Alma

Una día más de instituto. ¡Cómo lo odio! Ojalá un meteorito se estrelle contra el instituto y no podamos volver en un largo, largo tiempo.

Para qué engañarme, sé que no va a pasar.

O eso creo.

Me levanto a las 7:15 como todas las mañanas para ir a clase. Me visto, desayuno, me lavo los dientes, me peino y salgo de casa.

Como todos los días a primera hora, me toca clase de Química. No está mal, me gusta. Sobre todo porque el profesor también es el que da clases en el Club de Astronomía del que soy miembro, junto con solamente tres personas más. Es un poco triste que algo tan maravilloso como la astronomía tenga tan pocos seguidores.

Llego al instituto cinco minutos antes de que toque el timbre, por tanto, el profesor aún no ha llegado, y como es normal, hay gente de clase que espera apoyada en las paredes del pasillo a que el profesor venga.

Nunca he sido capaz de mantener una conversación un poco decente con alguien de clase, y eso que ya llevamos tres meses...pero mi excusa es que soy un poco tímida. Pienso cambiar, eso está claro, porque si sigo así, me cerraré muchas puertas, pero de momento, lo veo complicado... La única persona con la que hablo que llega pronto por las mañanas es con una chica nueva de este curso, como la mitad de la clase, debido a que su instituto se quemó en septiembre porque un gamberro gracioso entró por la noche y prendió fuego a yo qué sé qué en el laboratorio de química, con tan mala suerte que había un producto inflamable en el laboratorio... Hay que ser un poco bobo al quemar algo en un laboratorio.

-Hola- le saludo a Candela, la chica, con una sonrisa- ¿qué tal?

-Hola Alma, pues nada, no he dormido muy bien, así que ahora estoy cansada, pero intentaré soportar todo el día- me dice con una sonrisa en la cara.

No he podido evitar darme cuenta en el chico que está a nuestro lado, que va a nuestra clase y se llama Diego... La verdad es que me parece un chico muy atractivo, con su metro ochenta con dieciséis años, su pelo castaño, sus ojos color avellana...

*Alma, deja de pensar en él, sabes de sobra que no tienes siquiera una oportunidad con Diego, él es demasiado perfecto* me digo a mi misma. Intento hacerme caso...pero no puedo.
Si soy sincera, desde que tengo memoria que estoy enamorada de él. De pequeños jugábamos juntos en el parque al acabar las clases, pero al ir creciendo y al dejar de ir al parque a pasar las tardes, pasamos de ser buenos amigos a dejar incluso de saludarnos. A pesar de ello, nunca ha dejado de gustarme.

Antes de que comience otra vez a recordar esos perfectos momentos, el profesor llega y nos abre la puerta.

Nos sentamos los pocos que estamos y los que faltan van viniendo. Me permito divagar por los recovecos de mi mente, dejando de lado al perfecto chico que se sienta detrás de mí. Maldita sea, por qué tiene que estar tan cerca, así mi mente no podrá apartarse de él.

Por suerte, mi amiga Andrea no tarda en llegar y se sienta justo a mi lado, haciendo posible que podamos hablar de cómo nos ha ido el fin de semana y así olvidarme un poco del Diego que está oyendo todo lo que decimos.

Vuelve a tocar el timbre, y me hace volver a la Tierra, señalando que la clase va a comenzar.

- Bueno, hoy practicaremos la formulación química haciendo ejercicios - explica el profesor. No puedo estar más aburrida. La formulación no es lo mío, no se me da bien. Puedes ponerme delante cualquier cosa y te lo haré a gusto y bien, pero esto no, por favor.

Hay silencio en clase mientras la gente hace los ejercicios. Entonces es cuando me distraigo y me sumerjo en un mundo donde no hay cretinos que se creen mejor que nadie...bueno, no reales. Me sumerjo en mis pensamientos sobre los libros que he leído, como qué ponía en la nota que Daemon le pasó a Katy en la Saga Lux, como cómo seguirá el siguiente libro de la serie After o cómo sería un hijo entre Patch Cipriano y Nora...

-¿Alma?-se oyen risitas por detrás de mí. Oh no, no me he dado cuenta de que me he quedado pasmada mirando la pared. Oh no, por favor...- ¿Estás bien?-pregunta el profesor.

-Sí, sí, es solo que... Lo siento, me he distraído-nuevas risas saltan por detrás.

Cómo no, son las de siempre. Las "perfectas".

Por suerte vuelve a tocar el timbre señalando que es hora del cambio de clase.
Me dispongo a salir cuando Anabel, una de las peores personas que conozco, me tira todos los libros y se va riendo.

Me dispongo a recogerlos, pero en mi campo de visión veo una mano que recoge mi libro de Matemáticas. Recorro el brazo que sujeta el libro con la mirada, y mi corazón da un vuelco cuando veo la cara de la persona que me está ayudando.

Es Diego.

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