(13) | origami ii/ii » kaisoo

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La primera vez que Jongin lloró con un tema referente a Kyungsoo fue cuando cayó en cuenta que él no tenía un plan familiar para navidad. Kyungsoo en la soledad de una habitación, sin regalo, sin sonrisa, solo. Jongin lloró horas en el baño, su pecho comprimiéndose en «¿Por qué, Dios?» antes de tomar la decisión de pasar la navidad en su compañía.

Le insistió a Junmyeon para que autorizara la salida de Kyungsoo del hospital al menos por un día pero éste dijo algo de frío, huesos, entumecimientos y salud, así que desistió de la idea y la terminó transformando en una habitación llena de luces, árboles de navidad pintados con crayón y pegados a la pared y grullas, muchas más. Ya no eran doscientas y uno, según Kyungsoo, llevaba trescientas veintinueve.

Jongin, en serio no era necesario.

Kyungsoo usa el nuevo regalo de Jongin, un lápiz que tiene tres colores, y por supuesto la libreta, obra de arte de los dos.

—Nada de eso, hyung —responde—. De verdad quiero pasar mi navidad contigo.

Jongin es sincero cuando no medita dos veces las cosas. Es palabras escapando de él como agua que escurre del cielo y cae a tierra y no puede hacer más nada que soportar la vergüenza de sus propias oraciones. Tiene que lidiar con los furiosos sonrojos de Kyungsoo y los suyos propios.

La habitación decembrina se vuelve escenario de una guerra de miradas. El sonido es efímero pero con detenimiento se logra escuchar el compaginar y palpitar de dos corazones.

Jongin acorta la distancia hasta la camilla de Kyungsoo con la excusa de «Tienes en tus manos las guirnaldas para la puerta» y en menos de un santiamén está en el mismo espacio personal de su paciente. Cerca, tan cerca que sus respiraciones calientes chocan y se mezclan en medio de la habitación.

Kyungsoo sostiene aquella mirada, y las decoraciones en sus manos, Jongin las toma y sus dedos se tocan prolongados segundos, sus miradas no mitigan; hay una corriente eléctrica que viaja por dedos lechosos y dedos morenos hasta extenderse por todo el cuerpo. Jongin se acerca un poco más y por inercia Kyungsoo también entonces Junmyeon interrumpe.

—¡Feliz navidad!

Aquello es tan rápido que no da a prórroga a nada. Kyungsoo gruñe cuando no ve la presencia de Jongin rozar la suya y éste tiene que correr lejos de la orilla de la camilla hacia cualquier punto entre las esquina de la habitación y la decoración navideña.

Junmyeon entra como tsunami que arrasa costas en compañía de su pareja, igual de escandaloso que él.

—Soosie, ¡te he extrañado tanto! —Jongdae corre hacia el encuentro de Kyungsoo y por primera vez éste no ofrece para él sonrisas sinceras de alegría. Ni siquiera se las ofrece a Junmyeon.

Kyungsoo acepta a regañadientes el ferviente abrazo que Jongdae le da y un regalo que relaciona a un peluche pingüino y Pororo. Jongin tiene que mirar a otro lado porque todavía no se acostumbra a la idea de Jongdae y sus demostraciones cariñosas hacia Kyungsoo. Muchas veces lidió con tempestades que se originaban en su mente porque encuentra que los abrazos y los besos en la mejillas son incómodos al punto de ponerlo de mal humor. Nunca antes nadie pareció reñirle por ello y era algo que agradecía eternamente.

Aunque claro está, Jongdae no pasa por alto semejante escena, mucho menos Junmyeon.

—Tranquilo, Jonginnie —dice risueño—. Tengo a mi novio justo allí, no pienso quitarte el tuyo.

Junmyeon y Jongdae son testigos de la escena a continuación: Jongin demasiado ofuscado como para respirar y Kyungsoo azorado rayando desprolijamente las hojas de su libreta.

La Coleccionista → EXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora