Epílogo Mi estrella

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El atardecer se mostraba en su último instante del día cuando Charlie llegó a la dirección marcada en su celular. Había tenido que tomar tres estaciones del tren y un autobús para llegar allí, mucho ya agradecía con no haberse perdido.

Miro su reloj una última vez verificando la hora, y se puso en marcha.
Subió los escalones de la pequeña casa lentamente, como si temiera que todo aquello fuese un sueño que desaparecería en cualquier instante, y tras un momento de duda toco el timbre. Unos segundos después la puerta se abrió dejando ver a una señora de tercera edad que llevaba un mandil un poco más arriba de la rodilla. El joven, sorprendido, la observo un instante, lo suficiente para darse cuenta de su labial corrido y su corto pelo gris.
-¿Si? - preguntó la mujer, mientras miraba al chico con un aspecto amenazador.
-Buenas tardes,- dijo Charlie sintiendo toda la emoción del momento.- verá, estoy buscando a una chica llamada Eileen...

La anciana lo miro con un poco más de interés, mientras trataba de escuchar sus palabras.
-Un amigo mío me ha dado su dirección,- continuó nervioso.- así que me preguntaba... Si ella vive aquí?

Estaba totalmente nervioso, no tenía idea de cómo actuar, que decir o incluso como moverse. Estaba impaciente hasta el alma.
-Si, ella vive aquí.- contestó la señora mientras miraba fijamente en una dirección que sobre pasaba al chico, recordando seguramente un momento de su pasado.- Hacia mucho tiempo que alguien no llamaba así a mi nieta. Ya sabes cómo son los jóvenes y sus extrañas costumbres...
-Si, y está ella ahora? - preguntó Charlie impaciente. No quería herir los sentimientos de aquella señora, pero se moría de ganas de volver a ver su sonrisa, por mirar sus ojos y sentir su aroma.
-Ah, no joven lo lamento. Salió hace un rato y no dijo hacia dónde se dirigía,- dijo la anciana con el ánimo un poco más decaído.- aunque suele ir al parque en ocaciones, dice que le ayuda a pensar...
-¿Y dónde se encuentra eso?

La señora salió un poco más del marco de la puerta y señalando hacia dónde el sol se metía dijo:
-En esa dirección, lo reconocerás fácilmente, tiene un gran río en el medio.
-Muchas gracias, de verdad se lo agradezco.

Y despidiéndose de la señora, sin ánimos de perder un poco más de tiempo, Charlie bajo las escaleras alejándose de aquella casa en deterioro y su curiosa habitante.

Cuando llegó al parque lo primero que noto fue la soledad del lugar, algo que lo acogió casi enseguida, de inmediato empezó a buscar con la mirada algún rastro de Eileen. No quería perder ningún instante mas sin su compañía.
Las farolas ya estaban encendidas y el agua del río se empezaba a oír cómo un dulce susurro en su oído. Indicando que su momento se acercaba cada vez más.

No supo exactamente cuánto camino desde su llegada, el tiempo ahí parecía haberse detenido, pero eso a él no le importaba, caminaba siempre hacia delante, con la ilusión en los ojos.
Finalmente algo lo hizo detenerse. Una chica, estaba de espaldas mirando hacia la orilla del río, y remojaba cuidadosamente sus pies haciendo círculos en el agua, tratando de no mojar su falda. Charlie no lo pensó y se dispuso a ir donde ella, intentando reconocer alguna figura, algún rostro familiar, sin embargo no fue hasta que estuvo a unos pocos metros de distancia que sintió aquella extraña sensación helándole la piel.

-Así, que has venido.- dijo la extraña muchacha haciendo que Charlie para en seco.- Pensé que no te gustaría verme.

Había dejado de hacer figuras en el agua con sus pies, pero mantenía la mirada hacia adelante.

- ¿Eileen? - preguntó él extrañado muchacho mientras se acercaba lentamente a ella.

- Por favor no te acerques más.- lo corto la chica.- No quiero que veas mi rostro Charlie, no todavía.

*Buscando a la verdadera tú*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora