Capítulo 1

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Perfecta.

Esa palabra me atormentaba día y noche, desde que nací, fui llamada de esa manera por mi madre. Yo no quiero ser perfecta, sólo quiero ser yo, sólo quiero ser Iris Kets.

Sé que eso nunca será posible, sé que nunca podré ser sólo Iris. Vivo en un palacio, vivo aislada, las únicas personas que conviven conmigo son mis padres y mi hermana, Sonia, y sé que siempre será así. Leo y sueño con ese mundo que se encuentra afuera de este castillo, pero sé que, posiblemente, nunca podré verlo.

Soy hija de la Muerte. Y de acuerdo a las leyes, mi hermana será la siguiente, y luego, decidirán que hacer conmigo, espero que me den la opción de irme al Mundo de los Vivos para ser parte de ellos, porque de solo pensar que la vida que tendré va a consistir en estar encerrada aquí, me mata.

Aparte mi mirada de las partituras al oír gritos. Sabía perfectamente que quienes se gritaban la una a la otra eran mi hermana y mi madre, ocurría casi todos los días de la semana. Siempre, cuando acababan de gritar, se oía como una puerta se azotaba, y yo estoy segura, de que quien se encarga de eso, es mi hermana.

Más tarde salí de mi habitación y camine a la cocina. En cuanto llegué ahí, los cocineros me sonrieron, y me preguntaron si necesitaba algo. Como siempre, les asegure que yo podía sola. Cada que mi hermana y mi mamá peleaban, me encargaba de prepararle leche con chocolate, sé que es una de sus cosas favoritas.

Nunca me deja entrar a su habitación, así que le dejaba el vaso en frente de su puerta. El vaso, siempre lo encuentro lleno en el mismo lugar, sé que nunca lo bebe, pero espero que un día lo haga, porque quizá eso quiere decir que dejo de odiarme.

Sonia me odia, no sé porque, nunca hablamos, nunca me pregunta cómo me va y cuando yo intento preguntárselo, me cierra, me calla. Nunca he podido hablar con ella, nunca he tenido el valor de preguntarle porque no me quiere.

Mientras me dirijo a mi habitación, oigo como la puerta de su habitación se abre, la volteo a ver. Por un instante nuestras miradas se cruzan, sus ojos castaños observan los míos. Le dedico una pequeña sonrisa, en vez de regresármela, cierra la puerta.

                                                                                                      *

Sonia y yo nos llevamos dos años, ella es la mayor. Somos muy diferentes físicamente, en lo demás, realmente no lo sé, no he tenido la oportunidad de conocerla como para poder compararnos.

Esa tarde, decidí ir al salón de música, mi piano estaba esperándome. Había varios instrumentos aparte de éste; un saxofón, que también me pertenecían, dos guitarras, las cuales son de mis padres, una flauta transversal, que es de mi madre y un violín, que le pertenece a Sonia.

Empecé a tocar, esto lo hacía cada que me aburría, cada que me hartaba de leer, escribir o resolver ecuaciones. Es decir, por lo menos tres veces al día, me doy un pequeño paseo por aquí.

Fui interrumpida al oír que la puerta se abría.

- Hola Sonia-dije sonriéndole. Ella asintió-. ¿Vas a tocar?

- En cuanto te vayas- contestó. Miré el reloj que se encontraba en la pared, todos los martes tenía clase de violín.

- Claro, tienes clase- dije-. Acabo de leer un libro, es muy bueno, me preguntaba si estabas interesada en leerlo.

- No-me respondió bruscamente, estaba enfadada, siempre lo estaba. O al menos, conmigo o con mi madre, nunca con papá.

Segundos después entro mi mamá quien ignoro la presencia de Sonia y corrió a abrazarme. Sonreí, rara vez recibíamos abrazos por parte de mamá.

IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora