Esfinge

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    Encarnado aquel especie de tormento desfigurado hacia aquel pobre mortal, Yllidian el rayo de luz en la oscuridad de demonios. Él es como cualquier otro, sus cualidades no la saben todos, solo unos pocos vencedores de su defensa pueden destruirlo con una palabra pero desde luego son estos a los que más confianza tiene y no lo traicionarían jamás. 
    Viviendo en su cabeza tres voces espectrales que le obligan a hacer cosas en contra de su voluntad para saciarlas y que por una rato pueda descansar de esas estresantes y repitientes estrofas de lo más malicioso que podría llegar a hacer el ser humano, las cuales van más haya de la tortura y mutilación, la psicopatía. Sabe manejar sus palabras más que una serpiente su cola. Se esconde en su cueva de melodías sinfónicas lleno de soledad, escaso de emociones, seco de lagrimas, afónico de gritos, saciado de muertes y voces mudas, debilitado por amor, replicándose el porqué él, tomó varias de sus pastillas contra el insomnio decidió a soñar toda su vida con ella y enmudecer su tortura. 
    Yllidian ya había comenzado su camino hacía su paraíso se puso a pensar en donde, que tiempo, como iban a estar vestidos y como se iban a encontrar para que sea todo perfecto, pero por una manera incomprensible e ilógica razón al cerrar los ojos veía lo que el quería pero sentía que seguía despierto, no fue la gran cosa se quedó a la espera del señor muerte, comenzando así los días de duelo entre felicidad o tortura.




Terapia de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora