Capitulo único.

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Todos queremos ser amados.

~Primer acto~

El manto azulado y brillante cubría el cielo, las luces del cartel estaban desgastadas, tintineantes diría mi padre, las paredes externas eran de un beige viejo y cascado, mientras las internas iluminaban el lugar con su pureza blanca.

Anude el mandil celeste a mi cintura, el trapo en mi cadera estaba algo sucio, suspire. Habría que lavarlo nuevamente.

--"Te necesitan en la mesa seis, Peeta"--Johanna me regala una sonrisa mientras su dedo se hunde juguetona mente en mi hombro, su cabello castaño juega con los bordes de su nuca. Lleva un mandil muy similar al mio y por debajo unos jeans gastados que probablemente tendría algunos años.

Le devuelvo la sonrisa y dejo las tazas sucias en el mármol donde posan los platos para llevarlos a las mesas. Finnick me da una sonrisa desde la rendija y me guiña un ojo. Los patines se resbalan por la cerámica color naranja, hasta la mesa que se me han indicado.

Por la ventana observo al viejo y borracho Haymitch, como todos los días, esta con su gran abrigo marrón hasta las rodillas que lo guarda del frio y unos pantalones negros, en su mano derecha lleva un tarro donde un par de monedas suenan. En la mesa, el joven me da su orden.

Un capuchino y un pastel de chocolate.

Lo anoto mientras le digo que si necesita algo mas no dude en llamarme. La campanilla suena y como un autómata dirijo la mirada hacia la puerta de cristal.

Espero por ella, como todas las noches.

Todos queremos enamorarnos pero ¿Realmente es posible encontrar el amor?

Lo gracioso es que el mundo ama las historias de amor.

Por eso las colecciono.

El corazón golpea contra mi pecho ante la decepción que lo acongoja, la señora de avanzada edad es la nueva clienta. Ella me regala una sonrisa y se sienta en el taburete que esta libre, junto a otra repisa de mármol. El lugar es pequeño pero cálido, me desplazo hasta la mesa ocho, donde tomo los platos usados para llevarlos a la cocina.

El pueblo es pequeño, todos se conocen.

Miren a Peeta.

Él parece ser un simple mesero de un restaurante local.

Pero canta como un ángel;

Creanme, yo lo .

--"Dime chico enamorado"--Finnick sonríe esperando la siguiente orden, rodó los ojos y luego sonrio, dándole la orden de la mesa seis.

Dejo los platos en la alacena y me dedico a limpiar los alrededores a ella--"¿Que va a ordenar señora Mags?"--

La anciana me sonríe haciendo que se formen mas arrugas en su rostro--"Lo mismo de siempre niño"-- asisto y le grito a Finnick que prepare un late de vainilla. Me alejo para arreglar la pila de platos y vasos sucios, la espuma y el olor a limón se cuela en mis manos mientras los lavo, empiezo a tararear concentrando en mi labor, ignorante de que me escuchen.

Escribe canciones en el tiempo muerto.

Demasiado tímido para cantarlas.

--"Menuda voz"-- me sobresalto cuando la conocida voz sale de improvisto y cercana, volteó a la derecha encontrándome con Johanna--"Si cantaras, este sitio no daría abasto para tanta gente"--.

THG: Las lenguas del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora