Creo que nunca termino de decir lo que pienso, o lo que siento.
Pues sería demasiado poco considerado por mi parte confesarle a quién quiera que sea que cogería un cohete directo a cualquier luna con tal de no cruzarme con su desorbitada insensatez.
Creo que debería medir más mis malas caras, mis pocas ganas, mi rebeldía.
Atar mis sentimientos y dejarlos bajo llave, en cualquier remoto rinconcito de algún lugar de mi pequeña cavidad.
Justo ahí, dónde nadie pueda encontrarlos.
Aunque últimamente soy demasiado de cristal, pero poco palacio.
Más de ruinas, y de escenarios vacíos de mobiliario innecesario, impenetrable.
Demasiado transparente, demasiado sensata.
Demasiado loca. Demasiado evidente.
Demasiado caos,
para tanto orden.