Capítulo 6

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Con la cara pegada a la gran ventana del salón Gumball exhaló provocando que la ventana se empañara, -ya que el salón estaba frío por el aire acondicionado-, con su dedo dibujo un árbol y un sol.

Estaba más que aburrido, estaba hartó, había acompañado a Darwin a una de sus tutorías ese sábado el Sol estaba insoportable y le impedía salir a distraerse por ahí.

Soltó otro bufido, no estaba seguro cuantos llevaba ¿cuatro? ¿diez?

-Vamos a tomar un descanso, Gumball ¿quieres estirar las piernas un rato?

Le pareció escuchar un canto de ángeles cuando Darwin dijo aquello, asintió una y otra vez de forma afirmativa.

-Por favor.- le rogó.

Al salir de la biblioteca suspiró con alivio, estar en ese tan callada siempre se le hacía incómodo, nunca le gustó estar tanto tiempo callado.

-Por cierto, ¿después de esto te gustaría dar la vuelta por el parque?- Gumball miró a todos lados y al verse fuera del alcance de Carmen tomó la mano de Darwin.

-Suena bien, no tengo nada que hacer.- Darwin se avergonzó pero no hizo ademán de alejar su mano, al contrario, apretó la otra sutilmente.

Llegaron hasta una máquina expendedora, Gumball metió su billete y oprimió los botones para dejar caer su bolsa de comida chatarra, se agachó para tomarla y metió más dinero, ahora para tomar un paquete de galletas para Darwin.

Se las dio y caminaron, sólo querían dar una vuelta a solas por el lugar.

Los días anteriores no habían tenido tiempo para ellos, había pasado ya una semana desde la pelea de Gumball y Tobías, aunque Darwin seguía sin darse cuenta de las obvias muestras de odio entre ellos.

En toda esa semana casi no habían tenido tiempo a solas, sus padres pasaban la mayor parte del tiempo en casa y la habitación de Anaís quedaba muy cerca de suya. Aunque lograron sobrevivir con leves roces de manos y besos fortuitos al ambos sabían que eso no era suficiente.

La sensación de tener al otro tan cerca y a la vez tan lejos, la ansiedad de poder ver y no tocar, perdían la cordura cada que el otro hablaba y sólo podían ver sus labios moverse.

Tanto Gumball como Darwin tenían un límite, y estaban muy cerca de él.

Por eso, ese momento en la escuela, los dos, solos, con el silencio como cómplice no demoraron en esconderse en algún baño cercano.

Con el corazón latiendo a mil las manos de Gumball se pegaron como imanes a los costados y Darwin, y él atraído por una extraña fuerza juntó sus labios con necesidad.

Un leve roce y ya se sentía delirar.

-Carmen se preguntará que hacemos y si no volvemos pronto nos buscará.- Gumball rueda los ojos y se junta más al cuerpo del otro.

-No nos va a encontrar.

Sin dejar que le responda ataca de nuevo esa dulce boca, saborea el momento como si fuera sagrado y siente al pequeño suspirar.

-¿Al menos te diste cuenta dónde nos metimos? Es un baño para mujeres.

No puede evitar sentirse enfadado, siente como si fuera el único con la necesidad de tocar al otro.

No correspondido.

-Ok, tú ganas.

Se retira lentamente, en su mente esperando que al final Darwin ceda y vuelva a sus brazos para seguir besándose, pero sólo obtiene el sonido de la puerta abrirse y el llamado para volver a las tutorías.

Una palabra: ADOLESCENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora