Capítulo V

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HANNA POV-

Una vez más, no ha servido de nada acostarme con otro hombre, solo para seguir sintiendo que sigo inmersa en este pozo sin fondo de mi corazón. Las sombras me inundan, estoy convirtiéndome en aquello que nunca desee ser, solo actúo de esta manera para poder quitarme el rastro de aquel imbécil. Todavía sigo sintiendo sus manos manosearme sin cesar, sin ni siquiera preocuparse por los lagrimones que surcaban mis rosadas mejillas. Aquella primera dolorosa penetración sin todavía haber cumplido los 11 años. En la penumbra de ese sombrío y minúsculo cuartucho.

Aquel sinvergüenza sin escrúpulos profesor de matemáticas me llevo al cuarto del conserje y se aprovechó de una inocente niña, que no tenía claro de que trataba eso.

Ese curso fue el más lento de mi vida, ya que no se lo conté a nadie. Él me perseguía cuando merodeaba por los pasillos y trataba de quedarse a solas conmigo para volver a tratar de acosarme. Cualquier excusa le bastaba, una nota más baja de lo normal o un mal comportamiento.

Al principio pensé que era culpa mía todo lo que estaba sucediendo. Pensaba que si le detenía, él se lo contaría a mis padres, dándole la vuelta a la historia o inventándose cualquier cosa con tal de que yo saliera mal parada, o mucho peor, me podría llegar a agredir.

Esa fue la peor etapa de mi vida. No se lo podía contar a nadie ni mucho menos desahogarme, me pasaba las noches llorando. Hasta la idea del suicido cruzo mi mente. Pero no me rendí y seguí luchando. No de un modo valiente, pero al final conseguí escapar de sus garras. Me invente que mis compañeros de clase me hacían bullying, por lo tanto mis padres me cambiaron de colegio y ahí fue cuando mi pesadilla terminó.

No sé como pero mi madre logro enterarse del verdadero motivo, y poco después comenzó con la bebida dejándome así una madre alcohólica.

Nunca me voy a poder perdonar haber hecho que mi madre empezara a beber, pero tampoco voy a poder perdonarla a ella no haberme apoyado en uno de mis momentos más difíciles, y haberse refugiado en el alcohol, y posiblemente en las drogas, llegando así a hundirse en la miseria.

Y ahí es cuando me di cuenta de que necesitaba una salida de emergencia, es más, necesitaba escapar de todo esto, de profesores acosadores, madres alcohólicas y padres que ni siquiera se ocupan de sus hijos.

No quiero tener hijos por ese motivo, porque no sé si seré buena madre o si descuidare de ellos, no quiero que tengan que crecer sin tener a alguien en quien confiar, o que se sientan solos.

Por eso cuando después de cuatro semanas, es decir, 28 días, cuando Mery se presenta en casa llorando a moco tendido diciendo que el gilipollas de mi hermano la ha dejado preñada me asusto. Y mucho.

Y entonces tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora