EN EL AÑO DE 1948

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Pablo era un muchacho al que le gustaban mucho los bailes y las fiestas. No se le pasaba ninguna oportunidad. Además, era muy volado. A todas la muchachas bonitas las hacia sus novias, y pues tenía novias por todos lados.
Llegó a tener tal cantidad de novias que en uní de tantos bailes se juntaron varias de ellas. Las muchachas se pusieron de acuerdo y decidieron hacer que Pablo pasara una vergüenza enfrente de toda la gente. Cuando él se presentó, todas se le echaron encima: lo cachetearon y lo rasguñaron que daba gusto. Pero ni así se le quito lo mancornero a Pablo. Siguió dándose gusto, como si nada, hasta el 23 de Marzo de 1948, como a las ocho de la noche, se encontró con su destino.
Esa noche fue a una fiesta, pero nadie quería bailar con él porque ya todas lo conocían. Anduvo recorriendo toda la planilla sin encontrar quién bailará con el. De pronto, en el rincón más oscuro y alejado de lugar, descubrió una muchacha que nunca había visto. Empleo sus mejores palabras para sacarla a bailar y ella aceptó.
Toda la noche estuvo bailando con ella. Era la muchacha más bonita que había conocido en toda su vida. Le preguntó su nombre, su edad y muchas cosas más. Ella a todo contestó. Pablo pensó que la muchacha no podía tener mejor nombre. Se llamaba Rosa y era tan hermosa como la más bella de las flores.
Cuando terminó el baile, Pablo se ofreció a acompañarla hasta su casa. Salieron del baile y, con el cambio de clima, la muchacha tembló. Muy Galante, y como todo un caballero, Pablo se quitó su chaqueta y la puso sobre los hombros de la muchacha. Así se fueron platicando, hasta que llegaron a la puerta de la casa.
-¿Puedo volver a verte?- preguntó Pablo antes de retirarse.
-Todas las veces que quieras- contestó ella.
Al otro día, cuando despertó, Pablo buscó su chaqueta y no la halló. Entonces recordó lo que había pasado la noche anterior. Pensó que ese era un buen pretexto para volver a ver a la muchacha y se fue corriendo a casa de ella. Tocó a la puerta y le abrió un anciano.
-¿Qué se le ofrece, joven?
-¿Aquí vive Rosa?
El viejo se asombró mucho, luego de un silencio dijo:
-Aquí vivía
-¿Vivía? ¡Pero si la acompañe anoche hasta aquí!
-Eso no puede ser, joven. Rosa murió hace un año.
Pablo no podía creer aquello. Insistió tanto enviar a Rosa que el viejo lo llevó hasta el panteón. Cuando llegaron a la tumba de la muchacha, vieron que la chaqueta de Pablo cobijaba la lápida.

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