Rojo, como la silueta que bailaba en los cielos de París.
Chat Noir observaba el reflejo de la luna en el Sena, sentado al borde del puente que estaba a los pies de la torre Eiffel. Parecía concentrado en el vaivén del agua oscurecida por el cielo. Era una noche tranquila y pasaban muy pocos coches, así que un no tenía que estar tan preocupado por algún posible altercado nocturno. También había que tener en cuenta que eran las cuatro de la madrugada y estaban entre semana, eso ayudaba a que la siempre activa París tuviera un momento de relajación. No había ni un peatón en la calle.
Él no debería estar ahí, al día siguiente tenía clase.
Con un suspiro melancólico se levantó y estiró. Las cosas en su casa estaban más tensas de lo común gracias a un despiste de Natalie. La pobre asistenta de su padre dejó escapar una carta dirigida a su madre en el correo del mayor de los Agreste. Fue el momento en el que los gritos y reclamos empezaron. Adrien salió de su casa en cuanto su padre se cansó de desahogar su furia en él, al intentar calmarlo.
Gabriel Agreste aún no superaba la desaparición de su mujer.
Chat Noir dirigió su mirada hacia la torre Eiffel, volvería a su casa después de pasar un rato en uno de los niveles del emblemático monumento. Llegó sin dificultad alguna, escalando y dando saltos. Una vez arriba se sentó cruzando las piernas y con la espalda encorvada. Una fresca brisa primaveral le revolvió su despeinado cabello. Cerró los ojos e intentó buscar un instante de paz. Estaba roto.
—Vaya, gatito, ¿no es un poco tarde para estar por ahí?
Reconoció enseguida la voz decidida que oyó a sus espadas. Mientras abría los ojos, sus labios se curvaron levemente, aplacando su apatía.
—Lo mismo digo, my lady. Terminamos la patrulla hace horas —se giró para mirarla, con una sonrisa pícara en la cara.
—Tuve un presentimiento —Ladybug puso los brazos en jarras y arqueó una ceja—. Uno de un gato tonto que estaba triste. Al parecer mi intuición era cierta.
—Oh, pero yo no estoy triste —Chat Noir se levantó y dio unos pasos hacia ella—. No puedo estar triste cuando te estoy viendo.
Ladybug emitió un ligero suspiro y eliminó la distancia que los separaba, abrazando a su compañero de lucha. Chat Noir se sorprendió y no fue capaz de mover ni un sólo músculo.
—Es humano sentir tristeza de vez en cuando —le susurró la heroína al oído—, además, sabes que me tienes a mí para lo que sea —rompió el abrazo y le dio un beso en la mejilla—. Es tarde, vuelve a casa, Chat.
Ladybug le dio un golpe amistoso en el pecho y se fue, saltando por los tejados. Chat Noir se quedó ahí, parado. Reaccionó al fin y se llevó la mano a la mejilla que ella había besado, observando como la figura de un flamante rojo parecía bailar por el cielo nocturno.
Definitivamente la amaba, la amaba porque era la única que calmaba su acongojado corazón.
Naranja, como los primeros tonos del atardecer.
Marinette sonrío mientras despedía con la mano a su tío. Después del concurso de cocina quedó tan encantado con París y su sobrina que había vuelto en varias ocasiones. Adrien estaba a su lado, imitando el gesto de la chica. El rubio había servido de interprete nuevamente, como cada vez que el chef iba a Francia para ver a su familia. Cheng Shifu aún no entendía muy bien el francés y normalmente Adrien terminaba traduciendo frases a chino y viceversa.
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Rainbow
FanfictionRojo, como la silueta que bailaba en los cielos de París. Naranja, como los primeros tonos del atardecer. Amarillo, como el vestido que llevó aquel soleado día. Verde, como los ojos de su amor. Cían, como la bufanda que le obsequió. Añil, como el vi...