Capítulo Único.

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El olor a azúcar tostada y chocolate batido era tan denso que se podía percibir claramente desde la Avenida Principal; los transeúntes enseguida quedaban enganchados por ese particular aroma y desviaban su camino en ese callejón abandonado del antiguo distrito comercial de Kyoto.

Era un pequeño, casi diminuto local de arquitectura tradicional: puerta corrediza y piso de tatami, alumbrado por minúsculas lámparas de luz cálida. A simple vista nada extraordinario pero por dentro, era una explosión de colores y aromas: pequeñas vitrinas atiborradas de mil colores y el aire cargado de diferentes aromas entremezclados, tan dulces y embriagantes que de tan sólo olerlos era difícil no empalagarse.

"Confitería Mibuchi" era el nombre que adornaba la entrada del local que, sorpresivamente, rara vez se encontraba vacío. La campanilla de la entrada se hizo presente y ambos empleados voltearon hacia la puerta, uno de ellos con un semblante evidentemente impaciente.

—Bienvenido. — Saludó el chico, hijo del dueño.

Con una enorme sonrisa plasmada en su rostro, como ya era costumbre, les daba la bienvenida a todos los clientes; y tan servicial como podía, sugería cada uno de los dulces -elaborados a mano- que se encontraban en el local.

A pesar de la ubicación del local, era un negocio bastante redituable.

—Gracias por su compra ¡Vuelva pronto!—. Despidió el chico de cabellera azabache al último cliente del día. — Uff ¡Fue un día muy agotador! ¿No crees Sei-chan? — se acercó a la caja registradora donde, un pelirrojo de mirada escarlata terminaba de realizar el recuento de las ventas

—Un poco.

—Y bien, ¿finalmente vas a admitir que no lo has superado?— dijo con tono cómplice, el de cabellera rojiza no despegó la mirada de las cuentas pero negó levemente con la cabeza.

—Ya te dije que dejes de hacer conclusiones absurdas. Será mejor que te ocupes de tus propios asuntos. —sentenció.

—¡Que testarudo eres Sei-chan!. —Mibuchi hizo un enorme puchero y se incorporó.

Una vez terminaron de limpiar y acomodar todo perfectamente para el día siguiente, Akashi tomó sus cosas y se dispuso a retirarse.

—Lamento mucho que hayas tenido que quedarte tiempo extra. —

Se disculpó el azabache haciendo una reverencia, el de orbes carmín negó con un ademan, después de todo era parte de su trabajo, no tendría por qué quejarse de permanecer más de lo debido. Reo le sonrió cálidamente y nuevamente le pidió disculpas.

—Te veo mañana, procura estar a tiempo para la primera hora, si no quieres que te vuelvan a suspender del partido.


—Lo intentare. Nee~ Sei-chan— llamó su atención antes de que cruzara la puerta, el pelirrojo no volteó a verle pero se detuvo. — Ya pasaron tres meses, creo...que lo mejor para ti, es olvidarte de ello, después de todo solo fueron tres semanas; quizá él no...

—Entonces me retiro. — le interrumpió con tono brusco y, sin decir nada más salió del local con paso apresurado.

Ya eran casi las diez de la noche, cuando llego a la avenida principal, revisó el bolsillo de su chaqueta y palmeo unas cuantas monedas, frunció la boca levemente y sacó la mano del bolsillo. No podría darse el lujo de tomar el colectivo, así que, sin más, suspiró para sus adentros y comenzó a caminar.

...

Metió la llave en la perilla y la giró evitando hacer demasiado ruido. Se adentró en la casa, se deshizo de su calzado y lo acomodo en el zapatero, caminó de puntillas y se dispuso a subir las escaleras para llegar a su habitación.

Ghor naj alley [MuraAka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora