Prólogo: El experimento fallido

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Todo empezó un día normal de instituto. Los alumnos entraban por la puerta principal, cada cual con su grupo de amigos, y había uno muy especial, apoyado en la columna, en frente de la puerta del hall, esperando a que sonara el timbre. Entre ellos estaba, Saúl, un joven de pelo castaño, regordete y con gafas; Víctor, bajito, también de pelo castaño, esperaba junto a él, cada uno a un lado de la columna. Junto a ellos se encontraban otros 4 jóvenes más: Tomás, Iván, Carlos y Mario, cada uno con sus distintas cualidades.

Minutos más tarde sonó el timbre y entraron a clase, pero ese día tenían química a primera hora, así que bajaron al sótano, donde se encontraba el laboratorio. Fueron llegando los demás compañeros de su clase, y por fin llego Don Fidel, el profesor de física y química, que abrió la puerta a los alumnos para que entraran en el laboratorio. Cada uno cogió su bata, y sus gafas de protección, y se sentaron en sus sitios. En las mesas se encontraban diferentes probetas y sustancias químicas, con las que iban a trabajar. Don Fidel dejó una hoja a cada uno con los pasos que debían seguir para crear esa reacción. Todos organizaron las probetas y las sustancias en el orden en las que las iban a usar, y comenzaron a mezclar. Al principio la mezcla tenía un color marrón, pero fue abrillantando y tomando un color verde fosforito. Quedaba poco para terminar el experimento y Don Fidel salió de la sala, ya que le habían llamado y necesitaba ir urgentemente, pero solamente se quedaron los alumnos, y eso no parecía tener buena pinta. De las probetas empezó a salir un humo verde y blanco que fue llenando toda la sala, para cuando alguien se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Todas las mezclas estallaron a la vez, rompieron los cristales y llenaron el laboratorio de un olor infernal, el sonido que produjo, fue suficiente para que Don Fidel se diera cuenta de que algo pasaba. En cuanto entró vio todo el desastre que había causado el experimento.

Al rato llegaron los bomberos, la policía y varias ambulancias, más de 20 alumnos habían sido atacados por los cristales, con heridas y quemaduras graves. Por suerte o por desgracia, el humo solamente se dispersó por el laboratorio y no hubo ningún afectado más en el edificio. La policía avisó que podían ir a coger sus pertenencias y que se fueran a su casa lo antes posible, para que las patrullas pudieran trabajar. Los seis amigos, subieron al piso superior para coger las mochilas, los libros, y mientras subían empezaron a hablar.

-¿Pero que acaba de pasar?- Dijo Iván -Esto me parece una locura-

-Yo tampoco lo entiendo- Hablaba Mario -Parece ilógico que Don Fidel nos diera un experimento con el que arriesgáramos nuestras vidas-

Llegaron a la puerta y entraron al aula, Carlos cogió la mochila y dijo que iba a ayudar a sacar a los afectados, entonces Saúl le acompañó y los dos bajaron al laboratorio de nuevo. Mientras los demás recogían sus libros, comenzaron a pensar por que habría surgido esa reacción, y en ese instante vieron como la policía se llevaba a su profesor arrestado, no se lo podían creer, necesitaban una respuesta y en cuanto acabaron de recoger, salieron del edificio. En la puerta se encontraron a Saúl y Carlos, tenían cara de cansados y todos se fueron a sus casas, hasta la mañana siguiente.

Era martes, en el instituto había bastante gente, pero no veían a nadie de su curso y se reunieron en la columna a discutir lo que sucedió el anterior día.

-A lo mejor la mayoría se traumatizaron por lo que sucedió ayer- Dijo Saúl -Estarán aterrorizados, no a todo el mundo le suele pasar eso todos los días-

-De acuerdo- Contestó Carlos -Vayamos a clase a ver si hay alguien-

Fueron hacia la entrada del edificio, se fijaron en las ventanas, estaban las persianas cerradas, y no parecía que hubiera nadie, entonces entraron. Al abrir la puerta no había nadie. Víctor fue al otro aula, ya que el curso estaba dividido en 2 clases. Los demás buscaron a ver si alguien se dejó algo que pudiera darles alguna pista. En ese momento a Saúl le sonó el móvil, era un mensaje de Víctor que decía: "Sube las persianas". Saúl se acercó al botón y lo apretó, las persianas se levantaron lentamente, hasta que se pudo ver lo que quería enseñarles Víctor, él estaba esperando frente a la ventana, la clase estaba oscura, y vacía. Víctor volvió y pensaron qué podrían hacer.

-No hay nadie de nuestro curso- Dijo Víctor -Todos han desaparecido desde el experimento de ayer-

-Y por el grupo de clase nadie ha dicho nada- Dijo Carlos mirando a su teléfono -A todos les ha llegado el mensaje, pero nadie contesta-

-¿Qué habrá podido pasar con ese experimento, que nadie quiere venir hoy?- Preguntó Iván -¿Por qué somos los únicos que sí hemos venido?

-Ni idea, habrá que preguntar a algún profesor- Respondió Mario

Los seis salieron de la puerta y entraron en el despacho de Don Ignacio, él se encontraba tenso, miraba a su ordenador con desesperación y rabia. Al final se dio cuenta de que el grupo de amigos había entrado y les preguntó, con un suspiro de alivio, qué estaban haciendo ahí.

-Al llegar aquí nos hemos dado cuenta de que no había nadie- Respondió Saúl

-Menos mal que vosotros estáis bien- Dijo Don Ignacio con un tono más calmado -Tenéis razón, ahora estaba mirando el correo, y un montón de padres me dicen que sus hijos no volvieron ayer a casa, y pensaba que habríais muerto en la vuelta a casa debido al experimento de ayer-

-¿No han vuelto a casa?, pero si a nosotros no nos ha pasado nada- Dijo Tomás exaltado

-Bueno... será mejor que entréis en clase- Dijo Don Ignacio -Ahora iré yo, dejad que acabe de responder estos correos-

Los seis amigos salieron del despacho preguntándose por qué no había vuelto nadie, entraron en su clase, sacaron los libros y se pusieron a plantearse que había pasado mientras llegaba Don Ignacio.

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