Después de terminar el desayuno, Samuel y Guillermo conversaron sentados en el pasto fuera de casa. Veían el sol que, escondido entre algunas nubes, salía de vez en cuando para saludarlos. Podían escuchar el sonido del viento acompañado del dulce silbido de los pájaros en el bosque. Nada de bullicio. No había gente gritando, no había bocinas sonando. Sólo estaban ellos y la inmensidad de la naturaleza.
Cuando el calor del sol comenzó a hacerse presente, decidieron que era el momento de partir. Guillermo debía llegar a casa para estudiar. El martes rendía un examen para el que no había repasado ni una sola vez. Dejaron medianamente ordenada la cabaña y partieron.
-Me gustaría que pudieras quedarte en mi casa. Estaríamos más tiempo juntos –comentó Guillermo cuando iban entrando a la ciudad.
-Pero chiqui, me gusta la cabaña. Me hace bien, tú mismo lo dijiste.
-Lo sé, pero ahora que vas a irte sin boletos de regreso, sé que voy a extrañarte mucho más –agregó con voz de niño mimado, dirigiéndole una mirada a Samuel a la vez que hacía un puchero.
-No me pongas triste. Sabes que volveré.
-Sí, eso lo sé –de la guantera, Guillermo sacó un CD para colocar en la radio. Se percató de que había títulos nuevos-. Como te vas el domingo por la mañana, podría volver a dormir contigo en la cabaña el viernes, ¿no?
-¿Ah, sí? –dijo Samuel en un exagerado tono de exclamación.
-Sí... -respondió él, en el mismo tono de voz y alargando las íes.
Madrid se veía más tranquilo que de costumbre. 'Ha de ser porque es domingo' pensó Guillermo. Sólo unas cuantas personas paseaban por las calles, vestidos cómodamente. Nada de ropa oficinezca ni grandes lujos encima. 'El único día en que todos nos vemos iguales.'
-En quince minutos estoy en casa. Supongo que habrás cocinado mi plato favorito para almorzar. Cuánto se me antoja una lasaña ahora mismo!! –Guillermo le escribió a su mamá. Recordó sus momentos de infancia cuando llegaba sólo al almuerzo porque se había quedado a dormir donde Frank. Su madre lo recibía alegremente con su plato preferido.
+Sigues siendo mi niño adorado. Aquí te espera una lasaña recién salida del horno y adivina qué... Hay comida para seis personas!! –respondió ella un par de minutos después.
-Y eso qué significa, mamá? –Guillermo se alteró. Estaba nervioso esperando recibir una respuesta que lo aliviara.
+Que hoy se come en familia. Dile a Samuel que pasen a comprar alguna bebida para el almuerzo. Del sabor que prefiera.
A pesar de que tenía claro que en su familia aceptarían inmediatamente a un hombre por novio, no pudo evitar sentirse extremadamente nervioso. Comenzó a tiritar y al llegar a un semáforo, un par de cuadras antes de su casa, le pidió a Samuel que aparcara la camioneta. Este accedió sin comprender el por qué.
-¿Qué ocurre? –Samuel pudo percibir que algo extraño le ocurría a Guillermo- ¿Está todo bien en casa? ¿Qué dijo tu madre?
-Mamá me dijo que pasáramos a comprar una bebida, que tú la eligieras. Dijo que había seis porciones de lasaña en casa... -respondió fríamente.
-Pero... -comenzó diciendo y, al percatarse de la expresión que tenía Guillermo plasmada en el rostro, tragó saliva- ¿Quiere que almuerce con ustedes? ¿Qué te preocupa? ¿Hay algo malo en eso?
Guillermo, con su teléfono móvil girando en sus manos, se tomó unos segundos antes de responder. Inhaló aire profundamente y lo exhaló, con toda calma, intentando relajarse.
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De Azúcar Y Nieve (wigetta)
FanfictionGuillermo, un chico que oculta una etapa oscura de su vida, se ha acostumbrado a vivir consigo mismo y las pocas personas que lo rodean. Sujeto a la rutina y a su cuaderno que lo ha acompañado desde siempre, intenta sobrevivir cada día de su vida. F...