22. Pepinillos

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Salgo de la ducha con un camisón de seda color salmón. Me acerco a la cama y corro las sábanas un lado. Adrien parece realmente concentrado y no nota mi presencia. Me veo sexy, huelo bien y tengo deseos de sexo, ¿Cómo no puede verme, siquiera?

—Adrien... —Lo llamo en un murmuro para que me preste atención. Pongo los ojos en blanco y luego leo la portada de lo que se supone que lee. No puedo enfadarme. Tiene el libro de los mil nombres entre sus manos y eso explica su concentración.

Sonrío porque no puedo evitarlo. Me muevo sobre la cama, le quito el libro y me siento en sobre piernas. Primero parece querer protestar, pero cuando se da cuenta de que soy yo, una sonrisa se forma en su rostro. Besa mi mejilla y luego coloca el libro delante de ambos.

— ¿Qué hacías? —Pregunto acariciando su mejilla.

—Leía algunos nombres. —Dice viendo la infinita lista con todo tipo de nombres.

—Marqué algunos de los que me gustaban con un lápiz. —Le digo tomando el libro entre mis manos. Comienzo a buscar las páginas y cuando las encuentro, se las enseño. Son solo tres nombres, pero son mis favoritos.

—Será niña, estoy completamente seguro. —Dice con una sonrisa.

—También lo ceo. Es por eso que ni siquiera he abierto la sección de nombres de niños.

Isabella, Jane, Mia

—Son bonitos, pero no me convencen. —Dice con el ceño fruncido. —Siento que algo le faltan a esos nombres.

—Lo sé. —Le digo en un leve murmuro. —A mí me sucede lo mismo. No he logrado encontrar alguno que tenga ese significado especial. Tiene que sonar fabuloso.

Adrien sonríe y luego comienza a pasar las páginas una a una deteniéndose para examinar los nombres rápidamente, pero ninguno logra convencernos. He leído esa lista varias veces, pero nada me parece perfecto para pequeño ángel.

—Me gustaría que sea extraño. Que no sea usual. —Le digo apoyando mi cabeza en su hombro. Adrien asiente como si estuviese de acuerdo con lo que digo.

—Tiene que ser extraño e intimidante como el tuyo. —Murmura con una sonrisa.

— ¿Mi nombre es intimidante? —Cuestiono con el ceño fruncido.

—Claro que lo es... —Afirma. —Gea Eggers. —Pronuncia. —Suena realmente aterrador.

Me rio fuerte y codeo su estómago a modo de broma. Adrien me besa el cuello y luego acaricia a pequeño ángel.

—Es broma. Tu nombre es hermoso. —Asegura.

Seguimos viendo nombre y nombres y comienzo a tener sueño. Adrien comienza a leer la corta lista de nombres con K. Ambos recorremos la página con la mirada, nos detenemos en uno y luego nos miramos a los ojos. Lo encontramos. Es perfecto.

—Un diamante en el cielo. —Lee el significado con el tono de voz cargado de emoción. —Perfecto, ¿No? —Pregunta con una sonrisa.

—Me encanta. —Le digo con un hilo de voz. —Kya Eggers, suena hermoso. —Admito.

—Kya Eggers. —Repite mientras que acaricia mi vientre de quince semanas. —Mi pequeña Kya...

Comienzo a despertar. Me muevo de un lado al otro y revuelvo mis pies debajo de las sabanas. No quiero despertar, pero me veo obligada a hacerlo.

—Mierda. —Digo en un murmuro. No quería despertar, pero lo hice de todos modos. Me siento en la cama, coloco ambas manos sobre mi cara y suelto un suspiro. Miro la pantalla de mi teléfono celular. Es martes y son las tres de la mañana. Comienzo a llorar, no quiero hacerlo, no quiero despertarlo, pero si no lo hago enloqueceré.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora