19. Una cita

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Las palabras de esa mujer me dejan completamente desconcertada. Un gran silencio invade la habitación. Estoy completamente muda por un lapso de tiempo. No sé qué decir, no puedo ni siquiera moverme y mi cerebro intenta procesar eso, no sé si es una broma, no sé si habla en serio, definitivamente no sé nada en un momento como este.

— ¿Qué estás diciendo? —Pregunto con el ceño completamente fruncido. — ¿Estás oyéndote? ¿Tienes noción de las estupideces que acaba de pronunciar? —Cuestiono acercándome más a ella con cada pequeño paso.

—Gea, yo... —Balbucea moviendo su cabeza de un lado al otro. Ahora no parece segura, se ve realmente asustada y atormentada.

— ¿Cómo te atreves a presentarte en casa de mis padres para decirme semejante estupidez? ¿Cómo eres capaz de verme luego de todo el daño que me has hecho a mí y a Adrien? ¡Eres una maldita perra! ¡No me importan tus disculpas, no me importa lo que tengas que decir! —Chillo completamente fuera de control. Tomo su brazo y su estúpido bolso con todo el odio del que puedo ser capaz y la arrastro hasta el recibidor. Estoy perdiendo mi valioso tiempo con basura como ella. No lo vale, jamás perdonaré el hecho de que ella haya estado antes que yo en la vida de Adrien, jamás perdonaré todo lo que dijo y para mí maldita desgracia, sus palabras fueron verdad.

—Necesito disculparme. —Dice forcejeando conmigo. —No sabía que estabas embarazada, no sabía que de verdad estabas enamorada de él. Me sentía celosa porque Adrien se veía realmente feliz y...

— ¡No me importan tus motivos!

La miro de reojo, tomo su brazo de nuevo y la llevo en dirección a la puerta. El pasillo se ve invadido por gritos y lamentos de esa mujer, pero no me los creo, no puedo hacerlo. Jamás seré capaz de perdonar todo lo que me hizo. Ahora me siento superior y si tengo que pisotearla, entonces lo haré.

—Lo lamento. —Dice en medio de un sollozo que hace que me detenga. —Necesito decirte lo que sucedió, tienes que escucharme. —Me suplica de manera penosa. Por un instante siento lástima, pero luego no siento nada. Esto es patético.

—Habla. —Le ordeno soltando el extremo de su chaqueta que parece ser tan costosas como las que suelo utilizar. Es obvio que ella ha vivido bien durante mucho tiempo y eso es lo que más me molesta.

—Todo lo que he dicho es verdad. —Me dice en un susurro. —Si fuimos novios, si vivimos juntos, pero cuando el terminó la relación, nada volvió a suceder. —Me asegura luciendo realmente mortificada. Me doy miedo a mí misma porque comienzo a creer su actuación. —Admito que intenté seducirlo, hice de todo para que cayera de nuevo, pero cada vez que lo intentaba estabas tú... ¡Todas las veces que me insinuaba, estabas tú! —Grita señalándome.

Siento como la ira se apodera de mí, no soy demasiado celosa, bueno, a veces sí, pero esta mujer logra despertar toda mi furia. Sé que Adrien jamás haría algo así, a veces vacilo, pero siempre tengo en mi interior esa seguridad, así como yo también sé que jamás haré nada. Estoy demasiado enojada, demasiado confundida y necesito liberar esta tensión de mi cuerpo.

Doy un paso al frente con una sonrisa. Ella me mira con los ojos muy abiertos y luego traga un nudo que se forma en su garganta.

—Podría golpearte aquí y ahora, pero soy una dama, tengo un bebé dentro de mi vientre que necesita calma y no pienso ponerlo en riesgo por una miserable basura como tú.

Comienza a llorar y lentamente siento como mi pecho se hincha de alivio y de felicidad. Me gusta verla así, me gusta que se sienta como un insecto. Yo me sentí así en el momento de la verdad.

—Fuera. —Espeto señalando la puerta de salida que no está muy lejos. —Lárgate antes de que pierda la paciencia y te saque de aquí con mis propias manos.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora