Sumergido en ese estado en que sabes que no estás dormido pero que aun así no estás suficientemente despierto como para abrir los ojos; la primera sensación que llegó a mí y me hizo cobrar conciencia de estar despierto, fue un terrible dolor de espalda.
Me retorcí intentando espantar aquel horrible dolor, pero algo pesaba sobre mi cuerpo y no me lo permitía. "Han de ser las cobijas" me dije a mi mismo, y entonces, aunque el dolor no hubiese cedido ni un poco, aquella simple conclusión, errónea en verdad, me hizo llegar a otra esta vez mucho más acertada; hacía un calor de cagarse.
Volví a retorcerme, esta vez intentando quitar el pesado y exagerado abrigo, teniendo en cuenta que estábamos ya a finales de primavera. Pero al no obtener ningún resultado, abrí los ojos. Muy mala idea.
El resplandor del sol me cegó y, durante aquellos momentos de feroz lucha de parpadeos por poder abrir los ojos completamente, noté unos negros cabellos en el camino entre mi mirada y la ventana. Y al abrir los ojos por completo, solo entonces, todo cobró sentido, y aquellas preguntas medio ahogadas por el adormilamiento por fin tuvieron sus explicaciones.
Willy estaba a mi lado, apretujándome contra la pared, en mi cama de tan solo una plaza. De ahí el dolor y el calor, claro estaba. Su frente sobre mis labios, sus cabellos cosquilleando en mi nariz. Sentía su aliento chocando en mi cuello, y el peso muerto de su brazo rodeándome la cintura. Y entonces, antes de siquiera llegar a pensar "¿Qué?", los recuerdos de la noche anterior llegaron a mi cabeza.
- No, Vegetta, no. –Repetía seriamente.- No voy a hacerte salir con esta tormenta solo para llevarme, es muy peligroso. Puedo quedarme aquí esta noche.
- ¿Y qué? ¿Dormiremos juntos en mi cama?- Dije sentándome en ella, ya cansado.- Apenas entro yo y pretendes que...
- El que quiere puede.-dijo sonriéndome y no pude detener mi sonrisa al verlo.- Aparte ¿no me dirás que no quieres que durmamos abrazaditos? –Continuó tomándome de los brazos y haciendo pucherito.-¿O si, Vegettita?
Y luego; hoy, aquí, él y yo. Abrazados como tantas veces había dibujado en mi mente. A tomar por culo el calor y el dolor también.
Alejé un poco mi cabeza para poder verlo, para poder tener algo de lo que agarrarme, algo que me dijera que todo era real. Y allí estaba, tan real como la luz del sol que le daba a todo un tono tan irreal. ¿Raro, no? Que el ejemplo más real sea el responsable de la irrealidad, con su brillo, con las motitas que hace resaltar en el aire.
- Buen día Vege.- Dijo suspirando, aferrándose con más fuerza a mí, escondiendo su rostro en mi pecho.
- Buen día...
"Buen día amor", pero la última palabra quedó flotando en mi mente, decidiendo si salir o quedarse dentro. Pero el largo momento de indecisión descartó por completo la primera posibilidad.
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Irrealidad
RomanceDesorientado y adormilado, Samuel abre los ojos y se sumerge en lo que él considera la más grande maravilla y acosado por su cobardía, deja pasar una más de sus muchas oportunidades.