Melodias de un psicópata

Primeras gotas de sangre

—Gracias Noah —dije, desde el umbral de la puerta de mi casa —ha sido... precioso.

Ya había dejado de llover, pero Noah se había ofrecido a acompañarme de todos modos. 

—Ah y en cuanto a la ropa y los zapatos... ya te la devolveré.

En la mano, llevaba una bolsa de tela con la ropa mojada. Noah me había prestado unos tejanos y una camiseta que me iban grandes, y ambos eran de su hermana. 

—Claro.Bueno, me voy.

—Ad... —empecé a decir, pero él ya se había dado la vuelta para irse.

Tengo que admitir que aquello me decepcionó un poco, ya que esperaba que me dedicase una última sonrisa. Pero no lo hizo. Suspiré y abrí la puerta.

—¡¡¡¿¿¿Hoolaa???!!! —grité, pero no obtuve respuesta.

Dejé las llaves en la mesita de la entrada y encendí las luces del salón comedor. Miré el reloj; hacía ya más de diez minutos que mi madre debería haber vuelto, y sin embargo,  no había nadie en casa. Ella es sargento en el departamento de policía de la ciudad, así que supuse que tendría algo de trabajo acumulado y que había decidido quedarse a terminarlo.

Sobre la mesa del comedor había una carta escrita por ella. La leí, y supe que había acertado.

«Jade, hoy voy a volver tarde; han aparecido muertos dos chicos cerca del Puente Mayor y tendré que ir a investigar. Hay pizza en el congelador y pasta de este mediodía en la nevera, prepárate alguna de las dos cosas y no me esperes para cenar. Es posible que oigas hablar de esto en las noticias; pero sólo si las miras, cosa que dudo que hagas. Pórtate bien, nos veremos por la mañana.

                                                                                                                                                                                          —Mamá»

Me encogí de hombros y volví a dejar la carta sobre la mesa. Era obvio que no iba a mirar las noticias. No hasta que dejasen de coincidir con el horario de los Simpsons.

Me dirigí a la cocina y abrí el congelador. El aire fresco salió de golpe, y lo sentí en las mejillas como si fuese una bofetada. Rebusqué en él hasta encontrar la pizza. Silbando, empecé a calentar el horno y metí la pizza dentro. 

Mientras ésta se hacía, me dirigí de nuevo al comedor y encendí el televisor. Aquel odioso canal en el que daban 24 horas de noticias estaba puesto; así que hice zapping.

—Bla bla bla... noticias, deportes, dibujos para niños, bla bla bla... Aquí... Oh mierda.

Donde se suponía que debían estar haciendo uno de mis programas favoritos, estaban dando noticias ''urgentes''

—Buenas noches ciudadanos, soy Carry J. Jackson en la última hora de noticias. Hemos interrumpido la emisión del programa para informaros del doble asesinato que se ha llevado a cabo hará poco más de media hora. Las víctimas son dos hermanos, Spencer y Aaron Mathews, que han muerto a pocos metros de mi posición, a una manzana del Puente Mayor. —la presentadora se hizo a un lado antes de continuar hablando. —Si miran a mi derecha podrán ver a policías y a médicos forenses realizando su trabajo. Hemos tratado de pedir más información, pero no han querido darnos ni un solo detalle al respecto... —la presentadora entrecerró los ojos al mismo tiempo que se apretaba el auricular que llevaba en la oreja. —Oh, no... Acaban de informarme de que ha habido un tercer asesinato en la plaza de la Iglesia de la ciudad, a unas calles de aquí. La policía se dirige hacia allí en estos momentos y...

«Vaya. —pensé— Parece que el Universo quiere mantener ocupada a mi madre esta noche.»

Al momento me arrepentí mucho de haber pensado aquello. Era muy egoísta por mi parte. Apagué el televisor y lancé el mando hacia el sofá. Mi pizza debería estar lista en unos minutos, así que volví a la cocina. Pude oír el suave repiqueteo de la lluvia, que caía de nuevo en los cristales de las ventanas, en los tejados y en los suelos adoquinados de la plaza. Es un sonido de lo más relajante. Por eso decidí abrir las ventanas para oírlo mejor.

Y entrelazado con las gotas de lluvia, una nueva melodía invadió la cocina.