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Matt suspiró, mirándose fijamente los puños, que estaban siendo vendados en aquel preciso momento. En sus auriculares sonaba 'Scar Tissue' de Red Hot Chili Peppers, lo que supuestamente debería de relajarlo. Desde su vestidor se podía oír a la gente gritar en las gradas, lo que siempre le ponía nervioso. Razón por la cual, siempre escuchaba música antes de salir a pelear.

Pero esa no era la única cosa que lo ponía nervioso. Ver a la gente corriendo de un lado a otro a su alrededor le daba ganas de salir corriendo de ahí (o a veces hasta de vomitar por tener el estómago revuelto de los nervios) , arrancar el coche y desaparecer para siempre. El único problema era que el era Matthew 'The Brain' Kingston, había vencido a la mitad de los boxeadores más conocidos del país y era demasiado famoso como para simplemente huir por estar nervioso.

¿Que si estaba nervioso? Claro que lo estaba. Siempre lo había estado y siempre lo estaría, ya que su madre le enseñó a no dar las cosas por sentado, y él nunca daba por sentado que iba a ganar.

Cuando Billy terminó de atar sus guantes, Matt entendió que era la hora, e intentó no ponerse mucho más nervioso de lo que ya estaba. Se agachó para que su amigo le quitase los auriculares, componiendo una leve mueca de desagrado al ser devuelto a la realidad, con los gritos de la gente y los de los guardias, que trataban de apartar a los fotógrafos que rodeaban la puerta del vestidor. Alguien grito que ya era la hora y todos empezaron a salir, deseándole suerte. Una chica pelirroja y bajita se le acercó, sonriendo y chocando sus puños con los guantes de él. Le había hecho sonreír de la manera más sincera al ver la mirada de preocupación y el brillo de los nervios en sus preciosos ojos verdes de ella, lo que lo hizo tranquilizarse en cierta medida. Justo después de aquel breve momento de intercambio de miradas, la chica salió sin decir ni una sola palabra, dejándolo con su publicista y representante, Kayleen Smith, una mujer seria y formal, de unos cuarenta años, que se arreglaba su traje, compuesto de una falda y una chaqueta de color marrón cálido, que contrastaba con su pelo platino. Se acercó a él, sonriendo de una manera que a cualquier otro podría haberle parecido obscena. A cualquier otro, pero no a él. Matt dio dos golpes con sus guantes, cerrando sus ojos por un momento y respirando hondo, sintiendo como alguien lo sujetaba por los guantes, sabiendo que Kay estaba parada justo en frente, imitando su posición. Cundo abrió los ojos, siguió a Kayleen al verla dispuesta a salir del vestidor. Lily, Kay y Billy eran los únicos que sabían y respetaban su rutina silenciosa antes de la pelea, compartiendo simples gestos que tenían significados fijados desde hacía años. Por ejemplo, la sonrisa sincera de Lily era su modo de pedirse que se cuidara, y la obscena de Kay junto con su leve levantamiento de ceja significaba 'pateale el culo, Kingston'.

Salieron de los vestidores, cegados por los flashes de las miles de cámaras que parecían rodearlos. Al entrar en esa especie de estadio, Matt pudo ver la enorme cantidad de gente que lo rodeaba, haciendo que su estómago se encogiese, dándole nauseas. Suspiró, manteniendo su imagen de permanente seriedad, mientras era presentado por una voz que le atribuía demasiadas cosas que Matt no creía merecer.

Subió al ring, chocando su guante con Lincoln, su oponente. Se giró un momento para comprobar que Lily estaba sentada en su sitio, justo entre los sitios de Kayleen y Max, su entrenador, que estaba parado justo a su lado en ese momento. La chica le guiñó un ojo y Matt sonrió, más tranquilo y confiado. Justo detrás de su amiga vio a Robert May, el que había sido su primer entrenador de boxeo, sentado junto a su hija y... La chica más guapa que había visto en su vida.





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