Lamentos en la oscuridad

1 1 0
                                    

En un solo día habían aparecido dos de los cuatro anillos que quedaban por aparecer. Pocas fueron las palabras que se dirigieron estos dos, pero todas ellas fueron para intentar terminar con los cuatro portadores que llevaban los anillos que consideraban sus enemigos.

Después de hablar entre ellos comenzaron a caminar por diversos senderos hasta llegar a las montañas. Entraron en un pequeño bosque de pinos y algarrobos. Caminaron hasta encontrarse frente a la entrada de una cueva. La entrada tenía en sus extremas dos columnas perfectamente labradas. A lo largo y ancho de ambas columnas había grabadas diferentes runas y letras.

Adentrándose en la cueva había doce portones, con grandes arcos sobre ellos. En estos también había runas grabadas. Al final de los doce portones había dos gruesas puertas entreabiertas, colocada sobre la pulida roca de la montaña.

Cuando alcanzaron la entrada con las columnas, una sonrisa se dibujó en sus caras, mostrando que estaban muy cerca del lugar donde debían llegar. Sin vacilar se adentraron en la cueva, cruzaron todos los portones y atravesaron las puertas, perdiéndose en la inmensa oscuridad de aquella cueva.

"Gran parte de los recuerdos sobre los anillos restantes mientras estuvieron en la cueva se perdieron con el tiempo, al igual que algunas de las acciones que hicieron desde su aparición hasta que nos encontramos cara a cara con ellos. "


Cada día después de salir del trabajo Ricardo se dirigía en su coche a una pequeña cala a varios kilómetros de la ciudad. Una playa suficientemente alejada como para no encontrarse con nadie mientras seguía practicando para controlar los poderes de su anillo. Dedicaba cerca de dos horas diarias a practicar técnicas de combate con su hacha y a utilizar el poder de su anillo, lanzando alguna que otra esfera de fuego contra el mar.

Su habilidad con las armas era espectacular y no tardó en manejar mejor su hacha que los demás sus respectivas armas. El control que tenía sobre el poder del anillo también era excepcional y su poder crecía rápidamente, al igual que les ocurría a Alberto y a Miguel.

Coincidiendo en día, Ricardo hizo su juramento de silencio casi al tiempo en que aquellos dos cruzaban los portones hacia el interior de la cueva. Le prometimos que no le presionaríamos para hacer el juramento y cumplimos nuestra palabra. Seria él, cuando se vio preparado, que nos llamaría para reunirnos y hacer su juramento.

Durante aquel tiempo de espera comenzamos a llevar con total normalidad el día a día. Apenas venían a nuestra mente los recuerdos sobre el combate contra el guerrero del fuego.
Siguieron pasando los días y todo parecía igual que siempre. En apenas dos días me iría de vacaciones. Aprovecharía dos festividades a principios de mes para pedirle al jefe unos días libres. Una vez pasadas las festividades tenia quince días de vacaciones que coincidirían con las fiestas de navidad, por lo que regresaría al trabajo casi en el mes de enero.

Estos primeros días festivos y los días libres los pasaría en la península con la única familia que tengo por parte de mi madre, es decir, mi tía y primos. Con ellos viajaría hasta las montañas y pasaría unos días de acampada en la nieve, con ellos y con algunos amigos de mi familia, a los que también consideraba amigos míos.

Tenía mucho más que programadas aquellas vacaciones, pues llevaba casi dos meses esperando a que llegara el día. Mi familia me había dado a conocer los planes que tenían y como poco a poco el resto de los que irían confirmaban que también se apuntaban.

Si nos hubiéramos pasado a en pensar, habríamos pensado que hacía ya un tiempo que teníamos los anillos y no habíamos tenido señal alguna de los cuatro restantes. Pero era mejor así y en cierto modo despreocuparnos, para evitar que nuestros amigos y familiares se preocuparan por nosotros.

(L.A.S) Los Cuatro ArquerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora