XXVlll (último capítulo)

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Subí las escaleras hasta llegar al segundo piso. Entré a la pieza, saqué mis cigarros y salí al balcón. Nunca había estado aquí, sólo veía por la ventana de vez en cuando.

Había salido el viento, las ramas de los árboles se movían de un lado a otro, parecía como si se fuesen a caer las weas. Prendí un cigarro mientras me apoyaba en la baranda, de vez en cuando pasaban autos, podía escuchar como gritaban algunos pendejos y como ladraban los perros, se escuchaba más silencioso que en Santiago, paz y amor hermano.

Me senté en el piso mientras apoyaba mi frente en uno de los fierros, estaba heladito.

—¿Me dai uno? —se sentó junto a mí él Nico. Le extendí la cajetilla junto con el encendedor. —¿Pasó algo con él Jaime? —me miró.

Negué con la cabeza. —¿Pasó algo con la Maca? —negó con la cabeza mientras inhalaba el humo del cigarro.

—¿Qué hubiese pasado si jamás hubiesen tenido onda con él Jaime? —me miró.

—Sería feliz. —reí despacio. —no sé, sería lo mismo pero en distintos bandos.

—Él con alguna maraca y tú con algún mino. —miró el cielo. Asentí con la cabeza mientras soltaba el humo por mi nariz. —me gustaba como se veían.

Lo miré unos segundos y me subí de hombros. —Ya fué.

—¿No ha vuelto a pasar nada entre ustedes? —me miró. ¿Se lo digo o no? Quizá se le caiga el tarro con la Cata.

—¿Te cuento algo? —asintió. —pero que quede entre los dos. —me crucé de piernas. Volvió a asentir. —en uno de los mil carretes me lo comí.

—¿Kiéh? —me miró.

—También me lo comí hace días, acá, en esa cama. —apunté dentro.

—¿Keh Kiéh? —subió sus cejas. —¿Por qué yo no sabía?

Me subí de hombros. —No quiero pagarle treinta lucas a la Cata. —reí mientras metía el cigarro a mí boca.

—¿Y fue un topón o un calugaso de los buenos? —se puso como yo, con las piernas cruzadas.

—Un beso sencillo, lento y tierno. —miré en frente. —cómo los de antes. —sonreí de lado.

—Dime la verdad. ¿Aún te gusta? —lo miré.

—¿Aún te gusta la Maca? —pregunté.

—Obvio que sí, que pregunta weona es esa. —apagó su cigarro.

—Tan weona como la que me hiciste. —inhale por última vez el humo del cigarro y lo apagué.

—¿De verdad te sigue gustando? —asentí. —pensé que ya ni na con ese weon, como te veías tan enojada con él antes.

—Como el primer día, querido Nicolás. Como el primer día.

—Nico, te necesito. —apareció la Maca por la puerta.

—Bueno __, mi hermosa polola me llama. —se levantó. —Esto no se va a quedar así, tenemos una conversación pendiente. —me apuntó con su dedo.

Prendí otro cigarro, metí una de mis manos a mí bolsillo mientras que con la otra sostenía el cigarro. Sentí como la ventana se abría, un Jaime chascón se apoyó en la reja, junto a mí.

No dije nada, no me moví ni lo miré. Sólo seguí mirando la calle sin decir nada. Me fumé el cigarro en silencio, él sólo miraba hacia el piso, de vez en cuando suspiraba y miraba el cielo.

Me levanté para poder entrar a la pieza mejor estar sola que con este weon en silencio.

—__. —me tomó despacio por la manga. —¿Podemos hablar? —me miró.

[....]

—¿Vai a hablar o puedo entrar a la pieza? —lo miré. —estoy caga de frío.

Habían pasado quizá más de veinte o treinta minutos en los que no decía nada, más que soltar gruñidos molestos o suspiros.

—Es que, hum. —rascó su nuca. —es como la primera vez. —rio nervioso. ¿Primera vez de qué weon? —es como la primera vez que empecé a sentirme weon por ti. —me miró. —cuando me hablabai y me daban taldos internos, cómo cuando decías mi nombre y me recorría ese típico escalofrío por la columna.

—No es por molestar ni nada, pero, no entiendo ni weas de lo que hablas. —lo miré.

—¿No te dai cuenta? —me miró mientras se acercaba. —¿No te dai cuenta cuanto me gustai? ¿Cuántas ganas me dan de pescarte, culiarte y agarrarte a besos? —lo miré.

—Jaime...

Me interrumpió. —Me gustas, me encantas, me fasinas, me dan ganas de, no sé, pegarme a ti como lapa, sentir ese holor tan particular tuyo, de darte esos besos weones en el cuello, esos besos que tanto me gustan. —se acercó. —No sé como más puedo decírtelo. No sé como demostrarte que me encantai. —lo miré a los ojos. —me gustai de verdad, nunca pensé que sería tan mamón con alguien. —se acercó a mis labios, a tal punto que se empezaban a rosar.

Está despertando. ¡Mira, mira! Está abriendo los ojos, llama a una enfermera, anda.

Jaime. —murmuré.

—__ ¿Me escuchas?

__. —susurró.

¿Puedes oírme? ¿Sabes dónde estás?

Tú también me gustas. —murmuré mientras unía mis labios con los suyos.

[...]

—¿Jaime? —abrí los ojos de golpe.

—Mi amor. —se acercó ¿Mi mamá?

—¿Mamá? —la miré. Sonrió mientras se le caían un par de lágrimas. —¿Eres tú? —toqué su mejilla.

—¿Quién más sería? —sonrió mientras tomaba mi mano que estaba en su mejilla.

—¿Qué tú no..?

—¿Cómo te sientes amiga? —se acercó la Cata con una sonrisa. Tenía un corte en la ceja y en su labio, sin decir que tenía una mano vendada.

—¿Y...Y él Jaime?.—intenté sentarme.

—No te sientes, mi niña. —me acarició la cabeza mi mamá. Que bonito sonaba decir eso de nuevo.

—¿Él quién? —rodió la camilla.

—Él Jaime, ¿Dónde está? ¿Y la Maca? ¿Él Edgar? ¿Él Nico? ¿Él Naiko? —la miré. —¿Por qué está viva mi mamá? —las miré sin entender nada.

[...]

Había sufrido un choque automovilístico, íbamos en el auto de la Cata por la noche mientras que un borracho se nos cruzó, intentó esquivarlo y chocamos junto a una micro. Todo lo que había construído, todo lo que había echo fue producto de mi imaginación.

¿Él Jaime? Al parecer jamás existió. La persona que más me había gustado en este mundo no existía, todo había sido producto de mi imaginación, cada pequeño paso se desvaneció.

Cada amigo.

Cada risa.

Cada momento.

Cada dolor.

Cada tristeza.

Cada estupidez.

Cada amor jamás existió.

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2016 ⏰

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¿Sólo amigos? (Jaime y tú)#2 [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora