Lalín

1.2K 65 25
                                    

Esa noche de luna llena, recostada bajo el árbol de jobo observaba el brillante cielo forrado de estrellas. El silencio reinaba y eso me encantaba. Todas las noches cuando mi madre se quedaba dormida, me escabullía. Al anochecer, me sentía diferente, me llenaba de alegría.

Hacía frío, el viento acariciaba mi rostro mientras el cielo daba paso a una gota de agua que caía lentamente sobre mi mejilla. Perdida en mis pensamientos me quedé dormida en un banco, no por mucho, ya que el sonido de una fuerte llovizna hizo que me despertara, por lo que me levanté enseguida dispuesta a regresar a casa. Miré una última vez al cielo, me pareció ver una estrella fugaz. Pedí un deseo, sin notar que al caer la estrella se mantuvo encendida.

Curiosa me acerqué, no me importó cuán empapada estaba. Logré saltar la cerca y me asombré al ver tal rareza. No era una estrella fugaz después de todo. Lucía como una silueta que por alguna extraña razón estaba iluminada al igual que una estrella.

Escuchaba cómo sollozaba.

— ¿Estás bien? —pregunté.

Caminé hacia este ente y me senté a su lado con cierta pena. Su rostro reflejaba melancolía, así que lo envolví en un cálido abrazo para apaciguar su tristeza.

Se calmó y me miró a los ojos. Estos reflejaban preocupación y confusión.

— ¿Qué sucede? —me atreví a preguntar.

— ¿Por qué no me temes?

— ¿Por qué debería hacerlo? —me puse de pie con el ceño fruncido mientras esperaba una respuesta.

—Porque soy diferente, no pertenezco aquí. Los humanos suelen asustarse de lo que no pueden controlar o entender y algo que jamás podrán controlar son las diferencias.

—No entiendo qué quieres decir con eso.

—Algún día lo harás. —aseguró.

Lo miré pensativa. Parecía una sombra, pero las sombras no eran capaces de brillar tal y cómo lo hacía. Tampoco lucía aterrador, era diferente; tan interesante. Jamás había visto algo así y eso hacía que mi curiosidad aumentara a niveles impensables.

— ¿Lo ves? Ahora lo único que haces es mirarme. Me tienes miedo.

Negué con la cabeza.

—Pienso que eres lo más interesante que he visto en mi vida. —sonrió mientras se ponía a mi altura.

—Tú también eres muy diferente a lo que yo alguna vez he visto o escuchado. Eres mucho más pequeña de lo que son los demás humanos. También, eres la única que ha logrado verme. Eso significa que tienes un alma pura.

— ¿Qué es eso? ¿Es una especie de perfume o algo así? —pregunté frunciendo el ceño. —Pero, ¿sabes qué? A veces siento que soy invisible. —decidí confesarle.

Tomó mis pequeñas manos para entrelazarlas con las suyas. Acto seguido vi una chispa expandiéndose y recorriendo poco a poco por mis manos hasta quedar yo, completamente iluminada en medio de la oscuridad. No sabía que había pasado, luego de eso se cayó al suelo y me asusté. Lo ayudé a levantarse. Tambaleándose un poco logró mantenerse de pie.

El cielo había cesado su lluvia y presentía que algo malo pasaría. Escuchamos el ruido de un camión, una luz nos cegó y de un momento a otro, ya no estaba conmigo. Mi madre me agarraba y me decía que todo estaría bien, que ahora estaría a salvo y me llevaría de vuelta a casa. Sabía que esto sucedería, una extraña sensación me lo decía. No quería que se fuera, volvería a estar sola y mi corazón se quebraría. Por lo que me escapé de los brazos de mi madre y corrí hacia donde lo tenían encerrado, pero ya era demasiado tarde, ya se lo habían llevado. Volvimos a casa, subí las escaleras, fui a mi habitación y me recosté en la cama preguntándome, ¿qué había hecho mal? Nada de esto debió pasar.

Me asomé por la ventana y vi que las estrellas perdían su esplendor. Afuera estaba apagado y poco a poco el cielo se quedaba sin vida, sin ningún tipo de luz. Justo en ese instante supe que tenía que buscarlo. Bajé las escaleras cuidadosamente, teniendo en cuenta que no debía hacer ruido. Llegué a la puerta y la abrí lentamente. Ya no habían estrellas, solo un cielo pintado de negro. Me detuve en seco, dándome cuenta que no sabía a dónde ir o qué dirección seguir. Y fue ahí, cuando un resplandor apareció alumbrando mi camino, una especie de luz que provenía de una mariposa, que me aseguró guiarme hasta el ser mágico.

Algo en mí se quebró, sin saber por qué, podía sentir lo que él sentía. Miré hacia atrás y vi una sombra que nos perseguía poniendo gris todo a su paso. Corrí, se acababa el tiempo, cuando al fin llegué, el lugar estaba repleto de personas. La mariposa voló hacia ellos como método de distracción. Fui inmediatamente a la camioneta para buscarlo. La parte trasera estaba entreabierta, así que se me facilitó encontrarlo.

Bajamos y me pidió que fuéramos a un lugar alto...el tejado. Subimos por una escalera que encontramos.

—No nos queda mucho tiempo. —me dijo casi apenas audible.

—Pensé que yo solo podía verte.

—Al entrelazar nuestras manos, nuestras almas también lo hicieron. Y adquirí un poco de humanidad. —explicó.

—Tengo miedo. —dije temblorosamente.

—No hay porqué tenerlo, confía en ti y confía en mí. Prometo que todo saldrá bien. —me dio un tierno beso en la sien que hizo reinar la paz en mi interior.

Lo abracé fuerte, no quería dejarle ir, pero tenía que partir.

—Lalín. —dijo una vez más, esta vez mirándome a los ojos mientras removía una lágrima con su dedo pulgar de mi rostro.

Le devolví la mirada sorprendida, pues no había compartido mi nombre en todo el día.

— ¿Sí?

—Gracias por creer en nosotros.

Y así, se fue desvaneciendo en el aire, sin más, combatiendo las nubes grises.

A veces, lo único que queda es dejar ser.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
LalínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora