Capitulo I Desde Cero

416 34 0
                                    

— ¡Peregrine! Levántate, se hace tarde ya —gritó Cara golpeando ferozmente la puerta blanca del cuarto. —No queremos llegar tarde el primer día de clases. ¡Peregrine!— siguió golpeando estruendosamente la puerta.

Me senté de mal humor en la cama ante la insistencia de Cara. Levantándome perezosamente caminé a la puerta y la abrí de golpe asustando a Cara, quién vestía blue jeans, zapatillas negras, una camiseta de tirantes blanca y sobre este un cárdigan rosa pastel.

— ¡Podrías por amor al cielo, callarte! —dije lentamente mirándola con el ceño fruncido.

— Saldremos en media hora —sonrió Cara, era típico de ella el buen humor por la mañana, Cara era la alegría de la casa, el calor del hogar que hace mucho habíamos perdido. — ¿Estás emocionada? —dijo abrazándome.

— ¿Por qué habría de estarlo? Ni siquiera ha salido el sol y ya tengo que escuchar tus chillidos —dije de manera ácida, me giré y cerré la puerta de un golpe, mientras me acercaba al amplio closet— Primer día de escuela. Que emoción — expresé sarcástica.

Tomé lo primero que me vino a la mente: jeans rasgados, una blusa larga y holgada color negro y unas botas de cuero marrón. Tomé una ducha fría y rápida. Dejé mi cabellera larga y rizada de color negro azabache sin peinar, usé un poco de delineador para ojos de color negro y un poco de brillo labial. Bajé lentamente las escaleras con mi mochila colgada del hombro, resignada a lo que sabía que vendría a continuación.

— Buenos días querida, toma el desayuno. Se les hará tarde sino se apuran —dijo Theresa comiendo rápidamente unas tostada untada con mermelada de fresa. Suspiré sentándome en la mesa mientras tomaba dos tostadas y jugo de naranja igual que Cara y su madre. Cuando las tres terminamos nos pusimos en marcha en el auto de Theresa—. Ok, ensayémoslo una vez más, si les preguntan de donde son, ustedes responderán que...— ¡Aburrido! Desde que habíamos llegado hace unas semanas a este lugar mamá no dejaba de decírnoslo una y otra y otra vez. Cansada interrumpí rudamente a mi madre.

—Somos de Londres, vivimos allá toda una vida, estudiamos en casa, y no tenemos nada que ver con el asesinato de nuestra hermana mayor a mano de los demonios ni mucho menos con los ángeles y todo lo que tenga que ver con ellos, ya lo sabemos mamá. Llevas repitiéndolo desde que salimos de Atlantis hace dos semanas —dije malhumorada.

— Solo quería estar segura de... —dijo Theresa algo decaída, al notarlo suspiré cansada.

— Mamá, tranquila. Solo son humanos. Los atlantes nos aseguraron que aquí no nos encontrarían ni correríamos peligros. Además, Cara y yo hemos sido entrenadas durante ocho años... Debes confiar en nosotras por una vez en la vida —dije de manera calmada.

— Mamá, Peregrine tiene razón. Sabemos defendernos, llevamos los medallones por protección. Tranquilízate un poco — dijo Cara sonriéndole a mamá tomándola de la mano— Estaremos bien, lo prometemos.

— Eso espero niñas... se les hace tarde, entren ya —dijo Theresa suspirando— Que tengan un buen día.

Ambas bajamos del auto plateado de nuestra madre y nos encaminamos a la entrada del Brighton High School. Cara entró por la puerta sonriente, seguida por una yo malhumorada y resignada a su desgraciado destino. Mezclarnos con mundanos, para parecer mundanas. Esa era la orden que había sido dada por los atlantes, juntarnos con los humanos para no ser rastreadas por la hueste de demonios que hace años había asesinado a Leah y jurado asesinarnos a Cara y a mí.

Nada mejor que juntarse con mundanos para variar. No sé cómo esto nos ayudará en algo, somos totalmente diferentes, hasta nuestro aroma es diferente... ¡Agh! Solo a mí tenía que tocarme esto. No podía quedarme en Atlantis, NO. Ve y júntate con los mundanitos y convive con ellos hasta que desarrolles estúpidas emociones humanas que te sirvan para la vida cotidiana. ¡Estúpido Niach, estúpida Faith! No saben realmente lo que debería hacer. Debería estar en Bibury buscando el rastro de los demonios y matarlos antes de que nos maten a todos y...

— Lo siento. Yo... no veía por donde iba. — dije disculpándome con quién había chocado.

— Tranquila. ¿Eres nueva, verdad? —dijo la pequeña chica pelirroja con la que había tropezado.

— ¿Tanto así se nota? —dije algo avergonzada.

— No vemos muchas caras diferentes por acá. Y tú y aquella chica rubia son sinceramente, diferentes — sonrió la pelirroja— Mi nombre es Alex —dijo extendiendo la mano a modo de saludo.

— Peregrine —dije aceptando la mano de Alex — Ehm, supongo que no sabes donde es el aula 310, ¿o sí? —dije mirando rápidamente el horario que sostenía en la mano derecha.

—Voy hacia allá. Tendremos clase de química —dijo Alex entusiasmada.

— Perfecto...—dije siguiendo a la pelirroja tan alegre y sonriente que llegaba a asustarme.

El día transcurrió totalmente tranquilo, entre presentaciones molestas y clases aburridas pronto llegaría por fin un pequeño descanso, por suerte había tocado con Alex en la mayoría de las clases, así que no tenía que sentirme como un bicho raro, aunque claramente poco me importaba. Nos encontrábamos a finales de la clase de historia universal, esperando a que la campana sonara, mientras el aburrido profesor hablaba acerca de la historia de Hitler y el holocausto.

Y yo que creía que Historia de Atlantis, explicada por Faith era aburrida. Preferiría millones de veces estar en Atlantis en el campo de entrenamiento. ¿Por qué en vez de hablar y hablar de un estúpido mundano asesino, no se centran en aprender a defenderse por sí solos contra criaturas como los demonios? Tres días. No aguantaré más de tres días en esta inmunda cárcel.

La preciada campana sonó y el aula de clases quedó vacía en menos de un segundo, dejando solo al profesor que carecía de buen gusto para combinar los colores en la ropa y su horroroso gusto por los sacos a cuadros. Eso pasó de moda hace décadas. Pensé cuando me disponía a salir.

— Esa clase por poco me hace cortarme el cuello con el lápiz —dijo Alex saliendo del aula junto conmigo.

— Eso sí sería realmente interesante. No de cómo Hitler llevó a cabo todo lo que hizo por culpa de su mente enferma y desquiciada. ¿A dónde nos dirigimos?—dije alejando un bucle rebelde de mis ojos.

— A la cafetería. Esa clase me dejó hambrienta —dijo Alex riendo—. Come algo ligero. Tenemos que prepararnos para la clase de educación física y no querrás vomitar en la pista de carreras.

— Sería lo más emocionante que tendría en el día —dije entrando con Alex a la cafetería. Luego de comprar la comida nos sentamos en una de las pocas mesas vacías.

— ¡Peregrine! —dijo alguien detrás de mí. Cara, supuse yo, puesto que probablemente nadie había memorizado mi nombre tan rápido el día de hoy—. Esto es maravilloso, no sé porque mamá no nos inscribió antes —se sentó a su lado con sus ojos azules brillantes y blanca sonrisa—. Me encanta.

— Dilo por ti... —susurré mordiendo mi hamburguesa.

— Oh, veo que hiciste una amiga, yo hice muchos. Hola, yo soy Cara, hermana de Peregrine. Discúlpala por su humor ultra negro. No es muy... amistosa en las mañanas. Bueno realmente no es amistosa nunca —dijo riendo mientras estrechaba la mano de Alex.

— Wow, no parecen hermanas. Son...totalmente diferentes. Es como tener a la luna y el sol juntos —dijo Alex sonriendo—. Es un placer Cara.

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora