Una gran decepcion

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Ya con la aldea a su vista Inuyasha se apresuro, quería llegar a la casa de la anciana Kaede y encontrase con su amada. Pero la imagen que vio al llegar fue de los mas inesperada. Sesshomaru se encontraba en la entrada de la residencia, apoyado contra el marco de la entrada.

La relación con su hermano nunca había sido la mejor, y con las asperezas en su relación aun presentes, Inuyasha no dudaba en actuar de forma hostil cada vez que veía a su hermano rondando por la aldea. Sabia muy bien que la presencia de Sesshomaru en esta no era agradable para ninguno de los aldeanos, y que solo lo toleraban por la pequeña Rin.

Sin pensarlo dos veces apuro el paso, decidido a encarar a su hermano. Entre mas se acercaba, el rencor se hacia mayor. Cuando estuvo a solo unos metros de Sesshomaru, este levanto la vista y observo a Inuyasha con una mirada fría, la ira se podían palpar.

Irguiéndose Sesshomaru miro hacia el interior de la casa de la anciana Kaede. No eran necesarias las palabras, esta entendió que el joven Yōkai se despedía con la mirada. Dando media vuelta, Sesshomaru empezó a caminar en dirección a Inuyasha, para así volver a internarse en el bosque. Paso a paso la distancia entre los hermanos se hacia menor, hasta quedar uno al lado del otro, hombro con hombro. Inuyasha agarro el brazo de su hermano, el cual solo volteo a verlo, con una mirada seria. -¿Qué estas haciendo aquí? Sabes que tu no eres bienvenido en la aldea.- dijo Inuyasha con un tono violento en la voz. Fue entonces cuando la expresión de Sesshomaru cambio. -Te jactas de ser el protector de la aldea, pero ni siquiera estuviste aquí cuando estos humanos te necesitaban. Gracias a tu incompetencia ahora Rin y esa mujer están seriamente heridas. Como siempre has sido un inútil, escoria.- Así soltándose del agarre de Inuyasha, Sesshomaru retomo su camino hacia el bosque, para así perderse ante la vista de su hermano entre los arboles y arbustos.

Le bastaron unos segundo para comprender las palabras de Sesshomaru. Alertado se encamino a la casa de la anciana Kaede, pero el ambiente de la aldea era oscuro. Mientras pasaban entre los aldeanos; Inuyasha, Shippo y Miroku, podían sentir las miradas de rencor de estos. Ignorando todo, Inuyasha ingreso a la casa de la anciana. La escena que se encontró era abrumadora. La joven Rin se encontraba inconsistente y herida, al lado de una mujer de largos cabellos negros, que se encontraba boca abajo, con grandes lesiones en su espalda.

-KIKY...!!!-. Con un grito ahogado Inuyasha hizo ademan de abalanzarse sobre cuerpo de la mujer que yacía inconsciente. Pero antes de que pudiera sentir el contacto de la piel de la joven, un brazo se puso en su hombro, volteándolo. En ese instante una fuerte mano golpeo su rostro, había sido Sango, que con lagrimas en los ojos le grito. -¡¡¡ERES UN IDIOTA INUYASHA!!! ¿ POR QUÉ TE EMPEÑAS EN CREER QUE ESA MUJER HECHA DE BARRO VENDRÍA A ARRIESGAR SU VIDA POR NOSOTROS?... Si nunca lo hizo por ti, menos lo haría por el resto.- Con un llanto afligido que ya no le permitía hablar, se tiro a los brazos de Miroku, para así finalizar con lo que haría que la culpa y el arrepentimiento de Inuyasha superaran todos los limites... - ¿Cómo no te das cuenta, que la que esta ahí seriamente herida es Kagome?....-

Pasaron unas horas hasta que Kagome volvió en si. Al principio la oscuridad no la dejaba distinguir en donde se encontraba. El único rayo de luz que podía divisar provenía de una ventana, por la cual se dejaba ver la hermosa luna llena en todo su esplendor, eclipsando a las estrellas que se encontraban a su alrededor. Por un momento a Kagome le pareció que todo era un sueño, pero ya con sus ojos acostumbrados a las sombras, veía que se encontraba en la época feudal. Sentía el cuerpo pesado y adolorido, con la sensación de que había estado inconsciente por días. Las vendas que le cubrían gran parte del torso y parte de las piernas, dejaban en claro que las heridas que había sufrido durante la pelea contra los demonios habían sido mas graves de lo que pensaba. Esperó unos minutos en silencio, y decidió tratar de levantarse. Con gran dificultad pudo sentarse y solo en ese instante noto que a su lado yacía Rin aun dormida. Kagome soltó un suspiro aliviada tras ver que la pequeña niña se encontraba con vida, durmiendo plácidamente. Ha excepción de Rin y ella, la casa de la anciana Kaede se encontraba desierta. Por mas que buscaba no veía a ninguno de sus amigos en el lugar, lo único que pudo divisar fue un kimono que le había dejado la anciana Kaede para que vistiera cuando despertara.

Pasaron unos largos minutos hasta que por fin decidió ponerse en pie y vestir lo que le había dejado la anciana. Para su sorpresa este kimono era diferente al que siempre había vestido hace unos años atrás, la parte inferior de este, en vez de ser de un rojo similar a la sangre, era de un azul profundo como el cielo nocturno. No solo el color era diferente el diseño de la parte superior era blanca pero con pequeños pétalos de cerezo bordados, era hermoso. Con la energía apenas suficiente para estar de pie le pareció todo un reto el vestirse. Viéndose algo desaliñada con el kimono holgado, el cual dejaba a la vista su torso cubierto de vendas, se encamino a la salida. Silenciosamente para no despertar a Rin, llego a la puerta y se asomo. Apoyada en el marco de la entrada vio la esplendorosa luna llena, blanca y cegadora.

La noche estaba gélida y con cada respiro podía ver su aliento blanquecino. Después de tener fiebre por muchas horas esa frescura le parecía de ensueño. Así, en soledad camino hasta el limite de la aldea y se interno en el bosque. Kagome no sabia realmente hacia donde se dirigía, solo caminaba y caminaba, a pies descalzos sintiendo la tierra bajo sus pies. Solo sentía que tenia que llegar a un claro donde los rayos de la luna la bañaran con su luz. No paso mucho tiempo hasta que un gran espacio cubierto por césped la recibió y así sintiéndose plena se recostó en medio del campo. Observaba la gran luna, algo era diferente en esa gran esfera brillante, era casi como si la blanca luna le dijera que debía de estar ahí. Placida, seguía ensimismada por el resplandor cuando algo llamo su atención, una de las serpientes recolectoras de almas cruzo su campo de visión. Por cuenta propia y sin que antes Kagome pudiera pensarlo dos veces, su cuerpo se puso en pie y emprendió el camino detrás de la serpiente de Kikyo.

No le tomo mucho llegar hasta donde esta se encontraba, pero para su sorpresa no estaba sola, Inuyasha la acompañaba. - No es mi problema si la aldea es atacada por demonios. Menos por culpa de esa extraña, esa imitación mía. Es algo que no me incumbe Inuyasha. Siento pena por ti que aun después de 4 años sigas pensando en esa mujer.- La mirada de Kikyo era despreocupada y vacía, esta prácticamente de lo único que se preocupaba era de conseguir las almas suficientes para sobrevivir. -Kikyo no te estoy culpando por no haberte involucrado en la batalla, pero hubieras visto como estaban ella y Rin, inconscientes y heridas... La imagen me golpeo mas cuando pensé que eras tu la que se encontraba ahí cubierta de lesiones, pensé que te perdería de nuevo. Puede que no me creas, pero me sentí mas tranquilo al ver que no eras tu.- Kagome no podía dar crédito de lo que veía y escuchaba. Se sentía dolida, no solo por escuchar de los labios de Inuyasha, que en realidad de lo único que se había preocupado era de que Kikyo fuera la que estaba herida, si no por la escena que presencio después. Kikyo descendió del árbol en el que se encontraba y colgó sus brazos alrededor del cuello de Inuyasha, y lo besó. La tristeza la abatió cuando vio que el hombre al que amaba recibía y respondía el beso de aquella mujer.

Con lagrimas en los ojos, Kagome hacia ademan de irse, cuando se dio cuenta de que Kikyo la observaba, una mirada tan fría como el hielo, que se sentía como una apuñalada al corazón. En ese instante Kagome comprendió, esa mujer de barro había sentido su presencia desde el inicio. Le satisfacía ver la profunda pena reflejada en su rostro.

La decepción no podía ser mayor y entre un mar de lagrimas dio media vuelta y empredío el camino hacia el pozo devorador de huesos. Quería regresar, olvidarse de todo y no sentir mas dolor.

En noches de luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora