con un las pocas verduras que había, cuando le sirvió él le tiro la comida caliente y le empezó a pegar con el pretexto de que siempre cocinaba lo mismo, yo como cobarde me escondí en mi cuarto, aterrada, sin saber qué hacer, rezando para que todo terminara. Al otro día cuando llegue de la escuela a mi casa a las cuatro de la tarde estaba la puerta abierta, cuando entre la vi, estaba tirada en el suelo que una pistola en mano y un tiro en la sien, había sangre en el piso, me acerque corriendo y me arrodille a su lado, su cuerpo estaba frío y pálido, me quede arrodillada a su lado hasta que a la noche llego mi papá a casa, cuando la vio se puso pálido y se fue todo rastro de borrachera porque agarro el teléfono y llamó a la ambulancia, luego me sujeto del brazo y me arrastraba hasta la casa de la vecina mientras yo pataleaba y gritaba para poder escaparme, pero fue imposible y mis gritos solo lograron que los vecinos salieran a ver qué pasaba, cuando me soltó volvió a la casa para esperar a la ambulancia, yo solo me quede sentada en una silla de la casa de doña pepa, la vecina, mirando a la nada, cuando escuche las sirenas de la ambulancia y la policía, salí corriendo al frente, cuando abrí la puerta vi como sacaban una camilla con una persona envuelta en algo negro y detrás salió mi papá que estaba rojo y llorando, eso me causó tanta repulsión que salí corriendo a donde él estaba y le grite con todas mis fuerzas que por su culpa mi mamá se había matado e intentaba empujarlo, él ni siquiera se movía solo me miraba sin ninguna expresión en el rostro, no me di cuenta que alguien me agarro de la cintura hasta que me arrastro, era un policía que estaba intentado detener lo que estaba pasando, yo forcejeaba para soltarme mientras lloraba y lo acusaba a mi papá de asesino. A mi padre lo llevaron a la comisaria a declarar mientras que a mí me volvieron a llevar a la casa de doña Pepa y me dieron un tranquilizante porque estaba muy alterada. A la mañana siguiente vino una mujer de servicios sociales a llevarme a un centro de adopción, cuando llegue le pregunte a la directora que iba a pasar con mi papá, tenía ganas que lo arrestaran y no lo dejaran salir más, pero ella me dijo que el juez solo lo obligo a ir a alcohólicos anónimos y tomar clases de control de la ira.
Cuando cumplí los 14 años, me dijeron que mi papá había terminado de cumplir su condena y que estaba recuperado, yo solo no lo quería ver nunca más, pero el vino y me suplico que lo perdonara, me dijo todo lo arrepentido que estaba por lo que hizo, pero eso solo logro que lo odiara más, porque a la persona que más daño hizo no estaba viva para que se disculpara. Me llevo a vivir con él a una gran casa en el barrio de San Telmo, me contó que en este tiempo que estuvo en rehabilitación estudio una carrera de técnico en computación y que consiguió un muy buen trabajo en un banco. Mi papá en realidad había cambiado y había rehecho su vida, al poco tiempo que me mudé con él se casó con Mariana que era una contadora y se mudó con nosotros, yo la odiaba y le hacia la vida imposible gritándole y diciéndole en cada oportunidad que tenía que jamás iba a ocupar el puesto de mi madre.
Cuando cumplí los quince me dieron la noticia de que iba a tener un hermano, a él la odie más que a mi madrastra. Cuando pasaron los meses nació Micaela, una niña muy parecida a mi papá, con ojos azules, cara redonda y un pelo castaño casi rubio, lo único parecido a Mariana era su sonrisa. Ella recibió el cariño que yo nunca obtuve por parte de mi padre, todo era ella y la poca atención que había recibido fue arrebatada por Micaela. Todas las veces que lloraba yo salía a la calle, me iba con unos amigos y nos emborrachábamos en cualquier lugar, sin importarnos nada. Todos mis amigos eran como yo, personas que vivían en una eterna oscuridad sin salida, que solo buscaban olvidar, aunque sea por un rato, todas las cosas que nos atormentaban, nuestros peores enemigos era la sociedad que no nos entendía y juzgaban nuestros actos sin saber que había detrás. Aunque me gustaba estar con mis amigos sentía que estaba vacía y así fue hasta que conocí a Emanuel. Yo estaba por tener dieciséis cuando en un bar lo vi, tenía el pelo largo, su cara estaba llena de aros, era alto, muy flaco y con muchos tatuajes en el brazo. Esa noche, de la otra punta, él se me quedó mirando, yo abecés le devolvía las miradas, pero en toda la noche no se acercó.
Todos los sábados él estaba ahí, mirándome, pero no venía a mi encuentro, solo me observaba. Hasta unos 5 sábados más tarde, yo estaba sentada tomando una cerveza y él se sentó a mi lado y con una voz muy grave empezó coquetear. A los tres meses nos volvimos novios, nos juntábamos todas las noches a dar vueltas en su moto y hacer carreras con sus amigos. Una noche el me invitó a su departamento que estaba en el barrio "La Boca", empezó a besarme y yo lo seguí y poco a poco nos fuimos quitando la ropa. Esa noche perdí mi virginidad. Cuando me desperté eran las 4 de la mañana, como siempre provocada por una pesadilla, él se despertó alarmado al escuchar como gritaba, no me consoló, solo me gritó que me callara y salió del cuarto, yo me quede acostada, sin saber qué hacer, al rato me fui donde él estaba, lo encontré en el comedor aspirando como un polvo blanco, cuando notó mi presencia dio vuelta y me lo ofreció, diciéndome que era cocaína y que no era nada malo, no era la primera vez que lo veía ya que muchos de mis amigos lo consumen. Cuando vio que dudaba me alentó para que lo intentara, me acerqué a él y me senté en su pierna, aspire por el tubito que me dio y sentí algo único, se sentía bien. Yo me sentía bien. A partir de ahí todas las noche me escapaba de mi casa para ir con Emanuel a los bares o a su departamento. Cuando nos faltaba dinero le robaba a mi papá o a mi madrastra, era algo que no podía dejar, se sentía bien sentirlo, al fin podía cambiar algo de la mierda que llamaba vida, salía de mi cuerpo para ser alguien más.
Cuando mi padre se enteró ya que notaba grandes sumas de dinero faltante me gritó y me mandó a un centro de rehabilitación. A los pocos meses salí, pero no había mejorado nada, todo lo contrario, lo necesitaba más que nunca y Emanuel me lo daba. Así es como viví hasta ahora, si es que lo mío se podía llamar vida, todo lo que me rodeaba era falso. Yo era falsa, nada era real y lo sabía, aún lo sé.
Soy Mía Gonzales, tengo 18 años, mi padre se llama Cristian, mi madre muerta llamada María, una madrastra que es Mariana, un novio llamado Emanuel, consumo sustancia sicotrópicas, dejé la escuela cuando tenía 16 años, no trabajo y mi vida es una verdadera mierda.
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A Oscuras
Teen Fiction"Los demonios están por todos lados, persiguiéndonos, escondiéndose en las sobras, esperando el momento adecuado para atacar, son como los cazadores, apuntándote con un arma que te destruye la vida si te alcanza el disparo. Tienen miles de disfraces...