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Cuando llego a la primera clase del primer día de la primera semana del primer mes del año escolar (que de hecho no es mi primero en este lugar) de pronto todas las miradas se posan sobre mí, sobre mí y mi, uh... particular forma de vestir. Aunque luego de unos segundos (que son más tiempo que el instante que la muchedumbre suele dedicar a las personas normales, con vestimentas normales) todos vuelven a sus vida supernormales, porque no tienen nada contra mí (al menos no la mayoría) pero tampoco se van a poner a celebrar la llegada del maricón de turno. Ya todos se han acostumbrado a mi ridículo atuendo en los dos años que llevo aquí; y solo esa chica que no conozco de nada (seguro es nueva) parece notar que el color predominante en mi vestimenta es el rosa. Con los ojos muy abiertos, se acerca a Felicity (que es con quien se ha sentado) y probablemente le pregunta en susurros por qué diablos es que llevo un suéter color rosa enorme que me queda por debajo de los bolsillos (por no decir mi trasero) de los jeans negros y super ajustados, y brillo labial del mismo tono que el suéter; eso sin contar con las uñas pintadas y las Vans color lila. Yo solo finjo no darme cuenta y sigo caminando; menos mal que no me puse la falda.

Solo camino hasta el fondo del salón, que es donde suelo sentarme para no llamar mas aún la atención (lo cual es casi imposible, ya que desprendo vibraciones homosexuales). Y como han limpiado las mesas durante las vacaciones de verano no me encuentro con ningún insulto de ningún tipo garabateado sobre el banco en el que me siento todas las clases y obviamente dirigido a mí, y a mi estado de casi nula masculinidad. Me alegro por eso, aunque sepa que solo es por el primer día. Ya comenzarán con eso otra vez, cuando vuelvan a darse cuenta de que en todas las clases me siento en el mismo sitio. Ya volveré a encontrarme con una mesa llena de insultos o simplemente señas ofensivas; predominantemente la palabra maricón, o comepollas. Sí. Ni siquiera lo he hecho, pero claro, Steve cómo diablos lo va a saber.

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Cuando son las ocho con treinta casi en punto y la clase está por comenzar ya todos los puestos están ocupados exceptuando el que se encuentra a mi lado. El año pasado era igual pero aparte de sobrar el puesto de mi lado siempre también sobraba aquel otro que hoy ocupa la chica nueva; yo solo rezo contra mi mochila para que no llegue nadie más a la clase y así poder seguir con mi estúpida vida rutinaria. 

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Me he escondido detrás de la mochila mientras vigilo atentamente para que la puerta no se vuelva a abrir y por ella entre algún bullie de mierda. Pero obviamente nunca nada resulta como yo quiero. Doy un salto cuando la puerta se empieza a abrir

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⏰ Última actualización: Dec 19, 2016 ⏰

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honest // malumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora