El destello del Lapislázuli

Descubriendo un nuevo mundo

Pasaron las horas como si de un instante se tratara, o al menos así le pareció a Maia. No se esperaba, a esas alturas de su vida, volver a sentir que perdía el control de la situación. Mientras tomaba apuntes, no podía parar de mirar a aquella chica que había golpeado su realidad tan fuerte preguntándose que motivo le habría llevado a hacerlo. No podía creerse que tantos años de indiferencia hacia los demás fueran a desaparecer como arena arrastrada por el viento, y menos solo por un comentario criticando su actitud. Esa era la mejor forma de tratar con todos los que le rodeaban, ¿o no sería así? ¿acaso era un error que debería haber previsto desde el principio? no, es imposible estimar que, de entre toda la masa de personas sin sentido de la existencia, pudiera elevarse una luz tan potente que cegaba su oscura alma. Por más vueltas que le daba al asunto, solo podía llegar a la conclusión de que esa chica había logrado romper su visión de la realidad por unos instantes y que debía ser una de esas personas únicas de las que tanto había leído en sus libros. Sin embargo, su apariencia no era la de una persona extraordinaria, más bien al contrario, al menos desde su punto de vista.

- Debes concentrarte -  Pensaba una y otra vez intentando controlarse a si misma -  Esto no es lo normal en tí. Serénate o perderás apuntes importantes... pero, ¿porque? - Sus ojos se desviaban, constantemente hacía su derecha, buscando tomar contacto con su compañera. Por más que la miraba no era capaz de encontrar que le hacía tan especial, hasta que volvía a observar aquellas esferas de lapislázuli que le habían absorto desde el mismo momento en que entró a su clase. Aquellos ojos azules parecían esconder mucho más misterio en su interior y, cada vez que cruzaba la mirada con su compañera, parecía que iban a congelarle de un momento a otro. Intentaba esquivar la mirada pero sus mejillas sonrojadas le delataban una y otra vez.

El resto de su clase, en los ratos de descanso, intentaron entablar conversaciones con ambas chicas, pero Ruri siempre intentó acaparar lo más posible la atención, sobre todo cuando notaba la incomodidad en la cara de su compañera, la cual realmente ya no podía mantener la dura fachada de superioridad que había intentado sostener desde el momento en que la vio sentada. Lo primero que pensó al verla fue un sentimiento de confusión: una chica de su edad vestida tan formal que podría pasar por una alta ejecutiva mirándole como si se tratara de una niña pequeña que acabara de ver la nieve por primera vez en su vida. Ruri no pudo evitar sentir una ola de compasión y ternura hacia ella, o al menos así fue hasta que pudo ver el inmenso muro que intentaba construir para alejarse del resto. Usando una crueldad fingida, una apariencia altanera y una prepotencia impropia que le hacían parecer una persona vacía y cruel. Pero ella podía ver a través de su alma como si de una lamina de papel transparente se tratara. Llegó uno de los últimos recesos entre clases y Maia no pudo evitar ir al baño para mojarse la cara e intentar calmarse un poco, ya que las emociones estaban a flor de piel y no quería descontrolarse. Mientras, en el aula, un grupo de alumnos había invitado a Ruri a ponerse con ellos al fondo de la clase, obviamente para comentarle cosas que Maia no podía ni debía oír:

- No se como te puedes sentar al lado de esa después del discurso pedante que dió antes. Mejor deberías dejarla sola como la perra abandonada que es, a ver si se le aclaran las ideas - Le comentó uno de los chico que, momentos antes, admiraba el bello cuerpo de la persona que ahora despreciaba.

- Eso, realmente no es más que una niña rica arrogante y malcriada como el resto, déjala y vente con nosotros - Comentó otra chica que, más que admirarle, habría estado dispuesta a hundirle ella misma por pura envidia.

- Solo está para echarle un polvo - dijo entre risas burlonas otro chico, provocando la risotada general a excepción de Ruri -  pero realmente sería un milagro que pudiera atraerte semejante actitud. No creo que fuera posible ponerse pensando en esa borde asquerosa.