29 de octubre. De 2009
Muy probablemente para cuando encuentren esta carta yo ya estaré muerta y, al igual que Anna, todo el mundo pensará que se trata de un suicidio, porque así lo hará parecer EL; sin embargo es preciso decir que esta no es una carta póstuma en la que recalco que nadie tuvo la culpa, por el contrario ahora mismo cuento con dos aterradores enemigos a los que les gustaría terminar conmigo.
La señora Monroe, la madre de Anna es una de ellos, no obstante sin importar que justo ahora este allá afuera con un revolver escondido en la bolsa de mano y esperando por mí, sé de sobra que no será ella quien acabe con mi vida. Pero no puedo decir lo mismo de Él, el chico de la sonrisa torcida y mirada aterradora. Él, Michael, el sí que me asesinará y no solo lo sé, sino que también lo siento. Esta allá abajo esperándome, puedo oír el rechinar de la madera a cada paso que da.
Michael, mi fiel amigo y demonio personal, protagonista de mis más oscuras pesadillas. Es increíble pensar que al cabo de tantos años no hayas cambiado ni un poquito. Pues bien, tal y como lo prometió aquella tarde de verano del 87, cuando mamá y yo te encerramos en el sótano y tú dijiste que no importaba cuantos candados le pusieran a la puerta, algún día saldrías de ahí y vendrías por mí.
Mamá no sabes cuánto lo siento, sé que ni ahora ni antes comprendiste lo que ocurría, pero tienes que creerme, Michael es real, tan real como tú o como yo, y es él quien ahora mismo se ríe de forma osca mientras afila un cuchillo en la cocina para degollarme o algo peor...
Ya no hay tiempo, debo explicarlo todo antes de que lo inevitable ocurra, antes de que mi cuerpo sea encontrado y yo pase a la historia como una escritora más que se suicida a causa de la soledad.
Bien todo comenzó hace un par de semanas cuando la infortunada noticia de la muerte de Anna llego hasta mí, por ello tuve que regresar a Dor, para el funeral de mi amiga.
-Señora Monroe, lo siento tanto -, le dije a la destrozada mujer en cuanto me acerque a ella.
-Tú eres la última persona que sentiría su muerte –me soltó con evidente frialdad, con odio contenido.
-¿Por qué me dice eso? –pregunté llena de pena -. Ella era mi mejor amiga.
Sin embargo no recibí respuesta de su parte a cambio me entregó una nota y, acto seguido, se echó a llorar.
Era una nota corta, tan solo unas cuantas palabras:
No fue un suicidio. Ha sido Michael.
-Perdón, pero sigo sin entender –probé haciéndome la desentendida.
-Tú y tus malditas historias la volvieron loca.
¿Historias? Claro, mis historias. Historias cuyo único protagonista fue, es y será Michael.
Salí de la casa a paso acelerado queriendo borrar las palabras en la nota de Anna. Se trataba de él, era él y había regresado...
Llegué a casa con la mente destrozada, impidiendo que los recuerdos me invadieran. El corazón me latía con fuerza, era inevitable, el miedo se había apoderado de mí.
-Agie, hija...
Pero no deje que mi madre terminará su frase, en aquel instante tenía otro objetivo: el sótano.
-¡Oh NO! –grite -. Le has quitado la cadena a la puerta.
-Agie, ¿creí que ya lo habías superado?
-Pues no –susurré -. Le has dejado salir, madre –camine desesperada por el lugar -. Michael va a matarme. Debo irme de Dor.
Caminé hacia la puerta, pero no fui capaz de abrirla. Él estaba afuera, la silueta que me ofrecía la ventana lo delataba. Una gabardina roída y polvorienta cubría su escuálido cuerpo, su cabello sucio ahora le caía hasta los hombros, descalzo como antes, como siempre.
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EL JUEGO DE MICHAEL
Horror-¡Te he dicho que ya no quiero jugar! -le gritó. -Escucha niña... -rugió. -No. Escúchame tú -continuó desafiante -, si vuelves a tocarnos le diré a todos sobre tu juego...