Uno nunca es consciente de que algo le falta hasta que por fin lo tiene. Por triste y pesimista que suene, yo carecía totalmente de vida antes de conocer a Eilah.
Aquella mañana me desperté con dolor de cabeza y el martilleo del teléfono de mi casa agujereándome los tímpanos. Miré el reloj: las 8.36 de una mañana de domingo. Murmuré un "maldita sea, que alguien coja el teléfono", aunque sabía que nadie podía oírme. Cerré los ojos y volví a dormirme, hasta que la puerta de mi habitación se abrió.
Mi madre entró y subió la persiana sin cuidado alguno de no hacer ruido. Hice caso omiso, fingiendo estar dormida, hasta que un murmullo me alertó.
-Vete a despertar a Lysandra...
Empecé a abrir los ojos y, cuando estaba a punto de preguntar con quién hablaba, un pequeño pero pesado cuerpo cayó sobre mí, dejándome sin respiración.
-¡Buenos días, Lys! -me chilló una voz aguda en el oído.
Giré sobre mi misma para quitármela de encima, y la niña rodó hasta mi lado con un gritito.
Kate acababa de cumplir los nueve años, una edad potencialmente peligrosa para mi salud mental. Era mi prima pequeña, la hija de la hermana de mi madre, Julia.
Sin dirigirle una palabra a la sonriente niña, palpé la mesilla en busca de mis gafas.
-Mamá... -refunfuñé en tono de protesta.
-Julia ha llamado. Me ha preguntado si podría cuidar de Kate esta mañana y le he dicho que estarías encantada de llevarla al parque.
Puse los ojos en blanco y aparté el edredón, tapando a Kate y encerrándola en un lío de tela, brazos y piernas. Sabía que no podía huir de ella tan fácilmente, pero al menos podría librarme unos minutos.
Un cuarto de hora después ya había desayunado y me había vestido, y las dos nos dirigíamos al parque que había a dos manzanas.
Kate era bajita para su edad, y el enorme plumas rosa de Hello Kitty acentuaba esta característica. Su pelo rubio estaba contenido bajo un gorro también rosa, con guantes y bufanda a juego. Sus pasos eran rápidos (para avanzar a la vez que yo) y repiqueteaban en los adoquines, con unas botitas de charol perfectamente conjuntadas.
Yo, a su lado, parecía una vagabunda. La tía Julia era considerablemente repipi.
El parque estaba infestado de críos, a pesar de que eran poco más de las nueve de la mañana. Yo, con dieciséis años y en el apogeo de mi adolescencia, odiaba a los niños con toda mi alma. Si me resignaba a aguantar a la pequeña Kate era solo porque la tía Julia era generosa a la hora de dar propinas.
Solté a Kate cerca de los columpios y elegí un banco desde el que poder vigilarla.
Cuando me estaba acercando, me fijé en que sobre él había una nota, con una piedra encima para que no se volara. A su lado descansaba también una flor de cerezo, aunque no había cerezos en el parque y ni siquiera era época de que estuvieran en flor. Miré a ambos lados antes de cogerla, pero nadie parecía prestarme atención. Era un folio blanco, normal, doblado una sola vez. Lo desdoblé y lo leí en voz baja: "En el caso de que nadie te lo haya dicho hoy aún, eres preciosa".
Me sonrojé y me subí las gafas de pasta negras tímidamente. Pasé la yema del índice sobre las letras y la 'a' de 'preciosa' se corrió un poco; aún era reciente, quien la había dejado estaba cerca. Registré los alrededores con la mirada, pero una vez más, no vi a nadie. La persona que había dejado la nota ya no estaba por ahí, o al menos estaba escondida.
Releí el mensaje. La letra era clara y redonda, bastante femenina. Cuando me disponía a guardarla, me percaté de que estaba firmada; en la esquina inferior derecha, se podía leer un nombre: "Eilah". Bajo la firma, había una réplica diminuta de un pentagrama satánico.
Sonreí. El diablo acababa de piropearme.Al día siguiente de camino al instituto, di un pequeño rodeo para pasar por el parque de nuevo. Tenía la esperanza de encontrar una nota nueva.
Pero no había ninguna nota. Ni en aquel, ni en ningún otro banco.
Estaba decepcionada, pero ante todo, enfadada conmigo misma. ¿Cómo podía haberme ilusionado tanto por una estúpida nota? ¿Cómo podía haber pensado que era para mí, cuando era tan evidente que Eilah la había colocado aleatoriamente? Y lo más importante, ¿por qué pensaba siquiera que Eilah existía?