Capítulo 11

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Emma se despertó al sentir unas pequeñas manos haciéndole cosquillas. En un principio sintió pánico, pero cuando abrió los ojos y vio que esa persona era su hermanito Leo se calmó. Jugó un rato con el pequeño, sorprendida de que esté con ella en su cama. ¿Se habría pasado en medio de la noche o simplemente habría venido a buscarla cuando se despertó? Cuando escuchó que la panza de Leo hacía ruido del hambre, lo agarró en sus brazos y bajó a la cocina. Lo sentó en su silla y empezó a preparar el desayuno.

- Buen día. – Saludó David entrando a la cocina con una caja en la mano.

- Buen día. – Devolvió Emma el saludo.

- ¿Qué haces despierta tan temprano? – Preguntó Mary Margaret sorprendida al ver a su hija preparando unas tostadas.

- Tengo colegio. – Respondió Emma retirando las tostadas del fuego.

- Lo sé, pero nunca bajas a desayunar antes que nosotros. – Dijo Mary Margaret observándola con curiosidad, ella ya había aprendido que su hija no era una persona a la que le guste despertarse temprano.

- Leo tenía hambre. – Explicó Emma sentándose en la barra.

- ¿Estás feliz de tener una tan buena hermana? – Preguntó David haciéndole cosquillas a Leo y generando que se ría.

- Supongo que eso es un si. – Dijo Mary Margaret con una sonrisa empezando a preparar café.

- ¿Me preparas un chocolate? – Preguntó Emma a su madre. – Voy a cambiarme rápido, para ya estar lista. – Informó haciendo paso hacia fuera de la cocina.

- Claro cariño. – Asistió Mary Margaret.

La naturalidad con la que sus padres la trataban hacía que Emma se sienta abrumada. Ella no estaba acostumbrada a que la traten bien y a que la halaguen como su padre acababa de hacerlo. Así que ante la incomodidad buscó una excusa para irse. Fue a su habitación, se cambió y agarró las cosas del colegio para ya estar lista para cuando llegue el autobús. Volvió a la cocina y se unió a la mesada para desayunar, deseando que no vuelvan a sacar ningún tema que la haga querer salir corriendo.

- Tenemos algo para vos. – Dijo David alcanzándole la caja con la que antes había entrado a la cocina.

- ¿Todo ésto es para mí? – Preguntó Emma sorprendida al encontrar varios celulares dentro de la caja.

- No todos, pero podes elegir el que quieras. – Contestó Mary Margaret.

- Son celulares viejos que hemos usado en algún momento y ya no lo hacemos porque tenemos otros. – Explicó David.

- ¿Funcionan? – Preguntó Emma.

- Claro que funcionan, hemos probado todos por las dudas. – Aseguró David.

- ¿Puedo quedarme con dos? – Preguntó Emma sonriendo al ocurrisele una gran idea.

- ¿Para qué queres dos celulares? – Preguntó Mary Margaret sorprendida ante el pedido de su hija.

- Para darle uno a Henry. – Respondió Emma sacando de la caja los dos celulares que había elegido.

- ¿Henry? ¿El chico que vas a visitar al hospital? – Preguntó David recordando lo poco que Emma les había contado sobre el niño.

- Si. – Asistió Emma.

- ¿Te estás encariñando mucho con él, no? – Preguntó Mary Margaret mirándola intensamente.

- Si, somos amigos. – Respondió Emma.

- ¿Crees que eso es buena idea? – Preguntó Mary Margaret algo preocupada.

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