Solté un suspiro de frustración y me vi obligada a rodar entre las sábanas, esperando que el sueño vuelva a reinar en mí. Le eché un vistazo al despertador, eran las 2 de la madrugada. Me acomodé de nuevo, y cerré los ojos a medida que trata de encontrar alguna distracción.
«Podría contar ovejas» pensé, mientras que la imagen se formaba algo borrosa en mi cabeza.
«Una oveja...» conté.
«Dos ovejas, tres ovejas, cuatro ovejas, cinco...»
-Pensaba que eras más creativa, para ser honesto -dijo una profunda voz en la oscuridad y pegué un salto, cayendo completamente de la cama. Levanté la mirada y me encontré con mi mejor amigo riendo a carcajadas sobre lo que acababa de pasar.
-Zayn, ¿qué haces aquí? -pregunté, restregando mis ojos como disimulo de haber dormido.
-¿Cómo puedes seguir contando ovejas? ¿Acaso tienes cinco? -rió a medida que un hoyuelo se hacía presente en sus mejillas.
-¡Ya cállate! No podía dormir -frustrada, le lancé una de las almohadas pero mi puntería falló... como siempre.
-Oh vamos, de igual manera no puedes contar ovejas esperando que el sueño vuelva a ti, pudiste haberte tomado una de esas pastillas para dormir.
-Déjame en paz -dije y subí a la cama de nuevo. Lo miré-. Además todavía no me has respondido qué estás haciendo aquí.
-Pues, por casualidad digamos que tampoco he podido pegar un ojo en toda la noche así que pensé «¡Hey! Sería buena idea ir a molestar a _____» y aquí me ves, tonta.
-Eres un idiota -le pegué un codazo en el hombro y sonrió.
-Ahora ve a prepararte -dijo con aquella voz terciopelada que tanto me gustaba oír.
-¿Disculpa? ¿y adónde iremos a éstas horas de la noche?
-Ya verás, ahora ve y cámbiate -enarqué una ceja-. ¿De veras necesitas que te cargue hasta el baño y te vista como una niña de cinco? ¡Vamos! Cámbiate.
Me levanté y fui al baño antes de que él notara mis mejillas sonrojadas. La imagen de él vistiéndome apareció en mi mente y sacudí la cabeza, tratando de ignorarlo. Me coloqué un suéter, un par de pantalones negros y mis converse. Cepillé mi cabello y me sobresalté cuando Zayn entró en el baño. Me echó un vistazo rápido y cogió mi mano, pero me negué a ir con aquel peinado tan escandaloso.
-Estás linda así, ahora vámonos.
Sentí mis mejillas arder y me apresuré a escapar por la ventana con su ayuda. Caminamos por el callejón hasta su Jeep, y coloqué la mirada fija en la ventana durante todo el camino. Sonreí al notar que íbamos a la feria de diversiones.
Intenté pagar la entrada pero Zayn se adelantó y las pagó todas, luego cogió mi mano y me llevó hacia las montañas rusas. Sin darnos cuenta, el tiempo había pasado bastante rápido. Agradecí a Dios en mi mente al recordar que mañana era Sábado, y no habría clases.
-¡Hey, mira eso! -exclamó Zayn a medida que agarró mi brazo y me llevó hacia una pequeña casilla de juegos.
Levanté una ceja al observar las pelotas que el vendedor le había concedido, para jugar. Agarró la primera y la tiró, pero falló. Zayn soltó un suspiro lleno de frustración y se dispuso a lanzar la segunda. Pero falló nuevamente. Reí a carcajadas.
-Cinco dólares a que no aciertas -le susurré al oído y una pequeña sonrisa se vio presente en su rostro.
-Claro, tonta.
Cogió la última pelota y la lanzó con tanta velocidad y fuerza que me vi obligada a detener mi risa. Las botellas de plástico se derrumbaron por todo el suelo y el vendedor, sorprendido, comenzó a aplaudir y felicitar a Zayn. Me quedé congelada, ¿¡qué rayos había sido eso!? Estaba bastante claro que lo había hecho a propósito, maldito genio. Ahora ya había perdido mis cinco dólares.
-¿Asombrada? -susurró en mi oído y escuché su risa burlona dándome escalofríos.
Suspiré frustrada y di media vuelta, caminando hacia el Jeep. Zayn me siguió y volvimos a casa en un silencio sepulcral. No podía evitar sentir escalofríos a medida que me echaba un ojo, pensando si aún seguía molesta con él.
Ya era bastante tarde y los juegos me habían agotado. Al llegar a casa, subí por la ventana sabiendo que Zayn aún me seguía. Me dispuse a caminar hasta el baño cuando agarró mi brazo haciendo que me enfrente a él. Levanté la vista y me perdí en sus ojos color miel.
-No es necesario que me pagues cinco dólares, ____. Es más, he jugado porque pensaba que sería lindo para ti -dijo y me ofreció un oso de felpa que se encontraba en la casilla.
-No debiste...
-Lo hice y ya. Ahora, descansa, es tarde.
Asentí y abracé al oso mientras veía como mi mejor amigo hacía su camino hacia la ventana. Mordí mi labio, deseaba que se quede tal como lo hacíamos cuando niños, pero habíamos cambiado, nada había vuelto a ser como antes. Aún así lo consideraba mi mejor amigo y ya me parecía algo ridículo por seguir pensando aquello.
Escuché un suspiro de su parte y fruncí el ceño al levantar la mirada y observarlo avanzar hacia mí. Cerré los ojos al sentir sus labios sobre los míos, encajando como piezas de un rompecabezas. Se apartó de repente y sentí que me faltaba el aire, lo miré y noté una gigante sonrisa en su rostro.
-Supongo que no podía irme sin antes cobrar una parte de mi apuesta -susurró y sonreí.