Pacto

1K 100 10
                                    

El amor que sentía por él, me arrebataba el alma. Tan fácil de descifrar mis movimientos, mis enojos y mis sonrisas, desde años me llenaron de una felicidad inimaginable. Tanto, que solo con verlo antes de morir, sentiría irme a los cielos de inmediato. Lo esperaría ahí ansioso, para que al fin ambos estuviéramos juntos.

Sabía que él me amaba, y también yo a él. Sentimientos correspondidos que nos hicieron soñar, y compartir el placer más allá del carnal esa noche. La única noche en donde ambos logramos demostrar lo que sentíamos en secreto, y aún seguimos sintiendo. Pero, ya no se puede hacer nada.
Ambos a punto de casarse con otra persona, ¿Quién sería feliz así?

Nuestros padres, directores de grandes empresas japonesas, auspiciadas internacionalmente por otras, nos obligaban a contraer matrimonio con la hija de algún otro fundador, o director. Es decir, un matrimonio falso, y forzado. Uno de conveniencia.
Y eso ocurría con ambos.

Amo tanto a Takao, que sería capaz de cometer suicidio, solo por estar con el. Por verlo todos los días, despertar y mirarme con su blanca sonrisa que tanto me enamora cada día, sus ojos brillantes que me demuestran lo tanto que me ama. Su oscuro cabello, con el que despertaba cada mañana desordenado, sudado, y con su rostro sonrojado por lo que había pasado la noche anterior. Una vez más, nos habíamos hecho uno.

Por cosas del destino, nos comprometimos el mismo día, con jóvenes que eran amigas íntimas entre ellas. No mentiré, ninguno se sintió bien al decir eso. Las lágrimas de Takao, que se esparcían por todo su rostro, hacia que sintiera que moriría de tristeza. Lo tome de los hombros, seque sus lágrimas, y mis labios se juntaron con los de el, aún entristecidos por lo que había sucedido ese día. Estábamos obligados a casarnos, pero no con el, sino con ella.

Esos largos meses de frío invierno llegaron, cada vez que teníamos la posibilidad,—O la orden— de salir de la cuidad, el otro daba una excusa soberbia, diciendo que era bastante mayor, como para lograr lo que deseaba, y su deseo ahora, era salir.

Los mayores, no les quedaba otra opción que aceptar, y ambos nos íbamos juntos a un hotel, hacíamos nuestro trabajo rápidamente, y el resto era solo para compartir el cariño que en público no podemos darnos.
Besos, caricias, toques de lujuria y amor que se encontraban ahí, nos llevaban a un mundo en donde nos tomamos la mano, en cualquier lugar, expresamos nuestro amor en donde deseáramos desde el alma, porque estamos solos en ese mundo. Así me gusta a mi, que nadie exista, solo nosotros.

No me digan que lo que pienso es incorrecto. Por qué aquí, solo es el y yo los que tomamos decisiones.
Queremos estar juntos, pero no podemos. Por una fuerza,—No mayor—, que la voz de nuestros padres.
Estoy a punto de volverme loco, y correr hacia algún lugar donde nadie nos encuentre junto a Takao. Que nadie nos vea, ser felices con lo que tenemos. No necesitar nada más.
Pero es imposible.

Nuestros cuerpos rozaban contra las sabanas, ellas gozaban acariciando mi espalda, mientras raspaban la de Takao. Cómplices de lo que sucedía aquella noche, un acto que nos enamoraba más del otro. Llena de suspiros y gemidos lujuriosos. Disfrutando más que nunca nuestra compañía. Porque, después de esa noche, nos casaremos. Lágrimas habían en nuestros ojos que no éramos capaces de retener. Debimos detener el acto, ya que nuestros cuerpos se abrazaron de tal manera que no había espacio entre nosotros, tocándonos y acariciándonos, amándonos más que nunca. Llorando, nos quedamos dormidos, más abrazados que nunca. Deseando que el sol no se atreviera a tocar la tierra, pero lo hizo. A él, nadie lo detiene.

El día llegó rapidamente. Ninguno deseaba despertar, aún había humedad en nuestros rostros.—Incluso mientras nuestras almas se van por la noche, nuestros cuerpos todavía recuerdan nuestro calor—. Habíamos llorado toda la noche, sin saberlo.

¡Viva el amor! MidotakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora